Gus mornins, 09/07/2020
Es más importante el trabajo que la inspiración, sobre todo
porque la inspiración no existe. En la música, como en todas las artes creativas, el uno por ciento es la inspiración, el noventa y nueve restante es la transpiración; es decir, la fatiga, el sudor y la voluntad de realizar el hecho artesano.
(Ennio Morricone)
Guuuus mornins, cinéfilos.
Seguimos recordando estos días al querido Ennio, un maestro
que como se ve no creía mucho en la inspiración y sí en el trabajo diario, su
verdadero campo de pruebas para experimentar. Su modelo era Bach, que componía
todos los días y tenía siempre listo para el siguiente domingo la cantata que
habría de interpretar en la misa.
La música en el cine tendrá un antes y un después en la
figura de Morricone. Y muy en especial la música del western. Porque sí, nos
podemos emocionar ante el tema de Deborah o el oboe de Gabriel, y nos podemos
extasiar frente a la pantalla con una colección de besos robados arropados con
su música. Pero evidentemente, cuando se cita el nombre a Morricone nos viene
casi de forma instantánea a la cabeza el spaghetti western. Nos viene inmediatamente
a la cabeza Sergio Leone.
Ennio y Sergio eran amigos de la infancia (el segundo era un
año mayor que el primero) ya desde los tiempos del colegio. Sin embargo, no
comenzaron a trabajar juntos hasta treinta años más tarde, porque para sus dos
primeros peplums Leone escogió a Francesco Lavagninio como compositor. Luego ya
el director se centró en las películas del Oeste y la pareja haría historia.
Hay que matizar, no obstante, que la primera banda sonora
firmada por Ennio para un spaghetti se incluye en Gringo, film del
español Ricardo Blasco que data de 1963. Morricone trabajaría en más ocasiones
para el cine español a lo largo de su carrera. Como ejemplos, las
coproducciones Operación ogro y La luz silenciosa, y por supuesto
Átame de Almodóvar. Morricone solía quejarse de que Almodóvar nunca le
había felicitado durante el rodaje por su labor, hasta que años el manchego se encontró
al compositor en un festival y le dio las gracias añadiendo que la música de la
película le había gustado mucho.
Sin embargo, sería en el desierto de Almería y en los áridos
parajes de Sad Hill donde Morricone comenzaría a forjar su leyenda. La trilogía
del dólar cambiaría la concepción de la música del western. Lejos de las
fanfarrias y la épica de Hollywood, Ennio depuró un estilo propio, dándole un
uso inédito a instrumentos como el banjo o la armónica. Asimismo, el italiano
introdujo el silbido o sonidos extradiegéticos como campanas, o incluso el teclado de una máquina de escribir. La música servía para crear una
atmósfera característica, y los personajes se diferenciaban con la utilización
de un tema u otro. Y siempre que
aparecía en escena el Hombre sin Nombre solía sonar el tema central de los
créditos para que el espectador supiese quién mandaba ahí. Por cierto, que uno
de los sueños de Ennio era escribir una partitura para un film dirigido por Clint
Eastwood, pero se quedó con las ganas. A cambio, el tito Clint fue el encargado de entregar al compositor
italiano que recibió en 2006 por el conjunto de toda su carrera.
Morricone también se empleó a fondo innovando con la guitarra
eléctrica, instrumento inédito hasta entonces para las bandas sonoras de las
películas del Oeste. Se dejó llevar para ello por sus conocimientos y su
formación en el pop que también los tenía (en los noventa llegó a trabajar ¡¡ con los Pet Shop Boys ¡¡).
Y así llegó en 1964 Por un puñado de dólares.
Y un año más tarde, La muerte tenía un precio.
Y al final, para redondearlo todo en 1966, El bueno, el
feo, el malo.
Para muchos, sin embargo, la mejor banda sonora de Morricone
para un spaghetti está fuera de esta trilogía del dólar, y se incluye en Hasta
que llegó su hora. Siendo un trabajo de encargo para Leone y que hizo un
poco a regañadientes (esperando financiación para lo que después sería Érase
una vez en América), la verdad es que Ennio echó el resto, consiguiendo uno
de los scores más complejos y atractivos de su trayectoria.
En los 70, Ennio siguió colaborando con Leone (Agáchate
maldito). Y ahora, hagamos un
ejercicio de ciencia ficción, ya que por esta época, al director le propusieron,
antes que a Coppola, hacerse cargo de El Padrino, pero éste rechazó la
oferta. Y siendo, por supuestísimo, espectacular lo de Nino Rota para el díptico Corleone ¿alguien se imagina el score de los padrinos
firmado por Ennio?
Que a nadie le quepa la menor duda, con Morricone el cine era más cine.
Comentarios
Y si, no sabemos lo que Morricone hubiera hecho con "El padrino", pero si tomamos "Erase una vez en América" como referencia, no me cabe duda de que la banda sonora del film de Coppola hubiese resultado tan universal como la que finalmente compuso Nino Rota.
Y así da gusto empezar a trabajar.
Abrazos silbados
Por cierto, qué bonita es Érase una vez en América. Mucho más que El Padrino.
Besos entre amapolas
low