Gus mornins, 8-7-2020


Para mí, es más que un simple colaborador. He construido cada una de mis películas con él. No es que Cinema Paradiso sería otra sin su música, simplemente sin Morricone no sería. Y así una a una todas mis películas.

(Guiseppe Tornatore)

Guuuus mornins, cinéfilos.

Seguimos todavía bajo el shock de haber perdido hace dos días al gran genio Morricone, algo que no por ley de vida – eran 91 años al fin y al cabo- te sacude menos. Como decía ayer el maestro Bardés, andamos con los dedos y el corazón agarrotados para escribir de algo que no esté relacionado con él, y con la mente que no te deja pensar en otra cosa. Y es que Morricone nos ha dejado un vacío que no pueden llenar ni todas las palabras del diccionario juntas.

Así que permitidme que abramos por tercer día las puertas del cine Paraíso, nos acomodemos en una de sus butacas y proyectemos de nuevo sobre la sábana blanca nuestra pequeña memoria de cinéfilos. En definitiva, la de Tornatore es una película de películas, y Morricone supo plasmar de forma precisa en el pentagrama todas las emociones que el director siciliano quería transmitirnos. Y en efecto, Cinema Paradiso pudo perfectamente no ser. Tornatore presentó su obra en unos pocos cines sicilianos con un metraje que se iba casi a las tres horas; la acogida del público no fue muy buena y de hecho, el comité de selección de la Mostra de Venecia en la que se iba a estrenar rechazó su entrada en la competición (hubo que esperar a Cannes del año siguiente pues a los de Berlín tampoco les gustó). En consecuencia el productor Franco Cristaldi – artífice en el pasado de títulos como Amarcord- impuso al realizador coger la tijera y dejar la cinta en los 124 minutos que todos conocemos. En las copias del dvd de la película a partir de 2004 figura el llamado “director´s cut” porque Tornatore nunca estuvo de acuerdo con la decisión de Cristaldi y cual Alfredo guardó los trocitos que se fueron a la papelera en el montaje final. Yo tengo una de esas copias, pero nunca hasta ahora me he atrevido a hincarle el diente a esa versión extendida que se detiene más en la vida del Totó adolescente, e incluso muestra un encuentro en Roma con su amada Elena años después de su huida de Giancaldo.

La polémica del montaje provocó además que los franceses, siempre tan suyos, protestaran con la selección del film para el Oscar a mejor producción en lengua no inglesa de 1989, al considerar que no se trataba de la cinta original. Los enfants de la patrie concurrían aquel mismo año a la estatuilla por La pasión de Camille Claudel.

Por último, sin ánimo de enmendar la plana al maravilloso anecdotario de CB ayer en el gus, ni mucho menos convertirme en Jimmy Touchball, no me he podido resistir al irresistible juego cinéfilo que propone un film como este. Al tratarse de una película de películas, consistiría en rastrear todos los títulos que a lo largo de la historia aparecen o se citan. Y claro, habría que empezar por el final, por ese carrusel de besos que nos emociona siempre. Debo confesar que no reconozco todos los que se ven, pero con alguna chuleta puedo contaros que en esa escena se besan Cary Grant y Rosalind Russell en Luna nueva, Jane Russell y su cámara en El forajido, Charlie Chaplin y Georgia Hale en La quimera del oro, Errol Flynn y Olivia de Havilland en Robin de los bosques, Rodolfo Valentino y Vilma Banky en El hijo del Caíd, James Stewart y Donna Reed en ¡Qué bello es vivir! Marcello Mastroianni y Maria Schell en Noches blancas, Helen Hayes y Gary Cooper en Adiós a las armas,  Alida Valli y Farley Granger en Senso, Greta Garbo y John Barrymore en Grand Hotel, Spencer Tracy y Ingrid Bergman en El extraño caso del Dr. Jekkyll….

Pero hay más. Sobre las paredes de la cabina de proyección cuelgan posters de El ángel azul o Casablanca – primerísimo plano en la escena del incendio con las llamas acechando los rostros de Rick e Ilsa- y se ven afiches de Buster Keaton o Marlene. Como decía ayer Bardés, se ve también el cartel de Lo que el viento se llevó pegado en una tapia semiderruida del pueblo. Y se cita a Clark Gable – clar gable en el doblaje en español-, además de a Spencer Tracy – espencer traci- y a John Wayne – yon guein. Del primero, Alfredo recuerda su famosa frase de Furia – una multitud por si sola no piensa-  mientras que del segundo declama un monólogo de El pastor de las colinas. Inmenso el detalle de que toda la cultura de Alfredo, que apenas sabe leer y escribir, sea cinéfila y además sea muy vasta.

Y por supuesto, son muchas las películas que escupe el león de fuego hacia la pantalla del cine: La diligencia (Ford), Los bajos fondos (Renoir), Arroz amargo (De Santis), Los inútiles (Fellini), Anna (Latuada), así como varias de Visconti como La tierra tiembla, Bellisima o Senso.  La película que se exhibe en la plaza del pueblo cuando estalla el incendio que reduce a cenizas el cine es la comedia I pompieri di Viggiu que tiene como protagonistas curiosamente a un cuerpo de bomberos. Y en el puerto, bajo una gran tormenta podemos ver allá en la pantalla a Kirk Douglas dando vida a Ulises (Camerini).

Y de fondo, Morricone, siempre Morricone, a quien no solo esta película convirtió en eterno.





Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Semana que nos llena de tristeza pero también de alegría. Ennio tuvo una larga y fructífera vida y, como decía Aute, siempre "Queda la música".

De sus manos maravillosas han salido las piezas más bellas de la música clásica contemporánea, hay otros, claro, Nayman, Eunaudi, Tiersen, nuestro Alberto Iglesias, pero la música de Morricone eleva a la categoría de obras maestras las cintas que delicada y primorosamente ha musicalizado.

Tuve la inmensa suerte de ver La Misión en el cine "Cid Campeador" de Madrid que decía ser uno de los que contaba con mejor sonorización. Aquello no fué un "ir al cine", fué una experiencia inolvidable de los sentidos y ahora que han pasado los años me siento una privilegiada por haberlo vivida. Ya no está el cine, tampoco el gran genio aunque el nos dejó con su legado un regalo vital.

Hemos sido muy afortunados.

Besos tocando un oboe...el de Gabriel.

Albanta
carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Si hay una cosa que creo que se perderá especialmente en este pertinaz, y parece que irrefrenable, paso del cine en las pantallas grandes a las reducidas y domésticas, es el tema del sonido y, por supuesto, la música.

Es cierto que la pantalla grande y la sala oscura te abstrae y logra que te envuelva la magia que todos disfrutamos. Es cierto que la fotografía, la definición, algunos efectos (especiales o no) e incluso matices interpretativos se vuelven grandiosos en una sala de cine. También que la pequeña, pequeñita o minúscula pantalla (según sea televisión, tablet o móvil) elimina la percepción de los detalles y termina por obligar a centrarse sólo en la historia que se cuenta (y ya sabemos que últimamente, las historias tampoco son el plato fuerte de una película).

Pero además de todo eso y, para mi, de forma fundamental perderemos ese sonido envolvente que comentaba Albanta y que tantas veces nos ha hecho trascender la emoción de ir al cine para convertirse en casi una experiencia religiosa (por decir algo de Enrique Iglesias). Yo también recuerdo "La misión" mucho más allá de la película, que tampoco me parece demasiado genial, sin embargo la música de Morricone en el film te encoge el alma, te transporta a una inescalable cascada, a un remanso de paz, a una selva maravillosa...

Igualmente podría decirse de tantos y tantos films que hemos "sentido" gracias a una maravillosa banda sonora o efectos de sonido: La melancolía de un mundo futuro en decadencia con Vangelis en "Blade Runner". Un amor otoñal y casi prohibido bajo un torrencial aguacero en "Los puentes de Madison". Un espectacular tema que acompaña a unas letras que surcan la galaxia preludio de la aparición de un inacabable destructor imperial, Unas notas que galopan acompañando a siete magníficos que acuden en ayuda de aquellos que no pagan mucho, pagan todo lo que tienen. Un violín y un chelo que nos trasladan la tristeza infinita que provoca el mal de los hombres escenificado en un campo de concentración.

Y tantas y tantas emociones más entre las que destaca, y mucho, esa escena de besos robados al tiempo y a la intransigencia, acompañando un amor infinito a lo que significaban y al que lo habría de recibir. Si el oboe de Gabriel te entra en el alma, la música de "Cinema Paradiso" es capaz de hacer mantequilla hasta a Terminator...

Gran gus de nuevo en esta semana monotemática y no es para menos. Y gran comentario el de Alban que me ha hecho recordar un momento que, como ella, yo también viví como único.

Abrazos con la música en el corazón.

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