GUS MORNINS 28/2/17

“Uso los colores para acentuar las personalidades” (Vincente Minnelli)

Sí, porque no voy a hablar de la metedura de pata en los Oscars ni nada de eso. Graciosamente lo voy a dejar para el jefe de este sitio que me ha soplado al oído que le daba mucho juego. No por un error como ése (bastante poco importante, la verdad) vamos a dejar de amar al cine. Y resulta que tal día como hoy (también famoso en el mundo mundial porque es el día en el que se casaron mis primogenitores) resulta que nació Vincente Minnelli. Nada menos que hace 104 años. Así que vamos a hablar un poco de este director oscarizado que dejó un puñado de obras de arte tras él.
Sin desmerecer algunas de sus espléndidas películas en blanco y negro, hay que reconocer que Vincente Minnelli ha sido uno de los directores que mejor ha sabido manejar el color. Todas sus películas tienen una textura especial en ese campo (sin olvidar, por supuesto, que gran parte de ese mérito lo tienen los directores de fotografía y los directores artísticos que han trabajado con él), una especie de sello de inconfundible apariencia que hace que todos reconozcamos inmediatmanete una película suya. De hecho, es difícil imaginar a cualquier otro director que pudiera rodar y plasmar fielmente los colores de la paleta de Van Gogh en una película como El loco del pelo rojo.
Muy reprochado en algunos ambientes (Welles detestaba su manierismo y tenía cierta parte de razón), Minnelli ha dejado, sin embarog y con su cierta querencia al terreno musical, algunas obras maestras de indudable valor en las que salía lo mejor de sí mismo, como si, en ocasiones, necesitara dar rienda suelta a su creatividad encerrada dándonos un portazo en todas las narices en forma de película.
Su primer toque de atención fue el musical en blanco y negro con gente de color en Cabin in the sky (ya que andamos de reivindicación por las películas “negras”) y, ya en 1944, realiza un excelente trabajo en Cita en San Luis, musical de época a mayor gloria de su mujer, Judy Garland. Dirige a Astaire en Yolanda y el ladrón, se despacha a gusto con Ziegfeld Follies, la única película que contiene un memorable dúo entre Gene Kelly y Fred Astaire, y fracasa en su intento de acercarse al drama psicológico de Undercurrent con la improbable pareja formada por Katharine Hepburn y Robert Taylor. Es en El pirata, un musical en teoría modesto donde empieza a notarse su espectacular color con una historia entre cómica y onírica que deshace mitos y construye imaginación. Después de adaptar a Flaubert (la mejor adaptación hasta hoy) en Madame Bovary rueda, como quien no quiere la cosa, una comedia clásica, delicia absoluta para los amantes del cine, en blanco y negro y con un presupuesto irrisorio (aunque la secuencia onírica fuera diseñada por Salvador Dalí) titulada El padre de la novia, con Spencer Tracy (divertido y agobiado), Joan Bennett y Elizabeth Taylor y, su continuación, El padre es abuelo. Nunca la normalidad había sido tal motivo de risa con la particularidad de que Minnelli acepta estos dos trabajos porque no tenía otra cosa mejor que hacer mientras Gene Kelly estaba creando y ensayando los bailes para su siguiente película, Un americano en París.
Con ella, Minnelli y su dominio completo del color, homenajea a los pintores impresionistas, nos muestra un París bohemio y de ensueño, nos enseña la importancia de una rosa de intenso rojo y un baile de estudiantes en puro blanco y negro y rodado en color, nos inunda de calor y de color impresionista, compone planos pictóricos con una belleza visual fuera de serie. Un americano en París gana varios OScars aquel año, entre otros, el de mejor película, pero Minnelli se queda sin el suyo.
Al año siguiente rueda una de sus mejores películas. Cautivos del mal, el más fiero retrato de Hollywood hecho nunca en una historia ausente de manierismo narrada desde tres puntos de vista distintos (Mankiewicz lo habría rodado igual), fascinados por la personalidad de un productor (Kirk Douglas) al que deben lo que son pero al que odian con todas sus fuerzas. El film es vigoroso y potente, feroz con la industria, pero también comprensivo, retrato fiel de algunos episodios reales de la fábrica de sueños (Val Lewton y su idea de no mostrar sino de sugerir el miedo en La mujer pantera con la colaboración impagable del director Jacques Tourneur; Edith Head y su elegancia; los caprichos de la estrella, el egocentrismo del director, un rápido vistazo a la figura de Josef Von Sternberg y, por último, la certeza de que el gran genio en las producciones de los años dorados no era el director, sino el productor), una historia de absoluto clasicismo y una de las más grandes desde las mismas entrañas del cine.
Los cincuenta son, sin duda, la década de su máxima inspiración y dirige Melodías de Broadway 1955, uno de los mejores musicales de Fred Astaire, en esta ocasión acompañado de la grandísima Cyd Charisse, centrado en el mundo del teatro y con memorables números coreográficos como el Girl hunt, homenaje al cine negro con el que termina la película, o el radiante Shine on your shoes que nos pone una melodía en el corazón, al igual que el mítico That´s entertainment o el simpático Triplets.
Con Brigadoon vuelve a su particular estilo colorista para retratar los verdes prados escoceses sin salir de los estudios de Hollywood. Otra delicia, remake inconfeso de Horizontes perdidos, de Capra, en clave musical no exento de cierta cursilería que, sin embargo tiene secuencias memorables como el baile en la plaza del pueblo con Gene Kelly al lado de un inusual Van Johnson. A continuación, otro musical que no tuvo tanto éxito como es Extraño en el paraíso, basado en una obra de enorme repercusión en Broadway. Aquí, el manierismo de Minnelli llega a uno de sus máximos exponentes al estar ambientado en el mundo árabe, fondo propenso a sus excesos estilistas con un Howard Keel fuera de sitio (me gustaría que todos aquellos que desprecian La La Land se vean esta película para que vean hasta dónde puede llegar el falso musical).
El gran Minnelli aparece de nuevo en El loco del pelo rojo con esa plasmación perfecta, con unos colores extraordinarios, de toda la obra del también grande Vincent Van Gogh. La película tiene un mimo perfecto, no solo en cuanto a sus referencias pictóricas, sino también en cuanto al apartado interpretativo en el que se ven estupendos trabajos de Kirk Douglas, Anthony Quin y James Donald como Theo Van Gogh. Además de ser, probablemente, la mejor película que se ha hecho nunca sobre el mundo de la pintura, es un estudio apasionante sobre las razones de la locura del genio, su carácter irascible, su sensación de no estar nunca en el sitio adecuado más que delante de un lienzo. Y, por si fuera poco, es un fascinante ejercicio de fotografía pictórica en la que todos y cada uno de los cuadros que salen en la película son los auténticos gracias a la colaboración inapreciable de las mejores pinacotecas del mundo.
Después de una película grande, hace una pequeña con Té y simpatía, pulcra adaptación de un éxito teatral sobre los amores de una mujer madura con un joven, interpretados por Deborah Kerr y John Kerr (no eran parientes). Y, a continuación, quizá la que es su mejor y más feliz comedia, Mi desconfiada esposa con un Gregory Peck en estado de gracia y una Lauren Bacall que lo estaba pasando fatal en el rodaje mientras su marido, Humphrey Bogart, agonizaba de cáncer. Aún así, el film es fresco, divertido, con estructura de musical, colorista, choque brutal entre dos ambientes diametralmente opuestos y una arrebatadora historia de amor solucionada a golpe de patada coreográfica a través de un maravilloso Jack Cole.
Y después vino Gigi, el primero de ese tipo de musicales que suprimían todo exceso coreográfico que llegó a su cima con My fair lady, de Cukor. Sé que soy un hereje, pero a mí me gusta poco (y lo que me gusta de la película pasa siempre por Maurice Chevalier). Tal vez sea porque el argumento me parece trasnochado o por mi antipatía confesa hacia actores tan limitados como Leslie Caron o Louis Jourdan (aunque hay que reconocer la excepcional dirección de arte de la película). Aún así, es la gran ganadora de los Oscars del año 1958 y el único que Minnelli consiguió recoger.
Muchísimo más acertada me parece su incursión en el desgarrador melodrama Como un torrente, con magníficas interpretaciones de Frank Sinatra, Shirley McLaine y, en un papel secundario, Dean Martin. Una película sobre seres perdidos, necesitados de cariño que llega muy dentro a quien va dejándose el pellejo. A partir de aquí, con una sola excepción, la carrera de Minnelli inicia un largo y lento declive empezando por el musical Suena el teléfono, con Dean Martin y la maravillosamente divertida Judy Holliday. Mantiene el tipo con Con él llegó el escándalo, adaptación de novela-río que destaca por la interpretación majestuosa de Robert Mitchum. Más tarde, pincha en hueso con Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de comienzo prometedor y de evidente flojera en su conjunto.
La gran excepción es Dos semanas en otra ciudad, otra vuelta de tuerca al mundo del cine dentro del cine con un reparto estupendo que incluía a Kirk Douglas, a una fascinante y amarga Cyd Charisse y a un veterano y sabio Edward G. Robinson, en un apasionante estudio sobre la locura que rodea la parafernalia cinematográfica, las traiciones y envidias, las falsas seducciones, el endiosamiento y el infierno. Una maravillosa película que completa su mirada al cine junto a Cautivos del mal.
Ya no volvió a levantar cabeza. El noviazgo del padre de Eddie (donde descubrimos como actor a un niño llamado Ron Howard), es una comedia muy floja. Adiós, Charlie es una comedia de fantasmas y reencarnaciones, muy bien sujeta al principio y que se le desmadra hacia el final. Castillos en la arena es una sensible historia de amor a mayor gloria del tándem Taylor-Burton que fue un completo fracaso a pesar de ser una fábula muy inteligente escrita por Dalton Trumbo. El desastre es de tal calibre que durante cinco años, Minnelli no vuelve a dirigir y cuando vuelve lo hace para pilotar el giro de la carrera de Barbra Streisand que no quería dedicarse en exclusiva al musical en Vuelve a mi lado, que no se salva ni por los pelos. El resultado vuelve a ser otro fracaso y nadie vuelve a confiar en Minnelli.
Su despedida del cine es la triste Nina con una Ingrid Bergman de salud precaria y con su hija, Liza Minnelli en plena cuesta abajo en un melodrama con olor a naftalina que no interesó a nadie, cursi y trasnochado que fue un fracaso absoluto. Años después, enfermo de Alzheimer, Minnelli fallece mientras dormía.
Quizá el gran error de Vincente Minnelli fue que hizo cine bastante osado y hasta duro cuando predominaba lo edulcorado realizando, en algunas ocasiones, ñoñerías impresentables cuando el cine se decantaba hacia el realismo. En todo caso, fue un esteta en la corte del rey color. Como dice cierta canción, supo ser el pintor de cuya paleta brotaron intensos colores que reflejaron raras bellezas.

SOLO PIENSO EN TI (Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán)
Me pongo a pintarte y no lo consigo,
después de estudiarte lentamente termino pensando
que faltan sobre mi paleta colores intensos
que reflejan tu rara belleza no puedo captar tu sonrisa
plasmar tu mirada pero poco a poco

solo pienso en ti
solo pienso en ti
solo pienso en ti solo pienso en ti


Tu sigues viniendo y sigues posando
con mucha paciencia porque siempre mi lienzo esta en blanco
las horas se pasan volando
y el poco trabajo adelantado para tu retrato
sospecho que no tienes prisa
y que te complace ver que poco a poco

solo pienso en ti
solo pienso en ti
solo pienso en ti solo pienso en ti
solo pienso en ti
solo pienso en ti
solo pienso en ti solo pienso en ti


Y yo creo que en el gus merece esta secuencia memorable. No todo el mundo sabe que Astaire y Kelly bailaron una vez juntos y que ambos dijeron que eran la mejor pareja con la que habían bailado. Con ustedes, Fred y Gene.



Y como mosaico vamos dejar algo del Minnelli en blanco y negro en una de sus más maravillosas joyas. Ellos son Barry Sullivan, Lana Turner y Dick Powell, tratando de escuchar algo, fascinados por el mal...


Comentarios

dexterzgz ha dicho que…
Es extraño que hayas elegido el mosaico de una película en blanco y negro para ilustrar a uno de los directores a quien tradicionalmente se asocia con el color. De hecho dio origen a uno de ellos si no me equivoco, el "color Minelli". Lo cierto es que "Cautivos del mal" es una pasada de película, una bestialidad, de cuando el cine era cine y no se equivocaban leyendo sobres ni nada de eso.

Precisamente hoy venía oyendo una radio una noticia que a mí al menos me ha preocupado bastante. El fundador de Netflix está estos días por Barcelona en el congreso ese de los móviles. Y el tío ha soltado en una rueda de prensa que la televisión tal y como la conocemos ahora tiene los días contados. Que el futuro está en los móviles, las tabletas y los Ipad. Cada vez en pantallas más pequeñas. Con una resolución, eso sí, del copón, pero qué más da. Seguro que ver "Centauros del desierto" o "Un americano en París" en una de esas pantallitas no es lo mismo. Ha subrayado que lo de la pantalla grande se quedará para la gente mayor y he percibido en ese "gente mayor" cierto tono despectivo. El mundo definitivamente se ha vuelto loco.

Abrazos cuativos
César Bardés ha dicho que…
Vale, soy gente mayor. No me avergüenza confesarlo. Soy de esa generación que ha visto "Memorias de África" en pantalla grande, en todo su esplendor, que se ha sobrecogido por la grandeza de las imágenes que ha creado el cine. Sí, he tenido que claudicar ante la televisión, más pequeña y que ha pasado por diferentes etapas pero no voy con el móvil, con el ipad y me cuesta muchísimo ver una película con el ordenador a no ser que sea un caso de urgente necesidad. Todo forma parte del proceso de idiotización al que nos están sometiendo machaconamente.
Ayer, en concreto, cerró el cine Palafox de Madrid. Durante años, fue considerado el mejor cine de Europa y la tristeza se apoderó de mí cuando supe la noticia. En su pantalla he visto "En busca del arca perdida", la misma "Memorias de África", "Jesucristo Superstar", "Vértigo", "La ventana indiscreta", "La soga", "El hombre que sabía demasiado", "E.T.", "Indiana Jones y el templo maldito", "In and out", "Algunos hombres buenos", "El tren de las 3,10", "Enemigo a las puertas"...y muchas otras. Para despedirse han organizado una semana de películas clásicas en su pantallón empezando por "Cantando bajo la lluvia" y terminando por "Casablanca"....¿sabéis cuál fue el resultado? Lleno total. Era imposible conseguir entradas. Eso puede que no os parezca nada del otro jueves pero se trata del segundo cine con mayor aforo de Madrid, con 852 butacas, un cine mítico. Quise llevar a mi hijo a que viera "En busca del arca perdida" en pantalla grande, para que experimentara un poco lo mismo que experimentamos nosotros en su momento...fue imposible. Llenos totales. Ahora dicen que volverá a abrir sus puertas con el sello Yelmo que, mucho me temo, cogerá esa sala con tubos de órgano en sus paredes y lo convertirá en minicines (ya hubo una reforma que hizo que el piso de arriba se convirtiera en 2 minisalas). Yo soy de ésos. El que quiera ver películas en móviles, enhorabuena. Se estará cargando gran parte de la magia y de la belleza y no sabrá lo que realmente es disfrutar.
Abrazos desde la butaca.
CARPET_WALLY ha dicho que…
Bueno, bueno...y me refiero al gus de hoy tanto como a utilizar esas palabras a modo de introducción. Minelli tiene una filmografia tan extensa e intensa que hay tantas películas imprescindibles como puramente mediocres (o regulares, al menos). A mi "Cautivios..." me cautiva y "Dos semanas..." también, el cine dentro del cine me parece casi siempre apasionante. "El loco del pelo rojo" me parece una gran película aunque a veces algo excesiva, pero Van Gogh no podía inspirar nada que fuera más templado. "Gigi" Tampoco me resulta muy disfrutable....Pero un grande, de los que han contribuido tanto al cine que mucho de lo que ha venido después no tendría mucho sentido...los colores de "Corazonada", por ejemplo ¿no son un poco Millenianos?

En cuanto a lo de las pantallas, mini pantallas y micropantallas...yo creo que lo de la "gente mayor" lo dice por la presbicia inherente a la edad...yo tengo que ampliar hasta las letras del guasap, como para ver una peli en el movil.

Sinceramente dudo del cumplimiento de la profecía. Es cierto que la gente más joven se está acostumbrando a otros formatos (Pc, Ipad, e incluso smartphone) para ver casi todo, hasta películas de cine, pero eso tiene más que ver con el coste y con la oportunidad que con que esos formatos sean mejores o preferidos. A los chavales los 8-10 euros (incluso los 5 del día del espectador) les resultan prohibitivos. Además si quieren ver una película, por ejemplo, un jueves a las 9 después de cenar, tienen una gran oferta a muy bajo coste y sin moverse de su casa. A mi no me parece mal, nosotros vimos películas en la tele y en vídeos y en DVD sin que eso acabase con el cine.

El cine está hecho para pantalla grande (en general), no es igual disfrutar de las coreografiaras de Ryan y Emma en superpantalla, que en un mini-ipad, pero de vez en cuando yo busco en youtube y me vengo arriba. pero tampoco Minelli pensaría que la escena de Gene y Fred bailando el "Hola, Don Pepito..." pudiera ser posible sin una gran sala y aquí he estado con la boca abierta viéndola en la ventanita del enlace del gus.

"La llegada", Lalaland", Los superheroes, las guerras galaxicas, "Blade Runner" el de siempre y el de 2049, "Interstellar", "El renacido", "Birdman", "El lobo de Wall Street"...casi todas las películas son infinitamente más disfrutables en pantalla grande...pero bienvenidos sean todos los formatos si se amplia la difusión...Me gusta el cine, la gran sala, pero lo que más me gustan son las películas. Y no nos volvamos locos, las pelis se hacen para verlas en grande...el resto es aprovechar mercado.

Abrazos en cinemascope

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