GUS MORNINS, 10-2-20 CORTOGRAMAS EN LOS OSCARS (O CASI)

Guuuud mornins, cinéfilos

No, hoy no va a haber como es habitual los lunes un nuevo episodio de El cine en cien películas, ya lo siento por los trillones de seguidores de esta serie magistral. Ya  sabéis que esta noche se ha celebrado en Hollywood una nueva ceremonia de entrega de los Oscars, y Cortogramas una vez más ha querido estar presente en la gran fiesta del cine. En efecto, puede que haya sido una gran fiesta, no lo sé pero, no ha sido nada de eso para quien esto firma, y por si acaso no hagáis mucho caso a las informaciones que os lleguen desde la televisión y los medios. Es lo que tiene vivir en un mundo podrido dominado por las fake news y todo eso.

No quisiera tampoco alertar a mis trillones de fans, pero puede que este sea el último artículo que escriba para Cortogramas y muy posiblemente el último artículo que escriba en mi vida, así tal cual es lo digo. Maldigo la hora en la que acepté embarcarme en esta nueva aventura de la que francamente no sé si voy a salir muy bien parado. Por si no volvemos a vernos, buenos días, buenas tardes y buenas noches, y que sepáis que habéis sido un público estupendo y unos compañeros fabulosos. Parafraseando a la más grandeos ai loviu mucho

Porque lo que se presentaba como un fin de semana festivo, lleno de cine y alegría se ha convertido en una verdadera pesadilla para el que esto suscribe. Parafraseando al más grande, este quizá haya podido ser mi lost weeckend

Os pongo en antecedentes. Todo empezó la tarde del pasado viernes cuando  Mme Meretrice me llamó para comunicarme que tenía dos billetes para el día siguiente rumbo a Los Ángeles (Murcia) para acudir el domingo a la gran noche del cine.. Naturalmente, pensó en Carpet Wally y en un servidor, sus dos viejos paladines, para cubrir el evento. Nada más colgar a la jefa telefonee al madrileño, pero me dijo que imposible, que estaba muy liado con el curro, y además que la timba de los viernes noche era sagrada y que a saber cómo se levantaría a la mañana siguiente, si es que se levantaba. Pensé entonces en el insigne crítico cinematográfico Cesare Bardesi, compañero de tantas fatigas, pero también me volvió a dar calabazas. Estaba también muy ocupado en la preparación de su próximo libro, el cierre de su trilogía cinéfila, una obra maestra que llevará por título, La imagen de mi ojo.

Me quedaba Mia Wallace como último recurso, pero tampoco podía desplazarse a Los Ángeles (Costa Daurada) ese fin de semana. A cambio me encargó que podía aprovechar el viaje para entrevistar a la actriz norteamericana, Albanta Wilson, gran estrella del cine de los años 20 (del siglo XVII) que según todos los rumores estaba preparando su rentrée  por todo lo alto en el mundo del Séptimo Arte.

Ya durante el viaje, que tuve que hacer en solitario, me estuve documentando además de sobre la ceremonia acerca de la vida de Albanta Wilson para preparar la interviú (afortunadamente, Mia no me dijo nada acerca de que la actriz tuviese que posar desnuda). Supe que Mrs Wilson había llegado a Hollywood en los años 30 (vete tú a saber de qué siglo) huyendo de su país natal del ataque de los merovingios. Albanta era muy bella durante su juventud, pero por desgracia hacía mucho tiempo que había  pasado).

Poco sabía yo lo que me iba a encontrar en mi encuentro con Mrs Wilson. Ahorro los detalles de mi llegada a Los Ángeles (ciudad de vacaciones) por no parecer prolijo al lector, los dejaré para mejor ocasión, y paso a detallar los entresijos de mi encuentro con Albanta que tuvo lugar ayer mismo por la tarde.

Mrs Wilson vivía en una lujosa mansión colonial en una esquina de Sunset Bulevard con el barrio chino, o sea pegadito a las Ramblas y a Colón. Era A pesar de las múltiples arrugas que surcaban su rostro, conservaba algo de su antigua belleza. Para que tuviera lugar nuestra entrevista tuvo que despedir a unos amigos que estaban jugando a las cartas (llevaban un mono, y en esos momentos me acordé de Carpet Wally, no por lo del mono sino por lo de la timba de los viernes por la noche).

La entrevista fue de lo más cordial. Mrs Wilson estuvo encantadora y contó anécdotas jugosas como cuando le frió un par de huevos fritos a David W. Grfffith (y les echó azúcar en vez de sal) o cuando estuvo en la comunión de los hermanos Lummiere y les regaló una camarita que despertó mucho la curiosidad de los niños. El caso es que las horas se nos hicieron cortas y entre Martini y Martini a Mrs Willson se le fue desatando la lengua.

-         Hijo – me espetó de repente- ha visto usted El irlandés

-Por supuesto, sra Wilson le respondí yo- por quién me toma, soy un profesional.

-Señorita, si no te importa, ahora ya estoy divorciada de mi decimoquinto marido- prosiguió ella mientras me guiñaba coqueta un ojo y me agarraba sutilmente la entrepierna- Esa ha sido mi última aparición en la gran pantalla. A Marty, viejo amigo se le metió entre ceja y ceja que debía aparecer en su película. Hago de clienta de la gasolinera en la que echan gasolina De Niro y Joe Pesci al principio. Salgo comprando unos lacasitos y el último ejemplar de Mens´Healt. A Marty le encantó mi actuación y la crítica se volcó conmigo. Creo que es una de las claves de éxito de la película. Espero que me reconocieras.

Era mi intención seguirle la corriente a esa vieja con delirios de grandeza y asentí. Su repuesta me llenó de estupor, así como su reacción.

-Pues no- dijo Mrs Willson entre sollozos- esa no era yo, pero podía haber sido, claro que tenía que haber sido yo. Y le dieron el papel a otra, sabes por qué pues porque era más joven, por eso solamente.

Mrs Wilson era ya un mar de lágrimas pero consiguió rehacerse.

Podía haber sido yo y ese Scorsese me las pagará. Porque ahora sí, ahora conozco su secreto, el secreto mejor guardado de Hollywood desde que vine aquí hace la tira. Un escáaaandalo- concluyó al más puro estilo Raphael.

-Me tiene intrigado, señorit- no me dejó terminar.

-Supongo que habrás oído hablar de los costosísimos efectos de digitalización que han empleado en la película para rejuvenecer a los protagonistas. Ja, patrañas – rió- La realidad es muy distinta, es lo que tiene vivir en un mundo podrido dominado por las fake news. Escúchame, y que esto no salga de estas cuatro paredes porque esto es estrictamente confidencial, guapo. No existen esos efectos digitales, son muy caros, ni el Netflis ese hubiese podido pagarlos como se dice. Escúchame bien porque esto te parecerán invenciones de una vieja loca pero no lo son. Lo que se ha empleado realmente en El irlandés no son efectos digitales, sino el elixir de la eterna juventud- decía mientras me mostraba unas fotos.

Las instantáneas me confirmaron que aunque parecía una locura lo que decía la actriz era verdad. En una de ellas aparecía Robert de Niro y Alpa Chino , protagonistas de la película visitando el plató del programa de Ellen DeGeneres y departiendo amigablemente con la protagonista. Lo asombroso es que en los rostros de los dos actores no había ninguna arruga y  tenían el aspecto de dos treintañeros.

-Esto ocurrió hace dos días – dijo Albanta mientras su mano se posaba discretamente en mi culo- y te puedo asegurar que no es Photoshop. A los espectadores del programa se les hizo creer que durante la entrevista se aplicó sobre sus rostros los mismos efectos que se habían usado en la película. Pero no fue así. Estos dos tuvieron que beber el famoso elixir para salir en la película con treinta años menos. Bueno, esos y Joe Pesci que se tomó más de la cuenta dijo mientras me mostraba una nueva foto. En ella se veía a un niño sentado en el balancín de un parque con un bocadillo de pan con chocolate entre las manos. Ays pobre Joe, dijo Albanta exhalando un suspiro mientras contemplaba con aire melancólico  la instantánea.

Pero eso, eso es un escannndalo- exclamé al más puro estilo Alaska.

La Wilson se levantó del sofá en el que estaba sentada, y se dirigió a una cómoda que estaba en el otro extremo del salón. De uno de sus cajones extrajo un frasquito que me mostró a continuación exhibiendo su sonrisa más malévola

-Ese.. es.. el beb.. el bebedizo- acerté a decir.

Sí, me contestó, y ya me pensaré en adelante lo que hago con él, porque te puedes imaginar que yo con este frasquito puedo organizar una bien grande.

-¿Puedo verlo?

-Ni hablar, es mío, mi tesorooo – contestó atrayendo el frasco hacia sí.

-¿Ha bebido usted el brebaje? me atreví a preguntar.

-Uy hijo, yo ya había probado eso mucho antes de que tú nacieras. Locuras que uno hace cuando es joven, ya sabes. De qué si no iba a tener esta piel tan suave y tersa- dijo mientras se acariciaba las patas de gallo que surcaban sus pómulos.

Estuve a punto de estallar en carcajadas, pero me reprimí en el último instante. Creo que ella se dio cuenta porque se puso otra vez seria y cambió de tema.

-Madre mía, qué horas son ya, oye niño, tienes algo que hacer esta noche. Lo digo porque me han invitado a la gala de los Oscars y no tengo acompañante y como me has caído fenomenal estoy pensando que igual podías venirte tú. Ven, sube arriba, que a ver qué encontramos por ahí entre la ropa de mis ex, que te vamos a poner bien guapo y elegante. La limusina debe estar al caer para recogerme.

Cómo le iba a decir que no a una vieja gloria del cine del siglo XVII. Entre llamar a los periódicos y aguarle la fiesta a la señora chafándole su escandalosa noticia y acompañarla al fiestón de los Oscars elegí lo segundo. Siempre se ha dicho que la carne es débil.
La limusina se presentó puntual en casa de Alban a las siete y media, la hora estipulada. Ahorraré los detalles de nuestro trayecto así como los que se refieren a nuestra llegada en olor de multitudes (algunos no saben ni lo que es un desodorante por cierto) a la red carpet  hace solo unas horas. He podido comprobar en una primera impresión que el público no había olvidado a la antigua estrella que posaba sonriente ante los fotógrafos. Desgraciadamente ha sido solo una primera impresión de la que me ha sacado un paparazzi que ha propinado a la actriz un fuerte empujón que la ha derribado de bruces contra la red carpet.

-Apártate de ahí, vieja- he oído que le gritaba

Asustado, he procedido a socorrer a mi acompañante que, una vez en pie, se ha vuelto contra el fotógrafo y ha empezado a sacudirle bolsazos a diestro y siniestro. A consecuencia del impacto, han caído del elegante Lous Vitton que llevaba varios de sus enseres personales.

Yo, que ya me había agachado raudo y displicente a recoger las pertenencias de la diva, he podido comprobar que entre ellas se encontraba el frasquito que hacía unas horas me había enseñado en casa, y en cuyo interior se hallaba el bebedizo de la eterna juventud. Con disimulo, me he metido el frasco de marras en el bolsillo de mi smoking (que había pertenecido al noveno marido de la actriz y que no me sentaba del todo mal).  Sin embargo, no he debido de ser muy discreto pues Mrs Wilson se ha dado cuenta y de forma súbita ha cesado sus hostilidades con los paparazzi para emprenderla a bolsazos conmigo.

-Devuélveme eso, hijo puta (en realidad ha dichomotherfucker, pero ya traduzco para parecer más fino).  Eso es mío, traelo p´acá chaval (lo de p´aca también lo ha dicho en inglés, pero ya no me acuerdo cómo se dice).

Una vez he conseguido zafarme de una primera lluvia de bolsazos, he salido disparado como alma que lleva el diablo rumbo hacia la entrada del auditorio donde ya comenzaba a agolparse una gran multitud. En la entrada, y viendo que mi perseguidora estaba aún a una distancia prudencial debido a que su avanzada edad le impedía dar las zancadas que daba yo, me he detenido ante el control para mostrar mi acreditación. He seguido corriendo hasta los baños donde me he escondido finalmente.

Ya en ellos me he apostado contra la puerta para recuperar el aliento tras la carrera. De repente, he comenzado a oír unos gritos que parecían provenir de la zona de los lavabos

¿Estás hablándome a mí? 

Sí , claro que te estoy hablando a ti, Marty, hijo puta (en realidad creo que le he oídomotherfucker, pero no estoy muy seguro) dame el frasco si no quieres que te rompa la cabeza y te haga picadillo.

En esos momentos he creído tener un deja vu, no solo porque acaba de oír más o menos esas mismas palabras en boca de la señora Wilson hacía unos segundos, sino porque yo había visto algo así en una película y cachis, no recordaba en cuál. Oculto tras una columna he sido testigo de la escena. Robert De Niro, aporreaba la puerta de uno de los retretes con una fuerza impropia de un hombre que ronda los ochenta años. Al cabo de un rato, he comprobado que el rostro del actor no tenía ni una sola arruga, tal y como aparecía en las fotos que me había enseñado Albanta Wilson en su casa horas antes. Me he acongojado por un momento al descubrir que estaba ante el mismo Vito Corleone en persona. También he reconocido a su víctima cuya voz se oía ahogada desde el otro lado del retrete Era Martin Scorsese, Marty, el autor de Taxi Driver, un maestro,  un viejo amigo al que conocía desde hace años y a quien incluso una vez le había salvado la vida. Ocurrió en la Berlinale de 2008 durante la presentación de un documental de los Rolling Stones, cuando en su presencia de sus Satánicas Majestades, el famoso director estuvo a punto de morir víctima de un cerbatanazo.

Decidido a salvar a mi amigo, he avanzado con paso firme hacia donde se encontraba el rejuvenecido De Niro y sin pensármelo dos veces le he atizado un golpe en la cabeza que le ha hecho caer al suelo inconsciente. Cuando me disponía a pedir a Marty que abriera la puerta porque había pasado el peligro , he oído que alguien más entraba en el bañó. Giré la cabeza y reconocí a Alpa Chino que se dirigía hacia mí también con paso firme. Chino también aparecía como en las fotos que había visto en las fotos de Alban, es decir hecho un chaval. Cuando estuvo delante de mí, me estampo un largo beso en los labios, mientras por el hilo musical se escuchaban los acordes de un son cubano. Algo me ha dicho que tenía que salir pitando de allí echando leches.

Con el paso de las horas, no me queda más remedio que reconocer que hacía años que un tío no me daba un morreo así, pero en ese momento he reaccionado de un modo violento, propiciándole una patada en las partes pudendas al famoso actor de Sérpicoo Tarde de perros Con los dos actores de El irlandésya fuera de combate, solo me faltaba liberar a mi amigo Marty y conseguir que me sacara de dudas porque me encontraba algo confuso con la situación. Sin duda, todo tenía que ver con el contenido de aquel frasco que todo el mundo ansiaba tener. Y ahora estaba en mi poder. Lo he sacado del bolsillo de mi smokin, lo he mirado detenidamente, lo he acariciado y sí, no he podido resistir la tentación.

He echado un trago.

Acto seguido, he empezado a sentir espasmos y convulsiones que han durado cerca de un minuto y medio. Cuando estas han cesado, me he mirado al espejo del lavabo y casi de forma instintiva he exclamado.

-Coñe, Dex, si eres clavadito a Timothée Chalamet.

Pero entonces me he acordado de lo más urgente, liberar a Martin Scorsese de su cautiverio en el retrete del baño. La primera reacción del director de El aviador al abrirme la puerta me ha sorprendido.

-Ah, Timothée, eres tú – ha comenzado diciendo como si nada- sí, ya he oído que nos han llamado que faltan cinco minutos para salir al escenario; ay, hijo ya llegarás a mis años y sabrás lo que es la próstata.

Y de repente he caído en la cuenta. Esa mañana, los periódicos de Los Ángeles, la ciudad donde siempre es primavera, llevaban la noticia de que Penélope Cruz había sufrido una gastroenteritis y no podría presentar el Oscar a Mejor Película extranjera tal y como estaba previsto. Los encargados de sustituir a la española serían Martin Scorsese y Timothée Chalamet.

 -Vamos, vamos, Tim- no hay tiempo que perder, muchacho – repuso el responsable de Casino sin dejarme mediar palabra.

Al llegar al backstage, y mientras la megafonía anunciaba nuestros nombres – bueno, en realidad los de Timothée Chalamet y el del director de Uno de los nuestros alguien me ha dado un sobre lacrado que sin duda contendría el nombre del ganador. Sonriente, aunque algo nervioso lógicamente, he salido al escenario acompañado del creador de Toro salvajemientras todo el auditorio aplaudía puesto en pie (caray, tampoco era para tanto, solo soy un actor que está empezando, muy guay y muy cool, eso sí, pero que está empezando al fin y al cabo).

Marty ha empezado su speech saludando a los presentes y diciendo que estaba muy feliz de estar allí, por mi parte yo he contado un chiste de Lepe que solo han pillado Almodóvar y el director de Klaus.

-Bueno Marty – le inquirí a mi acompañante tras leer los nombres de las nominadas- es hora de conocer al ganador. Y el Oscar es para…”

Entonces, el italoamericano me ha devuelto la mirada y he visto la ira y la furia inyectada en sus ojos.

-Parásito – ha dicho- y el auditorio ha aplaudido puesto en pie mientras Bong Joon –ho besaba a sus actores, sus productores, a  sus familiares y a un señor que volvía en esos momentos del baño. Pero Marty seguía mirándome fijamente con el odio escrito en la cara.
-Parásito, carroñero- ha continuado- sé que tienes el frasco, Dámelo o te arranco la cabeza, maldito motherfuck..

-Te prometo que no sé de lo que me hablas, Marty, le he contestado mientras veía aproximarse al escenario a Bong Joon-ho a recoger su premio. Pero el artífice de Malas calles estaba fuera de sí y ya me tenía agarrado por la solapa. Entonces vi que alguien entre surgía de detrás de las cortinas, llegaba al atril, cogía el Oscar destinado al bueno de Bong y me lo estampaba í en la cabeza dejándome inconsciente.

He despertado hace unos minutos, prácticamente los que llevo aquí escribiendo esta crónica urgente para Cortogramas. Al volver en sí todo parecía un sueño surrealista.  Estaba en lo que parecía una gran nave industrial totalmente vacía, en la que apenas había una mesa, unas sillas, una nevera y un pequeño televisor. Junto a mí había dos personas más, a mi lado, un niño vestido con pantalones cortos devorando un bocadillo de pan con chocolate. Al otro individuo que nos acompañaba no he tardado en reconocerlo. Era Martin Scorsese.

Dex, amigo- el autor de El último vals parecía realmente eufórico al verme.

-No me toques, hijo puta – no he dichomotherfucker porque no tengo tanto nivel de inglés-, no te atrevas,  después de lo de esta noche, ni se te ocurra. Eh, un momento, me has llamado Dex? Se puede saber cómo me has conocido con este careto?

- Tranquilízate, muchacho. Sé que eres Dex porque mientras estabas inconsciente se me ha ocurrido hurgar en tus bolsillos y he visto tu documentación. Y no veas lo contento que me he puesto al saber que eras tú. Cuándo fue la última vez, en Cannes, Venecia, las fiestas patronales de San Pedro del Pinatar?, ah pero como aquello de la Berlinale, con los Rolling

-Un momento, ¿mi bolsillo? le interrumpí. El frasco ¿dónde está el frasco? Dámelo, lo tienes tú.
- Calma, Dex, calma, no hay que perder los nervios. Y ahora déjame que te cuente.. Por muy increíble que parezca quien estaba contigo en Los Ángeles no era yo. Yo llevo aquí encerrado ni sé los tiempos y según el GPS de mi móvil que lleva muerto no sé cuánto, estamos en Seattle y si me dejas te contaré toda la historia, al menos hasta donde yo sé. Sí, estamos secuestrados este y yo- dijo señalando al tierno infante que devoraba a su lado el bocadillo- pero la verdad es que no nos tratan mal. Fíjate que hoy hasta nos han traido una tele para ver los Oscars y todo. Por cierto, vaya lío has montado, en Hollywood no se veía un escenario tan lleno desde lo de Faye Dunaway y La la land.  Vaya la que se ha armado, menos mal que la gente se ha creído que era un gag de la ceremonia y luego se ha reconducido todo y nos han vuelto a sentar en las sillas. Por cierto, ya no puedes decir que te han dado un Oscar, menudo chichón llevas, chaval, ha añadido reprimiendo una risita, bueno, vamos  a ponernos serios, que la cosa no está para bromas.

El viejo maestro ha proseguido su relato al tiempo que yo he ido atando cabos. En efecto, tal y como me había contado, Albanta Wilson, Scorsese no había logrado en veinte años convencer a las productoras de sacar adelante su proyecto más soñado, una película como El irlandés que necesitaba de un elevado presupuesto. En la película, el director quería conseguir que sus viejos actores pasasen por chavales de 20 años, y claro para eso había que gastarse un pico en efectos de digitalización. Pero todo cambió, el día en que, durante uno de sus viajes a Nepal, Martin Scorsese y Robert De Niro conocieron a un chamán que les mostró el elixir de la eterna juventud.

El lector más avezado habrá adivinado más o menos lo que viene después. Ahorraré pues detalles. Sin embargo, la noticia de la existencia del bebedizo llegó a oídos de una poderosa organización criminal que quiso apoderarse de él, dios sabe con qué aviesas intenciones. Varios miembros de la organización viajaron a Tibet para extorsionar al chamán y hacerse con las reservas del tónico, pero éste les dijo que Marty y Bobby se habían llevado la última remesa y que hasta el mes que volvieran al mes que viene que hasta entonces no tendrían más.

Entonces la organización criminal se lanzó a la búsqueda del director y el actor para robarles el elixir. Comprobaron que Robert ya lo había bebido para aparecer más joven en la película, lo cual le había generado tal adicción que como si de un drogata se tratara estaba tratando de buscar nuevas dosis. Lo mismo había pasado con Alpa Chino y Joe Pesci, aunque este último se había pasado de frenada y se había convertido en un inocente niño de cinco años. Los malhechores decidieron entonces centrarse en éste último y en Scorsese a quienes secuestraron y confinaron en una nave industrial en Seattle. Utilizaron como tapadera a Albanta Wilson , una vieja estrella de cine que quería volver a estar en primer plano y que consiguió hacerse con unas muestras del elixir. Wilson fue lanzada al estrellato internacional por Edward Dores Destomach, su noveno marido (cuyo smokin llevó yo puesto en estos momentos), un director que emigró a Hollywood huyendo de las tropas de Carlomagno cuando estas invadieron su ciudad natal. Destomach sí bebió el bebedizo que le dio a probar su antigua esposa Albanta Wilson, con lo que a sus tropecientos años (un año más que Albanta) se quedó como un chavalín de setenta y tantos, aprovechando su más que razonable físico con el autor de “El color del dinero” para suplantarle. El lector más avezado habrá deducido ya que quienes han presentado esta noche el Oscar a la mejor película extranjera no han sido Timothée Chalamet y Martin Scorsese sino Destomach y un reportero de Cortogramas que vive en Zaragoza

Esto es lo que acaba de contarme a grandes rasgos mi amigo Martin. Mi cabeza en estos momentos de preguntas sin respuesta,  ¿bebió Albanta Wilson en su juventud el elixir de la eterna juventud (valga la redundancia)? ¿ cómo es que entonces no le habían hecho efecto el efecto antiarrugas (valga la redundancia también? ¿cómo había conseguido Albanta Wilson el frasco con el elixir de la eterna juventud? ¿actuó sola o en complicidad con Destomach =¿qué había pasado en la ceremonia después de que un personaje misterioso me sacudiese con el Oscar de Bong Joon-ho.? ¿Quién había ganado Mejor Película?  Y finalmente una pregunta que sí me atreví a verbalizar:

-Oye Marty, si yo he sido durante toda esta noche Timothée Chalamet y nadie le ha echado en falta, ¿dónde está el verdadero Chalamet?

Al levantar la vista hacia mi amigo he descubierto que este dormía como un bendito así que sigo con la duda. Después he intentado llamar al móvil a mi amigo Carpet Wally pero comunica todo el rato.

Oigo pasos, creo que alguien se acerca. Voy a tener que dejaros. Repito lo que os he dicho al principio (valga la redundancia). Por si no volvemos a vernos, buenos días, buenas tardes y buenas noches, y que sepáis que habéis sido un público estupendo y unos compañeros fabulosos. Parafraseando a la más grandeos ai loviu mucho





Comentarios

carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Me levanto legañoso porque me quedé anoche viendo la alfombra roja de los oscares (por cierto hubo un momento confuso en el que me pareció ver a Albanta Wilson muy rejuvenecida, eso si, repartiendo mandobles con un bolso caro). Quería yo en los tiempos muertos que me deja el trabajo y las timbas de los viernes, hacer un repaso a los trapos de la gente guapa...

Y esa era mi intención cuando veo que Dex me ha estado llamando durante horas..."¿Y pa qué me querrá ahora?" me he preguntado sin incluir "coño" en la pregunta, que lo estoy dejando...de decir, me refiero.

"Tendré que llamarle lo antes posible, puede que necesite mi ayuda", me he dicho a mi mismo pero sin hablar, que aun tenía la boca pastosa...he ido pues a lavarme los dientes, darme una ducha, evacuar aguas menores y mayores, vestirme bien, peinarme mejor, echarme desodorante en donde no escuece, he hecho la cama, he cogido las llaves del coche, me he metido en el atasco, he llegado a la oficina, sacado un cafetito de la maquina, me he leído los correos electrónicos pendientes del fin de semana, he resuelto varios temas....y he llamado al maño después, que las cosas urgentes hay que hacerlas cuanto antes. Y no me lo coge, me ha dado apagado o fuera de cobertura, ¿ande estará el mamón este? ¿Y qué juerga se correría anoche pa andarme llamando?...

Asín ejque, me he ido a leer las crónicas de los oscares, que la gala no la ví, solo lo de la red carpet. Y antes de empezar, miro el gus para ver cual es la nueva maravilla de "las 100 de Dex" y me encuentro con su terrible historia. He saltado de la silla..."¡¡¡Ostrás, Pedrín!!! (Dammed, Jean Claude, que dicen los yankis) ¡¡¡Pues si que me necesita¡¡¡"

Voy a terminar unas cosillas que tengo pendientes y en cuanto acabe la timba corro a socorrerle, que parece que lo suyo es una emergencia".

Seguiré informando.

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