GOOD MORNING 5-1-2020 (CORTOGRAMAS)
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“¿No crees que eso que vuela se asemeja a un
pájaro?
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“Acaso yo diría que pareciera un avión”
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“…Es ¡¡¡Supercoco!!!”
Dos de los personajes en “Sorbete
a la italiana”
Gus morninssss cinéfilos nos dé God
Con pocas posibilidades de retomar a corto plazo, de forma
habitual, el repaso a los estrenos de los viernes, he decidido aprovechar los
escasos momentos de tranquilidad laboral para colar algún momento cortogramero
y desoxidar mi entumecido espíritu burlón.
Y así me he atrevido hoy a homenajear a un gusero de pro,
capaz de lo mejor pero también de lo sublime. Si antaño hicimos un gus dedicado
a Dex con “El cine en cien pinículas”, esta vez vamos a intentar rendir honores
al maestro Bardés y sus maravillosos guses de los martes. Que los hados me sean
propicios.
Aunque hay más de una
efemérides destacable, como que se cumplen 48 años de la primera vez que me
comí una tostada con mantequilla o 32 desde que se llevó al desguace el
Cadillac solitario, vamos a fijarnos en
una de las películas que cumplen su veintisiete (y cuatro meses y 16 días) aniversario. En esta ocasión se trata de “Sorbete
a la italiana”, una cinta de ciencia ficción, cumbre del movimiento uniformemente
acelerado y una de las más destacadas en la filmografía del director camerunés Edward
Dores Destomach. La película que, pese a su temática futurista, refleja como
ninguna la realidad de su tiempo, se ha convertido en un film de culto (al
cuerpo de bomberos) y una obra de referencia para el estudio de la estupidez
humana. A ello contribuye también un excelente reparto encabezado por la
siempre enigmática Mein Triga, el impresionante Lomag Nífico y la futura
estrella Sagita Rius en uno de sus primeros papeles. La controvertida trama trazaba
un paralelismo entre la tranquila vida de una familia en una estación espacial
cercana a las puertas de Tanhausser, más allá de Orión, y las trepidantes
aventuras de los personajes de Barrio Sésamo.
Vamos con el anecdotario.
Hay que recordar que
esta película comenzó a dirigirla el legendario director húngaro Alexandre
Teprac, pero abandonó el rodaje a los pocos meses (34 para ser exactos) del
comienzo del rodaje por desavenencias con la guionista y entonces pareja, Gene
Tonic. Como él mismo relata en su autobiografía “Pretérito pluscuamperfecto. Mi
vida antes del Alzheimer”, libro que os recomiendo y que ocupa un lugar
destacado en mi casa calzando la pata de la mesa del salón, las discusiones
eran cotidianas “…me la pegaba en cuanto me daba la vuelta, incluso cuando
estábamos acostados en la misma cama”. Ella tampoco se quedó corta cuando
recordaba su relación con el director, tal y como comentó en una entrevista
para la revista “Juntaletras”: “Vivir con él fue una de las dos mejores épocas
que recuerdo. La otra es el resto del tiempo. Siempre me fue infiel pero su
aventura con mi perro pekinés fue la gota que colmó el vaso”.
Destomach era el
director de la segunda unidad y se le propuso para que fuera él
quien acabara la película. Aunque puso sus reparos, pues se sentía traicionado
por el pekinés de la guionista, acabó aceptando para evitar que se difundieran unas
imágenes en las que aparecía limpiándose las legañas con el cepillo de dientes.
No obstante, algunas de las escenas que rodó Teprac se incorporaron en el
montaje final, incluso se le puede escuchar diciendo “Corten” en la escena en
la que la rana Gustavo planta cara al monstruo de las galletas y le señala con
el dedo las luces de Navidad de la ciudad de Vigo.
Los exteriores del
film se rodaron en la localidad zamorana de Lagarejos de la Carballeda
(Wisconsin) por las similitudes de su paisaje con la orografía de los
meteoritos donde reside la familia Westinhouse (oeste en casa) protagonista de
la película. Para los interiores, el productor Al Toahí ofreció gratuitamente
parte de su vivienda, en concreto la caseta del perro y el cuarto trastero que,
gracias a la pericia del realizador de Camerún (Wisconsin, Alabama), trasmiten
una verosímil sensación de claustrofobia.
Durante el rodaje
surgieron algunos pequeños problemas motivados por la climatología, teniendo
que cambiar parte del elenco y a varios miembros del equipo técnico por muerte
por congelación de los inicialmente contratados.
El impacto comercial
de la película fue tal que se creó una línea de artículos de merchandising del
film (trajes espaciales, la cama de Epi y Blas, el collar del perro pekinés,…)
que tuvieron gran éxito, llegando a convertirse en el regalo estrella del día
de San Policarpio que se celebra, curiosamente con periodicidad anual, en la
ciudad argentina de Pehuajó (Wisconsin, Badajoz).
La minuciosidad del
trabajo de Destomach ha sido un sello característico del director y su
perfeccionismo causó no pocos problemas durante el rodaje. La escena de la
discusión de la pareja con motivo de que se habían acabado los Conguitos y que
termina con una lucha de almohadas que destrozadas provocan una lluvia de
plumas, hubo que rodarla 16 veces porque el director pedía más intensidad. Como
cada vez que se rodaba la escena había que dejar la habitación sin rastro de la
toma anterior, la encargada de la limpieza sufrió una crisis de ansiedad y
terminó metiéndole el tubo de la aspiradora por el culo al protagonista
masculino. Esa parte fue eliminada del montaje final para disgusto de
Destomach.
La famosa escena en la
que Coco explica la diferencia entre lejos y cerca fue censurada en varios países
pues consideraban que hacer correr repetidas veces al personaje una distancia
considerable acercándose y alejándose de la cámara hasta caer reventado era de
una crueldad inusual. Hoy en día algún partido español quiere aplicar el pin
parental a dicha escena alegando que alecciona ideológicamente a los niños porque
Coco aparece en la izquierda de la pantalla cuando está cerca y en la derecha
cuando está lejos.
La escena en la que la
protagonista, Susan (Sue) Terry, se toma
un sorbete de melón y se limpia los labios con la manga de un jersey de lana convirtió
en mito erótico a la actriz y puso de moda la prenda que llevaba hasta dar
nombre a la misma, suéter.
La canción original
para el film “¿Cuantos son doce?” no iba a titularse así sino “¿Cuantos son veintinueve
mil setecientos treinta y ocho?” En alusión a los años luz que hay de distancia
entre la estación espacial donde residen los Westinhouse (lo de antes) y Elm
Strret donde viven los muppets. Sin embargo, la composición inicial del gran Tim
Bales alargaba la película en dieciséis horas y hacía perder un poco de ritmo a
la acción. La pieza completa utilizaba 27 personas para ir cantando cada uno de
los números hasta llegar al total del título, algunas de ellas perecieron por
falta de aire durante la grabación. El compositor siempre renegó de la versión
final que, sin embargo, alcanzó el primer puesto de la lista de éxitos en
Cracovia (Wisconsin, Azuqueca de Henares).
La crítica aplaudió
casi unánimemente el film en el momento de su estreno, pero hubo un reputado
crítico, Cesare Bardesi, que en contra de la opinión mayoritaria definió la
película como: “el conjunto vacío de las ideas cinematográficas”. Esto provocó
la reacción airada del resto de la profesión que le tildaron de pedante y le
generó muchos problemas para publicar su primera obra: “La imagen en el alma
zen”. El libro, no obstante, es un prodigio de autocontrol y apenas hay un par
de párrafos que hagan referencia a la cinta que dio lugar al repudio. Escrita
con inusual clase y esmerada caligrafía, su elegante prosa y culto al lenguaje
se puede ver en el comentario del film: “…menuda mierda de película, si la
tengo que ver otra vez voy a potar…”
Como anécdota personal
comentaré que al muchacho que juega de portero en la escena en la que los críos
disputan un partido de futbol utilizando los cascos espaciales como postes de
la portería, me lo encontré un día controlando las puertas de una discoteca a
la que fui cuando tenía veinte años. No me dejaba pasar porque yo llevaba
calcetines blancos, pero, al recordarle su pasado cinematográfico, se mostró muy
asequible y hasta me soltó un mamporro del que guardo un imborrable recuerdo.
Y esto ha sido todo, con el mayor de los respetos y
esperando me sean perdonados todos los pecados cometidos y futuros, deseo que
os haga tanta gracia leerlo como a mi escribirlo. Os dejo con una escena cumbre del
film.
Lobo, todos somos necesarios, pero tú eres contingente.
Sirva este gus también de homenaje al gran Jose Luis Cuerda.
Hoy también ha amanecido pero nos sabe a menos.
Y como MOSAICO DE HOY una escena del director durante el
rodaje de su mítica peli.
Comentarios
Y una vez sacados a la luz estos fallos, en cualquier caaso irrelevantes, por el tocapelotas de turno, pues sí, felicitarte por un gus glorioso. El libro de Trepac (¿o es Teprac? ay chico no sé) también ocupa un lugar destacado en mi cuarto de baño y no veas que labor me hace. Eso sí, lo del traje de Epi, un timo como una casa. Yo es que era más de Iturriaga.
Abrazos leyendo a Faulkner
Y lo de hoy no ha sido reir, es que me he tenido que ir del despacho.
Gracias, Car y mis sinceras disculpas al resto de trillones.
Ayer murió José Luis Cuerda, le hubiese encantado el Gus de hoy...bueno, y todos los Guses.
Besos risueños.
Albanta
Lo del director, no. Es Teprac seguro, hay un famosísimo reportero cinematográfico que en forma de homenaje firma sus crónicas con el nombre del director de Hungría (Wisconsin, Kuala Lumpur) escrito al revés.
Abrazos compartiendo a la novia del alcalde.
Abrazos desde la universidad de Oklahoma (Lugo)
La verdad, me ha encantado (la película no, el gus). No hay nada como tomarse con un cuerdiano sentido del humor todo lo que uno hace y a fe mía que estoy pasando unos días en que la risa y la sonrisa me son muy necesarias. Gracias a Teprac, genio entre los genios, a Destomach y a Carpet, que consiguen que los días sean un poco más llevaderos entre tanto "ahora, tiene que ser ahora", tanto fallecimiento y tanto 2020 de los huevos.
Abrazos desde el ordenador de Little Town (Orense)