EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LVI)


Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong



MEMORIAS DE ÁFRICA (Out of Africa) USA, 1985. Dir Sydney Pollack con Meryl Streep, Robert Redford, Klaus Maria Brandauer (168 min).

De seguir todavía entre nosotros, hoy, 1 de julio, Sydney Pollack hubiese llegado a la edad de ochenta y cinco años. Juro que no ha sido en absoluto nada premeditado, pero creo que por primera vez esta sección de los lunes cumple con una de las labores habituales de los guses como es la de felicitar o conmemorar la efeméride del día. Así que, para empezar, donde quiera que se encuentre, muchas felicidades, Sr Pollack.  Hace ya once años y unos meses que nos dejó, antes de tiempo quizá, pero en su legado figuran un puñado de buenas películas, y siempre nos quedará su cine. En efecto, a Pollack se le considera heredero directo de esa raza de hábiles artesanos que pululaban por el Hollywood más clásico, y que, siempre desde un estilo elegante y refinado, no encontraban género que se les resistiese. Pollack fue uno de esos todoterrenos que brilló en drama, en comedia, en thriller y hasta en el western. Más cercana al concepto clásico de industria que los Spielberg, Coppola o compañía, la obra de Pollack sirve de puente en la década de los setenta y ochenta entre el Hollywood tradicional y el contemporáneo.

La infancia de Pollack transcurrió en su Lafayette natal, criado por una familia judía de orígenes ucranianos. Desde Indiana el futuro realizador se traslada a Nueva York para estudiar teatro y completar una formación que le llevará a pisar las tablas de Broadway durante un periodo de éxitos que abarca un lustro, de 1960 a 1965. En paralelo, comienza su carrera en el mundo de la televisión, haciéndose cargo de episodios para diversas series entre las cuales destaca El fugitivo. Su salto definitivo a la dirección cinematográfica se produce en 1965 cuando la Paramount le reclama para rodar La vida vale más, drama protagonizado por Anne Brancfort y Sydney Poitier, que acaba de ganar un Oscar de interpretación el año anterior por su trabajo en Los lirios del valle (Ralph Nelson, 1963).  Pollack hace gala del que será uno de sus principales activos, la dirección de actores, contando la historia de un voluntario social que se ofrece a ayudar a una mujer que llama a al centro en el que trabaja anunciando su intención de suicidarse. El guión es nominado al Globo de Oro en la categoría. En su segundo trabajo acomete una adaptación de Tenesse Willaims Propiedad condenada (1966) coincidiendo por primera vez con Robert Redford que se convertirá en uno de sus íntimos, y que en esta ocasión forma pareja artística con una Natalie Wood en la cima de su carrera. Redford interpreta en este drama sureño a un funcionario del ferrocarril que recala en un pequeño pueblo del Misisipi en plena época de la Gran Depresión con la misión de despedir a varios trabajadores de la empresa por los problemas económicos que atraviesa. Allí se enamora de una joven idealista de la localidad, una historia de amor que será vista con el lógico recelo por parte de sus vecinos. En el guión colabora un joven Francis Ford Coppola en uno de sus primeros trabajos en el cine.

Burt Lancaster se cruza en el camino de Sydney Pollack y protagoniza sus dos siguientes largometrajes. El primero es El camino de la venganza (1968), un western con toques de comedia en el que el director ya plasma su obsesión por los temas relacionados con la ecología. La fortaleza (1969) supone la única incursión del director en el cine bélico dentro de una trama ambientada en la II Guerra Mundial, y que hoy pasa casi como una rareza debido al toque experimental que le imprimió su autor, muy en la línea con el cine que se hacía en aquellos años previos al neo Hollywood. Si bien no aparece en los créditos, Pollack también dirigirá a Lancaster en El nadador, cuyo rodaje deberá completar después de que la Columbia despida a Frank Perry, debido a los problemas que éste mantuvo con el estudio.

Llega entonces la primera gran obra maestra del cineasta; también de 1969 data Danzad, danzad, malditos, adaptación de la novela They Shoot Horses, Don't They? de Horace McCoyy.  Pollack nos lleva de nuevo a los tiempos de la Gran Depresión para metaforizar a través de un maratón de baile las duras condiciones en las que estaba inmersa la América de los años treinta. No obstante, creo que el argumento central de la película gira en torno a la dignidad. La película fue un éxito entre la crítica y la NBR que agrupa a la asociación de críticos norteamericanos la nombró la mejor del año. Como curiosidad, a día de hoy sigue siendo la película con más nominaciones al Oscar que sin embargo no recibe la candidatura a Mejor Película. De las nueve opciones a la estatuilla que obtuvo, solo materializó una; la de Mejor Actor Secundario que recayó en la persona de Gig Young. Además de él, todo el reparto está espectacular, empezando por Jane Fonda y Michael Sarrazin.

Pollack se toma su tiempo para encadenar su siguiente obra maestra, y tres años después estrena Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972), de nuevo con Redford al frente de un estupendo reparto. Considerado uno de los mejores westerns ecologistas de la historia, la película contiene momentos de una intensidad tanto lírica como narrativa insuperable que hace de ella toda una experiencia. Uno puede sentir el frio y la soledad que sienten los protagonistas mientras disfruta de esta maravilla que según confesaría hace unos años el mexicano González Iñárritu fue la principal fuente de inspiración de su película El renacido (2015). El film está basado en la historia real del soldado norteamericano John Jhonston, soldado, trampero y explorador de la América de la segunda mitad del XIX que vivió el último tercio de su vida entre las tribus indígenas que habitaban las Rocosas. Al parecer, estaba previsto que la película concluyese con la muerte del protagonista, pero Redford convenció a su amigo Pollack para que dejase el final más abierto y que fuese el espectador quien tuviese la última palabra.

Pollack, que desde el principio se ha encargado de dejar constancia en sus películas de su talante progresista, se reivindica con Tal como éramos (1972), una de sus películas más populares.  El director siempre se quejaba de que solo en Europa se supo captar el mensaje y el contenido político del film que en Estados Unidos se había entendido como una historia de amor a secas. Del film hoy se destaca la desbordante química que se estableció entre sus dos principales protagonistas Robert Redford y Barbra Streisand, encargada también de interpretar el memorable tema central que da título al film. Marvin Hamslich se llevó a su casa dos Oscars, el de mejor canción y el de mejor banda sonora.

Aliado con dos de los guionistas más en forma en los setenta, Paul Schrader (Taxi driver) y Robert Towne (Chinatown), Pollack despacha a continuación otro de sus grandes clásicos, Yakuza (1974) con un espléndido Robert Mitchum enfrentándose a la mafia japonesa. También merece ese calificativo su siguiente trabajo Los tres días del cóndor (1975), impecable intriga de espías y conspiraciones a las que tan aficionado será el director a lo largo de su carrera.

Después de esta primera etapa de vacas gordas, Pollack vive por primera vez un pequeño desencuentro con la crítica tras el estreno de Un instante, una vida, que a pesar de contar con la garantía de Al Pacino en lo alto del cartel adolece de un guión demasiado convencional y facilón. Para recuperarse de este pequeño tropiezo, el realizadortiene que recurrir a su amigo Redford que vuelve a reencontrarse con Jane Fonda doce años después de la mítica Descalzos por el parque (Gene Saks, 1967). El jinete eléctrico se erige en un simpático canto a la libertad y a la naturaleza en el que además su director se permite atacar con dureza el poder de la prensa y los medios de comunicación.

La prensa no sale tampoco bien parada en Ausencia de malicia (1891), otra de conspiraciones en la sombra con la que Pollack inagura década. Paul Newman y Sally Field lideran el reparto de una película que, en general, tuvo una acogida aceptable por parte del público y de la crítica. Un año después, Tootsie (1982) se convierte en la comedia más divertida de la filmografía del director con un impagable y travestido Dustin Hoffman. Otra de las bazas importantes del film es su guión, repleto de enredos y de eficaces gags. El mérito de Pollack es saber controlar en todo momento una historia que en cualquier momento podía habérsele ido de las manos perfectamente. Jessica Lange ganó el primero de los dos Oscars de su carrera en la categoría de actriz secundara, pero la indiscutible estrella es aquí Hoffman.

En 1985, Memorias de África supone el punto cumbre en la trayectoria de Pollack, coronada con el triunfo absoluto en la ceremonia de los Oscars del año siguiente. Nada volverá ya a ser igual desde entonces. Aún así el clasicismo y la calidad en la producción son evidentes en la última de las colaboraciones entre el realizador y su inseparable Redford, Habana (1990), drama romántico ambientado en la Cuba de Batista con ecos más que sutiles a la mítica Casablanca.   O en la adaptación del best- seller de John Grisham  La tapadera (1993), intriga judicial tan electrizante como el recordado “score” compuesto para la ocasión por Dave Grushin, con un Tom Cruise en su mejor momento dando la réplica al mismísimo Gene Hackman.

Discutible y condenado de antemano al fracaso es el remake del clásico Sabrina que Pollack emprende en 1995. Sabedor de que no puede ni de lejos superar el original de Wilder, el director se limita a filmar con buen gusto y cierta elegancia una historia cuyo encanto está fuera de toda duda. Todavía incluso más fallida que este remake resulta ser Caprichos del destino (1999), empalagoso melodrama romántico que no salvan ni la presencia de Harrison Ford ni el buen hacer de Kristin Scott Thomas.

Seis años después, Pollack presenta la que será su última ficción, La intérprete (2006), el en la que despliega su dominio del suspense, al estilo de Los tres días del cóndor o La tapadera, contando con dos actores de lujo como Sean Penn y Nicole Kidman. El último trabajo que nos legó el director antes de despedirse de todos nosotros fue el documental Apuntes de Frank Ghery (2006) en el que una larga entrevista de horas con el famoso constructor norteamericano sirve de base para esbozar el proceso creativo de su obra. Recientemente, con motivo de la desaparición de la diva del soul Aretha Franklin, se estrenó otro documental Amazing Grace (2018), con abundante material gráfico que Pollack rodó a comienzos de los años 70 durante un concierto de la cantante en la Iglesia Bautista de New Temple. Antes de morir, el director expresó su deseo de que el film se montara y se estrenara en las pantallas. Alan Eliot figura en los créditos como codirector del proyecto.

Sorprende el dato de que, a lo largo de su carrera, Pollack se prodigó más delante de las cámaras que detrás; de hecho, la de actor fue su primera vocación, y ha desarrollado esa faceta en varias de sus películas. También en las de otros.  Recordemos títulos como La muerte os sienta tan bien (Robert Zemeckis, 1992), Acción civil (Steven Zaillian, 1998) o Michael Clayton (Tony Gilroy, 2007). Pero, sin duda, sus dos papeles más recordados son el del amigo de la pareja protagonista en Maridos y mujeres (Woody Allen, 1992), y el del médico de Eyes Wide Shout (Stanley Kubrick, 1999), un personaje que iba a ser interpretado inicialmente por Harvey Keitel.

Entre las grandes pasiones del artista, que moría en Los Ángeles el 26 de mayo de 2008 víctima de un cáncer de garganta, figuraban la arquitectura y la aviación. Tenía su propio avión que él mismo pilotaba, e incluso le gustaba utilizarlo para desplazarse de un lado a otro del mundo durante las promociones de sus films. Tal vez por eso, la imagen más poderosa que nos dejó fue un viaje en avioneta surcando los cielos sobre la sabana africana. Ese día, Sydney Pollack nos enseñó cómo era el mundo desde arriba. A través de los ojos de Dios.




Nairobi, 1913. A sus 28 años, Karen Dinesen se traslada desde su Dinamarca natal a la capital de Kenia para contraer matrimonio y convertirse en la baronesa Von Blixen. En realidad, Karen estaba enamorada de su primo segundo Hans, pero sus padres la obligaron a casarse con el hermano gemelo de éste que ostentaba el citado rango nobiliario. En el trayecto a la ciudad, el tren en el que viaja Karen se detiene para que unos nativos suban a uno de los vagones varias piezas de marfil que llevan consigo. Al frente, figura el apuesto Denys Finch Hutton que en su primer encuentro desea a la mujer suerte en su nueva vida.

Al llegar a Nairobi, Karen acude al hotel donde espera encontrar a su marido. La joven entra en el bar del establecimiento, pero su presencia es rechazada ya que solo se autoriza la entrada a hombres. Finalmente, Karen se encuentra con Bor que la lleva a su hacienda donde nada más llegar se celebra la boda.

Durante la cena, la pareja tiene su primera discusión. Karen que viajó a África pensando que iba a regentar una explotación ganadera descubre que su marido ha decidido sin previo aviso plantar café, y que además la primera cosecha tardará cuatro años en llegar. Ante su indignación, Bror le recuerda que el suyo es un matrimonio de conveniencia y que las decisiones las toma él.

Al despertar a la mañana siguiente un sirviente informa a Karen que su marido ha salido de caza y que volverá antes de que comience la época de lluvia para la cual quedan aún varias semanas. La mujer intenta organizar su vida en la granja, visitando a los nativos y mostrando interés por ellos. En una de esas primeras visitas conoce a Kamante, un niño que más tarde se convertirá en su cocinero. Al ver el lamentable estado de su pierna, la mujer le pide que vaya a verla a la granja y que debería acudir a un médico. Un día recibe en la granja a Denys y su socio Berckley a quienes invita a cenar. La velada resulta agradable, y Karen termina contándole a sus invitados un cuento, una historia que construye a partir de una frase que inventa Denys. A la mañana siguiente, durante la despedida el hombre le regala su pluma y le pide que escriba y publique esos cuentos. Bror regresa a la granja, y ante la inminente llegada de la guerra mundial al continente, y a pesar de ser sueco, decide unirse a las tropas británicas.

Con el conflicto ya a las puertas, las autoridades invitan a las mujeres y niños a huir a la ciudad, pero en lugar de eso, Karen se pone al frente de la expedición encargada de llevar medicinas a los soldados del frente. Y aunque se pierden por el camino, finalmente logran llegar al puesto donde Bror confiesa a su esposa su intención de convertirse en cazador profesional tras la guerra.

A su regreso a la finca, Karen descubre que ha contraído la sífilis y que debe viajar a su país para tratarse. De nuevo en África, sana pero sin posibilidad de tener hijos, la baronesa está en disposición de recoger su primera cosecha de café que resulta ser excelente, aunque el inmediato fin de la guerra augura una considerable bajada de precios.

La guerra termina, y la celebración de la Nochevieja es más feliz que los años anteriores. Karen y Bror acuden a una fiesta, en la que ella tiene un encontronazo con un grupo de diplomáticos ingleses que se dirigen con desprecio a los nativos. Se encuentra con Denys y bailan hasta que suena el Vals de las Horas, momento en el que se besan para felicitarse el nuevo año. De regreso, Karen advierte a su marido que está harta de sus infidelidades y que desea que se mude a otro lugar y abandone la granja.

La prohibición gubernamental del comercio de marfil obliga a Denys a reinventarse y a buscar trabajo como guía de safaris y cazador de animales para zoo. Karen le acompañará durante una de esas excursiones y la relación entre ambos se afianzará. No obstante, Denys debe ausentarse a menudo a causa de su trabajo, pero es ante todo su miedo a atarse a Karen lo que le paraliza. Ella se centra en su labor al frente del cafetal y en montar una escuela para los kuyuyu, la tribu dominante en la zona.

En una de sus visitas a Karen, Dennys la lleva a dar un paseo por la sabana a bordo de su avioneta para ver el mundo “a través de los ojos de Dios”. Será una experiencia que ninguno de los dos olvidará.

Las cosas parecen empezar a torcerse en la granja, y Karen debe solicitar un crédito al banco para hacer frente a los gastos. Berkley, el socio de Denys, muere de malaria y sorprende a su amigo al confesarle que ha pasado los últimos años de su vida al lado de una mujer africana a la que amó. Bror se reúne con su mujer y le pide el divorcio para casarse con una mujer más joven y más rica; aprovechando la situación, aquella pregunta a Finch Hutton si se casaría con él recibiendo un no por respuesta.

Una noche, un incendio destruye los graneros donde se almacena el café, lo que supone que la baronesa se vea definitivamente en la ruina. Decide entonces regresar a Dinamarca, pero antes quiere solucionar la vida de los kuyuyu garantizándoles un lugar donde vivir. Karen acude a la fiesta de recepción del nuevo gobernador en la zona, y delante de todo el mundo se arrodilla ante él suplicándole ayuda.  La esposa del gobernador le da su palabra de que hará todo cuanto esté en su mano para que los kuyuyu tengan un hogar. En ese momento aparece Denys que se la lleva a un aparte y le ofrece ser él quien la ayude, pero esta rechaza la oferta.

Tras empaquetar y vender los enseres de la finca, Karen recibe una nueva visita de Dennys que se confiesa ante la mujer, y le pide que le espere hasta la semana siguiente para viajar juntos a Mombasa e intentar emprender una vida juntos.

Pero Dennys nunca regresará. Bror será el encargado de anunciar a su ya ex esposa que mientras regresaba de su viaje se estrelló con su avioneta y murió. Karen enterrará al amor de su vida en lo alto de una pradera, junto a una extensa terraza desde la que se observan unas increíbles vistas de la llanura africana. Mientras está en el hotel ultimando los preparativos de su marcha un hombre se acerca a ella y la invita a tomar una copa junto a sus compañeros. Karen entra en el bar que le negó la entrada el primer día que pisó suelo keniata, y ante la mirada de todos, se aproxima a la barra y pide un wiski para a continuación alzar su copa y brindar “por la cándida adolescencia” *. Ya en el andén acude Kamente a despedirle con deseos de ir con ella. ¿No hay cocineros donde tu vas?” le pregunta.

Ya en Dinamarca, Karen recibe una carta de uno de sus sirvientes, que le habla de que a menudo sobre la tumba de Dennys, una pareja de leones macho y hembra, se detienen durante el crepúsculo a descansar mientras contempla el horizonte.

*El brindis que se escucha en la versión original se podría traducir algo así como “labios rosados de doncella y muchachos apuestos”, verso de un poema de A.E. Housman, uno de los autores favoritos de Finch Hutton. Karen lee otro poema suyo durante el funeral de su amado.




Años más tarde, bajo el pseudónimo de Isaak Dinesen, la baronesa Von Blixen cumplió la promesa hecha a Dennis de escribir y publicar los relatos que le contó durante su estancia en África. Dinesen plasmó también su experiencia en el continente negro en varios libros entre los cuales se encuentra el que sirvió de base a la película que hoy comentamos. Orson Welles fue el primero en querer llevar al cine la vida de la autora danesa, una de las favoritas del creador de Ciudadano Kane. El genial director anduvo detrás de la adaptación de varios cuentos de la escritora danesa, aunque finalmente solo pudo versionar uno, el que dio pie a la producción televisiva Una historia inmortal (1968) que protagonizó Jeanne Moureau. Otro de los relatos de la autora que se llevó al cine con éxito fue El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987) que supuso para Dinamarca el primero de sus Oscars en la categoría de película extranjera.

Lo cierto es que Karen Blixen fue todo un personaje en su tiempo con una de esas vidas de película que incluyen sus cerca de diecisiete años en África. Greta Garbo acarició también durante años el sueño de interpretar en la pantalla a la aristócrata escandinava que escribiría su obra más conocida en 1937, suscitando un enorme interés entre los críticos de la época. Casi cinco décadas después la vida de la escritora llegaba por fin al cine de la mano de Sydney Pollack en una de las grandes superproducciones del Hollywood de los ochenta.

Kurt Luedtke, que ya había trabajado con Pollack en Ausencia de malicia, fue el encargado de escribir el guión de la película. Al ser Memorias de África un texto más descriptivo que narrativo, Luedtke tuvo cierto margen de maniobra a la hora de condensar las obras de Dinesen. Además del libro citado, la película aprovecha otros textos de la escritora como Sombras en la hierba, que aparecía en 1960, y Cartas desde África, publicado de manera póstuma en 1981, diecinueve años después de su muerte.

Más que de errores y de inexactitudes, la película contiene una serie de licencias con respecto a la realidad que Dinesen contó en sus libros. Así por ejemplo se sabe que el matrimonio entre Karen y el barón vivió unos primeros años de felicidad tras la boda, aunque en pantalla vemos cómo tienen su primera discusión la misma noche en la que ella pone el pie en la granja. Igualmente parece ser que Dennys Finch Hutton era bisexual, dato que no aparece en el film. Hutton era además británico, pero debido a los problemas que tuvo Robert Redford para imitar el acento inglés, al personaje se le inventó un origen norteamericano. Por cierto que Jeremy Irons se postuló él mismo para interpretar al protagonista, pero Pollack tuvo desde el principio quién iba a ser el protagonista masculino de su película.

Quien no era la primera opción para la protagonista fue Meryl Streep, y dicen que incluso se pensó en Audrey Hepburn para el papel. La actriz había anunciado a mediados de la década anterior su retirada definitiva del cine, y esta hubiese supuesto su reentré por la puerta grande (como se sabe, la actriz volvería años más tarde a las pantallas para protagonizar un último y pequeño papel en Always de Steven Spielberg). Finalmente, la Streep pudo convencer al director y a los productores que ella era la mejor elección. A diferencia de Redford, ella sí era una experta en simular acentos – ya lo había hecho en la serie Holocausto y en La decisión de Sophie (Alan J. Pakula, 1982), el film que le valió el segundo Oscar de su carrera- y clavo la dicción escandinava de su personaje. Además parece que Meryl y Robert se llevaron muy bien durante el rodaje y se hicieron bastante amigos, lo que se traduce en la química que posteriormente se establece en pantalla entre ambos. 

El tercero en discordia en la piel del adúltero barón Blixen fue el austriaco Klaus María Brandauer, quien también interpreta de forma esporádica en una breve escena inicial al hermano gemelo de su personaje. El actor se había dado a conocer internacionalmente en la producción húngara Mephisto (Itsvan Szabo, 1981), el primer Oscar para el país centroeuropeo en el apartado de mejor película extranjera, aunque a Pollack le había llamado la atención en su aparición en la cinta de la saga Bond Nunca digas nunca jamás (Irvin Karshner, 1983) haciendo las veces del villano de turno enemigo de 007. Brandauer está excelente en su composición de Von Blixen, y su nominación como mejor secundario del año por su trabajo se antoja algo más que merecida.

Con un total de siete estatuillas doradas (sobre once posibilidades) Memorias de África se coronó como la gran ganadora en la edición de los Oscars de 1986, en una ceremonia que será recordada también por el ninguneo absoluto a El color púrpura de Steven Spielberg (cero premios de once nominaciones. Entre los reconocimientos de la obra de Pollack, además del de a la Mejor Película y a la Mejor Dirección, figuran los galardones al mejor guión original, mejor sonido y mejor diseño de producción. Además, fueron recompensadas la labor de fotografía de David Watkin (que batió en la final a Ran de Akira Kurosawa, tal vez el mejor trabajo del año en ese apartado) y la memorable banda sonora de John Barry. 

Memorias de África fue una de las grandes superproducciones del Hollywood de los ochenta, justo cuando este tipo de películas parecía estar volviendo a ponerse de moda. Un año antes se había estrenado Pasaje a la India, el último trabajo de David Lean, el gran maestro de la epopeya histórica en el cine de los sesenta, y que también estuvo tentado durante un tiempo para llevar a la pantalla la obra y la vida de Dinesesn. Pollack demostró su talento y capacidad para este tipo de historias románticas a la que añadió el indispensable componente épico, La película suma también el retrato veraz y valiente de una mujer que intenta abrirse camino en un mundo eminentemente masculino, y asimismo se pone de manifiesto el compromiso social del director en su denuncia de la política colonial por la cual los mandatarios europeos se repartieron las fronteras del continente negro a escuadra y cartabón.

“Nadie es dueño de nada. Estamos de paso” le dice en un momento del film el personaje de Finch Hatton a su enamorada Karen. Es otra de las ideas del film, nada nos pertenece y si acaso somos nosotros los que pertenecemos a la naturaleza. Nadie mejor que quien fue Jeremiah Johnson para que de su boca salgan esas palabras.  Es nuestra labor cuidar nuestro entorno, y no lo estamos haciendo. Y así nos va. “Sé una canción sobre África, ¿sabrá África una canción sobre mí?”. Probablemente no sea Memorias de África la mejor película de Pollack, pero sí desde luego la más popular y quizá la más representativa de un autor que hizo del canto a la libertad y del amor a la naturaleza las banderas de su cine.







Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Si me preguntaran cuál es mi director de cine contemporáneo preferido no lo dudaría, Sidney Pollack. Por supuesto me gusta alguno más pero es que me gustan casi todas las pelis de Pollack y algunas de ellas mucho, como Memorias de África, Los tres días del cóndor, Tal como éramos y Ausencia de malicia. Creo que tenía una habilidad especial para contar historias y hacer que llegaran al espectador. El sello Pollack.

Bonito y completo homenaje, maño.

Besos

low
carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Completo, no. Completísimo.

Ya he dicho varias veces que este especial de los lunes se debería publicar y ser manual para varios cursos de Historia del cine. Tanto la erudición como la forma de contar la historia del director, de la película y de lo que supuso el film en su momento, de sus precedentes y sus postcedentes como lo ameno que resulta su lectura hacen de este ciclo un documento único. Bravo Dex.

Y sobre Pollack, a mi también me parece un grande, le tenia un poco de tirria porque le conocí a través de "Tal como eramos" que me parecía (en su momento, yo era un crío aun) una película muy sensiblona. Sin embargo en "Las aventuras de Jeremiah Johnson" descubrí un magnífico realizador caoaz de dar ritmo a un relato sin apenas diálogos y con la soledad y la naturaleza casi como únicos personajes. Luego llegó "Yakuza" potentísima y sobre todo "Danzad, danzad malditos" que vi más tarde pese a ser anterior y que me impactó brutalmente en la adolescencia, de hecho la reví hace menos de un año y me sigue pareciendo una película brutal y muy cercana a la realidad actual si cambiamos el baile hasta desfallecer por supervivencias, extremas, cocineros de yincana, largos aislamientos televisados en directo...Un mundo donde la miseria o la falta de valores empujan a seguir "danzando" para conseguir el objetivo. En la película salir de la miseria, en la actualidad salir del anonimato o de una supuesta e indeseable mediocridad. "Tootsie" me hizo gracia, pero nunca me entusiasmó y salvo algún detalle fugaz creo que pierde mucho al revisarse. Todo lo contrario que "Memorias de África" que, para mi, pasó de buena a excelente y que cada vez que veo y ya van bastantes veces me parece mejor que la anterior.

Es un todo "Memorias...", interpretaciones excelentes, química entre Redford y Streep, una historia tremendamente hermosa, una fotografía y unos paisajes maravillosos, una música inolvidable...Si "Casablanca" es un compendio de hallazgos afortunados, "Memorias.." es un conjunto de inmejorables mimbres elegidos cuidadosamente, nada parece dejado al azar en esta película donde cada cosa cumple su función a la perfección.

Sólo tiene un problema la película de Pollack, la cantidad de películas que han intentado repetir la formula y que hemos visto fracasar una y otra vez, aun siendo algunas de ellas buenas películas. Ni Kim Bassinger, ni cielos protectores, ni jardineros fieles, ni gorilas con niebla, ni diamantes con sangre. Sea cual sea la temática o el género, nadie podrá volar como Denis y Karen, ni hacernos disfrutar igual.

Tampoco nadie podrá igualar al maestro maño en esto de enseñarnos todo lo que debemos saber y más.

Abrazos con lavado de cabeza.

Anónimo ha dicho que…
Eso creo que te pasa con el cine de PollacK que cuantas más veces lo revisas, más te gustan sus películas encontrando siempre algo nuevo que añadir.

Magistral repaso.

Me quedo, claro, con ese lavado de cabeza inolvidable. Ausss

Besos africanos.

Albanta

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