GUS MORNINS 16/7/19
“El
arte de dirigir consiste en saber cuándo dejar la batuta para no molestar a la
orquesta”
Herbert Von Karajan
Me he permitido abrir
con una frase de este insigne director porque hoy hace treinta años exactamente
nos dejó. Digamos que, a pesar de su inmenso bagaje cultural, nadie lo sintió
especialmente porque no estaba nada claro su pasado en los años de auge del
nazismo (entró a dirigir la Filarmónica de Berlín en lugar de Wilhelm
Furtwangler, reconocido antinazi y accedió a tocar con la orquesta en los
países ocupados). Sus defensores arguyen que no era nazi porque se despistó,
literalmente, mientras interpretaba a Wagner delante del mismísimo Adolfo
Hitler y éste le vetó para siempre en la Ópera de Berlín porque llegó a
producirse un silencio en determinado compás de Los Nibelungos. La verdad, una excusa algo débil. Más convincente
es que se afilió al partido nazi y que fingió su adhesión al mismo a causa de
que estaba casado con Anita Guttermann, una judía. Personalmente, y después de
haber leído una biografía del personaje, que tenía su tela, creo que sí
simpatizaba con los nazis. Tampoco se sintió demasiado su fallecimiento dentro
del mismo mundo cultural porque exhibía maneras de dictador con la orquesta.
Famoso fue su enfrentamiento con Anne-Sophie Mutter, excelsa violinista de la
que se enamoró recibiendo unas gigantescas calabazas, a la que hizo la vida
imposible porque no soportaba su negativa.
En cualquier caso, no
voy a desglosar más de su vida. El hecho de que hoy fuera el aniversario de su
fallecimiento me ha recordado una anécdota a propósito de que ocurrió en un
momento en el que yo leía su biografía. Me explico.
En cierta ocasión, creo
que yo estaba ya en el último año de carrera, quedé con un par de amigos para
ver una película en sesión de noche en la Filmoteca de Madrid, antiguo Cine
Doré (muchos lo han descubierto porque es el cine que sale en el homenaje a
Antonio Banderas en la película Dolor y
gloria, de Pedro Almodóvar). El caso es que la película que íbamos a ver
era La novia era él, de Howard Hawks,
con un tronchante Cary Grant y quedamos que el primero que llegara sacaría las
entradas.
Fui yo el primero que
llegué después de salir de clase (no sé por qué tuve que ir por la tarde aquel
día) y, para hacer tiempo, me saqué la biografía de Herbert Von Karajan y me
senté en una de las amplias mesas de mármol de la cafetería.
Como la Filmoteca es un
lugar de encuentro y de tertulia, se convirtió en una costumbre el hecho de
compartir mesa con quien te lo pidiera. En aquella ocasión estaba yo solo en la
mesa y dos jóvenes (quizá un par de años más jóvenes que yo), me pidieron licencia
para sentarse allí. Yo se la concedí sin dudar.
Enfrascado me hallaba
en la lectura de la biografía cuando, a raíz de sus conversaciones, pude
deducir que eran estudiantes de Periodismo en la rama de Imagen y Sonido (lo
que hoy viene a ser Comunicación Audiovisual) y comenzaron a hablar de Arrebato, de Ivan Zulueta, que les flipó
y tal. Todo bien hasta ese momento. En una desviación de la conversación va uno
y suelta:
-
A mí el libro que realmente me gusta es Los gozos y las sombras…de Camilo José
Cela.
Ahí ya comencé a dejar
de prestar atención a Karajan y a su vida porque me llamó la atención el
despiste que llevaban puesto que, como todos sabéis, dicha obra está firmada
por Gonzalo Torrente Ballester. Uno de ellos comenzó a hablar sobre el hecho de
que iban a comenzar a hacer prácticas.
-
Yo tengo una gran idea para hacer el
corto. Es muy sencillo. Se va a titular La
paja y consiste en que salgo yo y estoy haciéndome una manola. La cámara me
va a enfocar desde distintos puntos de vista y, en el momento clave, se va a
acercar y mancho el objetivo. Le he dicho a Fulanita (no recuerdo el nombre)
que me ayude con la fotografía y la iluminación y me ha dicho que no, que no se
atreve y yo le he dicho que si se quiere dedicar a esto tiene que dejarse de
prejuicios.
En ese momento, Karajan
era lo que menos me importaba del mundo. Seguí con la oreja pegada porque sabía
que ahí había material para contar a mis nietos. El otro aportó su idea.
-
Pues yo tengo una idea cojonuda. Se
trata de un tipo que tiene que asesinar a un testigo clave en un juicio contra
un mafioso. Es un profesional. Se instala delante del juzgado, en un hotel. El
plan es disparar desde la ventana cuando el testigo llegue a las escaleras del
juzgado. Pero tiene muy mala suerte. Resulta que justo en la habitación de al
lado se ha instalado un suicida deprimido que trata de consumar sus
intenciones. Y el asesino, claro, no está interesado en que se presente la
policía por allí, ni llamar la atención, y tiene que salvarle en todos sus
intentos…
Ahí ya no pude aguantar
más. Lo siento, a veces soy el repelente niño pedante.
-
Perdonad que os interrumpa, chicos. Esa
idea yo que tú no la haría porque esa misma historia, sin ninguna variación, la
hizo un director francés que se llamaba Edouard Molinaro con Lino Ventura y
Jacques Brel que se llamó en España El
embrollón aunque en francés el título original es L´emmerdeur (algo así como El
tío mierda)…
-
Ah, pues eso no tenía ni idea –me dijo
el segundo individuo- La verdad, no conozco al director.
-
Pero espera. Es que se hizo una segunda
versión. La hizo un chico que se llama Billy Wilder con el título de Aquí un amigo, con Walter Matthau y Jack
Lemmon en los principales papeles.
Juro que el fulano se
quedó más blanco que una sábana. Yo intenté consolarle diciendo que no pasaba nada, que no era una película muy
conocida y tal, pero ya me contestaron con monosílabos. En ese momento,
entraron allí mis amigos y pasamos una noche estupenda riéndonos como locos con
La novia era él.
A estas cosas me llevó
imbuirme del espíritu arrogante de Karajan. Para que veáis que no habéis
probado ni una milésima parte del auténtico pedante que guardo en mi interior.
Como vídeo, os dejó a
Karajan interpretando algo.
Y como mosaico, pues
una imagen de Aquí un amigo, la
última película (no muy buena, también es verdad) del gran Billy Wilder.
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