GUS MORNINS 4/12/18

“Yo compongo la música de los personajes, no de la acción”
                                                                                                 Alex North
Pocas personalidades del mundo del cine merecen más un homenaje en el gus que este compositor maravilloso que hoy hubiera cumplido los ciento ocho años. ¿Por qué? Porque es el único compositor de la historia del cine que obtuvo catorce nominaciones al Oscar…y no ganó nunca. La Academia intentó reparar el desaguisado concediéndole un Oscar honorífico en 1986, pero ahí queda el dato. Y Alex tenía bandas sonoras más que suficientes como para haberse llevado, al menos, dos o tres calvitos a la repisa de la chimenea de su casa.
Alex North nació con el nombre de Isadore Soifer, de claras reminiscencias judías. Pero el joven Isadore no era otro judío cualquiera, no. El chaval tenía auténtico talento para la música. Tanto es así que, cuando terminó sus estudios de secundaria, ingresó en el Instituto Curtis para la música de Philadelphia y, allí, sus profesores vieron tanto talento en él que no dudaron en recomendarle para una beca que ganó con sus brillantes notas para estudiar en una de las escuelas artísticas más prestigiosas del mundo: La Juilliard School de Nueva York. No contento con eso, Alex consiguió otra beca para ir a estudiar nada más y nada menos que al Conservatorio de Música de Moscú y allí le tenéis, con 23 años e ingresando con honores en la Unión de Compositores Soviéticos siendo el primer americano que lo consiguió. Aún así, con 24 años le dieron ya la dirección del Teatro Estatal de Lituania. Ahí se dio cuenta de que aún le faltaban cosas por aprender así que, ni corto ni perezoso, se volvió a Estados Unidos para estudiar con el compositor americano de mayor fama de la época, Aaron Copland. En apenas dos años, Alex North ya había compuesto dos sinfonías, varias piezas de música de cámara y dos ballets, uno de ellos para la coreógrafa Martha Graham, una de las luminarias de la danza clásica de los años treinta y una auténtica leyenda.
Para replantearse la existencia y absorber su música étnica, North se fue una temporada a México y allí recibió la carta de reclutamiento para su incorporación al Ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Con el grado de capitán se puso a cargo de los programas terapéuticos de entretenimiento para los pacientes de hospitales psiquiátricos. Parece ser que consiguió resultados sorprendentes.
Profundamente influenciado por la música de Duke Ellington, North empezó a investigar en el campo del jazz y el propio Benny Goodman le encarga un concierto para clarinete y orquesta para ser estrenado en salas clásicas. Se estrenó en 1946, con el propio Goodman como clarinete solista y bajo la dirección de Leonard Bernstein al mando de la Filarmónica de Nueva York. Al año siguiente, Elia Kazan le encarga la música ambiental que acompañará el final (terrible e impactante) de sus representaciones de La muerte de un viajante, de Arthur Miller. Esto le empieza a abrir las puertas de Hollywood y cuando Kazan decide dirigir Un tranvía llamado Deseo con Marlon Brando, Vivien Leigh, Kim Hunter y Karl Malden, no lo duda. Quiere a Alex North en la banda sonora. Su trabajo fue terriblemente osado porque la banda sonora de esta película es el primero en toda la historia del cine que es íntegramente jazzístico. Laszlo Benedek quiere que escriba más música para su adaptación de La muerte de un viajante, con Fredric March; y Kazan le cree idóneo para realizar la banda sonora de Viva Zapata por su profundo conocimiento de los ritmos mejicanos en la que North no dudó en utilizar instrumentos muy poco comunes como las marimbas y timbales para potenciar, precisamente, el lado étnico de la historia.
Después de realizar la banda sonora de La rosa tatuada, de Daniel Mann, Alex North se atrevió a invadir el mercado nacional de música pop componiendo una melodía que todos conocéis muy bien. Es Unchained melody, popularizada por los Righteous Brothers y que sirvió como banda sonora para la película Ghost (este es un dato que, curiosamente, muchos cinéfilos no saben). Compuso los scores de películas como El farsante o Vidas rebeldes y, luego, consiguió la que, para mí, es su obra maestra: la banda sonora de Espartaco, de Stanley Kubrick. No os preocupéis, no os voy a aburrir con ella, ya hemos hablado suficiente sobre esta película. Sólo apuntaros que tanto Steven Spielberg como John Williams la consideran una de las mejores y más originales bandas sonoras que se han escrito nunca.
También se encargó de la partitura de Cleopatra, de Joe Mankiewicz, la delicadísima música de El gran combate, de John Ford; o esa auténtica maravilla que es la banda sonora de El tormento y el éxtasis, de Carol Reed, que llega a poner los pelos de punta. En 1966 compone a la misma austeridad, con apenas una guitarra española, en la banda sonora de ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Mike Nichols. Y en 1968 le llega un nuevo encargo.
Se trataba de la música de 2001: Una odisea en el espacio. Stanley Kubrick no quería utilizar a North como compositor, no porque no le gustara, sino porque tenía previsto emplear música clásica. Aún así, la Metro Goldwyn Mayer quiso imponerle a Kubrick el empleo de North (recordemos, los años sesenta son los años de la explosión comercial de las bandas sonoras y los de la Metro no tenían mucha fe en vender muchos discos si la banda sonora iba a ser de Richard y Johann Strauss). El caso es que el propio North se presentó en el rodaje y le pidió indicaciones a Kubrick. Éste le dijo que se fijase en Así habló Zaratustra, de Richard Strauss. North se puso a trabajar. Cuando llevaba, aproximadamente, dos tercios del trabajo hecho, se la enseñó a Kubrick y éste le dijo que estaba muy bien y que no trabajara más porque el resto lo iba a completar con música clásica. Contento y feliz, North creía que había hecho uno de sus mejores trabajos y se presentó con su familia al completo al estreno de la película…para comprobar que Stanley Kubrick no había utilizado ni una sola nota en ella. Como resultado, Alex North tuvo que someterse a tratamiento psicológico intensivo durante dos años. La banda sonora ha permanecido en la oscuridad hasta 1995, fecha en la que el gran compositor Jerry Goldsmith la rescató para grabarla con la National Philharmonic. Por aquí la tengo en casa. Y si queréis mi opinión…Kubrick tenía razón. Era mejor su idea. Otra cosa es que esté de acuerdo con sus maneras.
Compuso La brigada del diablo con variaciones sobre el famoso himno escocés muy interesantes, y Las sandalias del pescador, una banda sonora muy potente que le granjeó la enésima nominación, mientras se estrenaba la película de Kubrick, pero no volvió a trabajar hasta cuatro años después con Los indeseables, de Stuart Rosenberg, con Paul Newman y Lee Marvin y ahí inicia su etapa final en el cine llegando a coquetear con la televisión haciéndose cargo de la sintonía de la serie Hombre rico, hombre pobre. También vinieron por ahí Muerde la bala y sus colaboraciones fantásticas con John Huston en Sangre sabia, Bajo el volcán, El honor de los Prizzi y, sobre todo, esa auténtica maravilla de raíces irlandesas que es Dublineses (Los muertos). Finaliza su carrera con Good morning, Vietnam, de Barry Levinson y con una película checa, dificilísima de ver, pero enormemente atractiva, titulada La última mariposa en la que un experto mimo judío, encarcelado en un campo de concentración, es encargado de escribir y representar una obra de teatro en distintos campos para que las cámaras recojan lo bien que trataban los nazis a los niños judíos. Con la obra que escribe consigue hacer una inteligente contrapropaganda. Una pequeña maravilla de Karel Kachyna que protagonizó Tom Courtenay.
El mismo año en el que se estrena su última obra, en septiembre, Alex North fallecía de un ataque al corazón mientras se encontraba investigando sobre la música africana en la ciudad de Matola, Mozambique.
Como experimento interesante os dejo cómo hubiera quedado el principio de 2001: Una odisea en el espacio con la música que había compuesto Alex North. Recordad que desde que aparece el cartel de The dawn of man no hay música pues Kubrick no quiso poner ni una nota hasta la aparición del monolito que lo subrayó con la música del Lux aeterna, de Ligety.


Y como mosaico, ahí os lo dejo. Revisando una de sus partituras antes de una grabación. Un genio entre pentagramas.




Comentarios

INDI ha dicho que…
bueno bueno, parece que todos andamos liados. Éste comentario vale por dos, para el gus de ayer de Dex y para el de hoy del Lobo.

Pero qué rejodios que sois los dos, cuánto sabéis de cine, es un gustazo leeros!

Abrazos a toda velocidad

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