GUS MORNINS 11/12/18
“Damas
y caballeros, chicos y chicas, me gustaría dejarles contando una historia que
les haga pensar en su camino de vuelta a casa mientras atraviesan la oscuridad.
Érase una vez, hace muchos, muchos años, un rico mercader de Bagdad envió a su
criado al mercado para comprar provisiones. Pasado un tiempo, el criado volvió
con la cara muy pálida y temblando diciendo:
-.
Amo, mientras estaba en el mercado, vi a una mujer que me hacía gestos entre la
multitud. Me acerqué y era la Muerte. Me miraba y me hacía gestos. Oh, amo,
présteme su caballo para que yo pueda salir de la ciudad y escapar de mi
destino. Cabalgaré hasta Samara y allí la Muerte no podrá encontrarme-
Así
que el rico mercader le prestó su caballo y el criado montó en ella, picó
espuelas, y tan rápido como pudo, el caballo le llevó hasta Samara. Después, el
mercader fue al mercado y vio a la Muerte en medio de la multitud. Se acercó a
ella y le dijo:
-.
¿Por qué hacías gestos a mi criado cuando lo has visto esta mañana?
Y
la Muerte contestó:
-.
No le hacía gestos. Sólo mostraba mi sorpresa porque no esperaba encontrarlo
aquí en Bagdad ya que tengo una cita con él esta noche…en Samara…”
Byron Orlok (Boris Karloff) en “El héroe anda suelto”, de Peter
Bogdanovich
En ausencia de
efemérides destacables, volvemos a repasar uno de esos estrenos de los que se
cumplen cincuenta años. El héroe anda
suelto, de Peter Bogdanovich es una de esas películas que no conoce una
gran mayoría de cinéfilos aunque sí los que recordamos aquellos Mis terrores favoritos, del gran Chicho
Ibáñez Serrador que ahora va a ser galardonado con el Goya de honor. La
película causó un gran revuelo en su día por esa contraposición entre las
películas de terror y el terror real que causa un perturbado mental que, un
buen día, decide coger un fusil y disparar al primero que se le cruza. Primero
se sube a una torre y dispara a los coches que pasan por una autopista cercana.
Después, decide ir a un drive-in o un
autocine y perpetrar allí una matanza. Paralelamente, Bogdanovich nos cuenta la
historia de Byron Orlok, un actor de películas de terror que decide abandonar
su profesión porque ve que la realidad y su horror superan cualquier miedo que
él pueda provocar a través de la pantalla. En despedida, se le organiza un
estreno de gala en el mismo drive-in
en el que coincidirá con el francotirador. Una película, desde luego,
inquietante, con una honda preocupación por la situación en la que volvían
algunos veteranos del Vietnam y por el asesinato de la fantasía en aras de una
realidad mucho más cruel.
La película, además,
fue producida por Roger Corman, el gran gurú de la serie B norteamericana de
los años sesenta que, en aquellos años, intentaba dar un salto de prestigio
presentando películas con un mejor acabado formal como ésta o su propia
película sobre Al Capone, La matanza del
día de San Valentín. Aún así, sus presupuestos distaban mucho de los de una
película de primera categoría y, sin embargo, era capaz de sacar algunos metros
de buen cine. Esta película es una buena muestra de ello, rodada con una
naturalidad hiperrealista, sin poner demasiado énfasis en nada, lo cual aumenta
la sensación de inquietud en una sociedad que va a la deriva por culpa de la
violencia.
Vamos con las anécdotas
de la película que sé que os gustan.
El hecho de que el
francotirador se suba a un depósito de agua para disparar a los coches que
pasan por una autopista cercana está inspirado en un hecho real protagonizado
por un niño de dieciséis años, Michael Andrew Clark, que subió a una colina
cercana también a una autovía y realizó disparos a todas las motos que pasaban
por allí. Mató a tres personas e hirió a otras diez y después se suicidó. Se
encontró una nota en su casa, condenando a sus padres con la culpa diciendo,
literalmente, “ojalá paguéis diez veces
en un juicio”, lo cual fue cierto. Un abogado de las víctimas denunció a
los padres del chaval por negligencia a la hora de limitar el acceso del niño a
las armas de fuego. Los padres fueron condenados a penas de cárcel.
Roger Corman quería
producirle una película a ese jovencito salido de una escuela de cine
(recordemos que Bogdanovich pertenece a esa generación de la que ya hemos
hablado y de la que forman parte Martin Scorsese, Brian de Palma, John Milius,
Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, Philip Kaufman y William Friedkin) y le
dijo, literalmente, que le produciría cualquier película que quisiera hacer,
pero con dos condiciones. Tenía que utilizar metraje de la película producida
por él mismo El terror, que
protagonizó Boris Karloff. Y tenía que contar con el mismo Karloff de
protagonista. Cuando Bogdanovich terminó el guión se lo entregó a Karloff que
quedó tan impresionado que decidió hacer la película por la mitad de su sueldo.
Durante el tiempo que
duró el rodaje (apenas unos veinte días debido al ajustado presupuesto), se
notó que Karloff no andaba bien de salud. Sufría de enfisema pulmonar y de
artritis reumatoide. Tenía ochenta años y tenía que descansar en una silla de
ruedas con un pulmón de oxígeno entre tomas. De hecho, su debilidad es visible
en alguna de ellas. Aún así, Karloff vivió lo suficiente como para ver la
película estrenada y proclamar orgulloso que había sido su mejor trabajo como
actor para el cine.
La película no contiene
música en su banda sonora en ningún momento. Sólo música incidental que se oye
en la radio de un coche.
La escena en la que
Karloff relata el cuento con el que hemos abierto el gus la hizo en una sola
toma. Cuando terminó, todo el equipo estalló en una cerrada ovación.
Cuando hubo que
estrenar la película, Paramount, la distribuidora de la misma, se asustó tanto
que obligó a Corman a poner un cartel al principio de ella denunciando el uso
de la violencia a través de las armas.
La casa del
francotirador y el hotel donde se hospeda Karloff, realmente son los mismos
paneles de decorado, puestos de otra forma y con una mano de pintura de
distinto color.
La escena del
francotirador en lo alto del depósito de agua se rodó sin sonido alguno. Todos
los sonidos fueron añadidos en post-producción.
Corman sugirió a Bogdanovich
que, para el papel del francotirador, contratase al mismo actor que secunda a
Karloff en la película El terror que
no es otro que Jack Nicholson. La idea de Bogdanovich era que el rostro del
asesino no fuera demasiado familiar (Nicholson ya estaba despegando en su
carrera). Como ello suponía un importante ahorro en el presupuesto, Corman
aceptó contratar al desconocido Tim O´Kelly.
El guión fue retocado
por otro cineasta del que ya hemos hablado, Samuel Fuller. De hecho,
Bogdanovich interpreta a un director de cine llamado Sammy Michaels, bautizado
así en homenaje a Fuller porque el nombre intermedio de éste es Michael. Samuel
Michael Fuller.
Samuel Fuller estuvo
presente durante gran parte del rodaje y ejerció de “ahorrador” en la
producción, aconsejando a Bogdanovich cómo podía salvar el presupuesto.
Cuando Corman contrató
a Bogdanovich le dijo que la película tenía que ser una mezcla del estilo de
Alfred Hitchcock con el de Howard Hawks.
A raíz del posterior
éxito que obtuvo Bogdanovich con su siguiente película, La última sesión, Paramount y Corman organizaron un reestreno por
todo lo alto de El héroe anda suelto
con un éxito considerable.
Evidentemente, el
nombre de Byron Orlok es un homenaje a Nosferatu,
de F.W. Murnau, ya que allí el vampiro protagonista se llama Orlok.
Lo cierto es que es una
película de la que todos estuvieron muy orgullosos. Es incómoda de ver, pero a
mí me pareció siempre estupenda, una obra sorprendente teniendo en cuenta que
era la primera que dirigía Peter Bogdanovich.
Os dejo con la
preparación del francotirador desde lo alto del depósito de agua.
Y como mosaico, os dejo
a Bogdanovich y Karloff hablando sobre la siguiente escena de El héroe anda suelto.
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Abrazos a toda prisa.