GUS MORNINS 3/12/19
“Hoy
en día todo se hace de la forma más complicada posible. La luz, las cámaras, la
interpretación. A mí me ha costado treinta años llegar a la sencillez”
Sven Nykvist
Hacía mucho que no nos
ocupábamos de algún maestro de la luz y la ocasión de este 3 de diciembre nos
viene que ni pintada porque este señor, sueco de nacimiento, hubiera cumplido
la respetable edad de 97 años. Tengo que decir que, en cierta ocasión, lo tuve
frente a frente. Alguien de la organización del Photomad (Festival de
Fotografía de Madrid) se equivocó y puso mi nombre entre los invitados y allá
que fui, al Círculo de Bellas Artes, a ver cómo hablaba este señor sobre la luz
y sus secretos. Aunque ya estaba mayor y algo achacoso, era un auténtico placer
escucharle con sus experiencias, sobre todo con Ingmar Bergman y con Woody
Allen. Y dijo una cosa sobre Madrid que me gustó mucho: “Madrid no es fácil de fotografiar. La luz
es muy dura, nada fotogénica, es difícil. Sin embargo, tiene los mejores
atardeceres que he visto en mi vida”. Por supuesto, arrancó una salva de
aplausos entre los asistentes. Una vez acabado el acto, me acerqué, me
identifiqué y charlamos un par de minutos. Le pregunté si se manejaba mejor con
el color o con el blanco y negro y me dijo: “El
color te da muchas posibilidades, pero el blanco y negro te da muchos
sentimientos. Yo soy hombre de blanco y negro obligado a trabajar en color”.
Ése era Sven Nykvist.
El caso es que Sven
Nykvist está considerado uno de los más grandes maestros de la fotografía
cinematográfica de todos los tiempos. Está considerado un experto de la luz
natural, muy poco amante de filtros, amante de la simplicidad en los planos y
también pasa por ser el hombre que mejor ha fotografiado a actores y actrices
en primer plano. El caso es que Sven, al igual que Ingmar Bergman, nació en el
seno de una familia de protestantes misioneros en Suecia. Mientras sus padres
se marchaban al Congo durante muchos meses, Sven y sus dos hermanos se quedaban
en una escuela especial para hijos de misioneros a los que se les exigía un
altísimo rendimiento académico. El padre de Sven, Gunnar Nykvist, era un
apasionado de la fotografía y se compró una de aquellas de fuelle y trípode
para poder sacar instantáneas de los niños a los que intentaba ayudar en el
Congo. Las enviaba a sus hijos después de revelarlas él mismo en un pequeño
laboratorio de campaña y a Sven le encantaban. Su tía, que estaba más a o menos
a cargo de los niños de los Nykvist, apreciando la pasión que se despertaba en
Sven, le regaló una cámara y dispuso un pequeño cuarto en su casa para que
pudiera revelar las fotos.
Con quince años, el
pequeño Sven era todo un maestro de la fotografía y pidió a su tía que le
regalara una máquina cinematográfica para poder seguir avanzando. Su talento
era tal que consiguió un ingreso con la máxima nota en la Escuela de Fotografía
de Estocolmo graduándose cum laude
también con la máxima nota habida en esa institución en todos los alumnos de
todas las promociones.
En 1941, con apenas
diecinueve años y ya graduado (algo inusual para su edad), se presentó en los
estudios Sandrews de Estocolmo para pedir un trabajo. Se le evaluó en
conocimientos y se decidió que Sven trabajase como ayudante de fotografía.
Siguió en ese trabajo durante cuatro años hasta que en 1945 decidieron que se
encargase de la fotografía de una película del director sueco Rolf Husbert
titulada Juventud que promete.
Para perfeccionar su
estilo, Sven no dudó en desplazarse hasta el Congo para rodar un documental
allí mismo, sobre las misiones, y otro sobre la labor misionera del pianista
Albert Schweitzer. De esta manera, Sven se ganó el beneplácito de la familia,
que no veía con buenos ojos que se dedicara al cine. Con estos trabajo, Sven
les demostró que el cine podía ser muy útil en cualquier campo de la vida,
incluso en el misionero.
La parte negativa es
que durante el viaje, Sven Nykvist contrajo malaria crónica, nunca curada del
todo. La consecuencia fue que se sintió mal de modo repentino en el momento más
inesperado. Muy a menudo, en medio de los rodajes.
En 1953, el director de
fotografía Gunnar Fischer se sintió indispuesto justo cuando iba a empezar el
rodaje de la película Noche de circo,
para el director Ingmar Bergman. Éste le pidió un nombre para reemplazarlo y
Fischer le dijo que había un joven que podía ser un auténtico fenómeno en el
campo fotográfico y le dio el nombre de Sven Nykvist. A partir de ahí comenzó
una larga asociación, fomentada desde la amistad, con el mejor director sueco
de todos los tiempos y unos de los mejores del mundo. Con la libertad creativa
que le proporcionó Bergman, Nykvist desarrolló un estilo propio y nítido,
absolutamente espectacular, introduciéndose en el mismo terreno del arte con
una combinación de experiencia y talento.
Aunque también trabajó
para otros directores suecos, la asociación con Bergman produjo títulos tan
memorables como El manantial de la
doncella, Como en un espejo, Los comulgantes, El silencio, Persona, La
hora del lobo, La vergüenza, Pasión, La carcoma, la impresionante estética
de Gritos y susurros, Cara a cara al desnudo, El huevo de la
serpiente, De la vida de las marionetas, Sonata de otoño y Fanny y Alexander. Toda una enciclopedia
de la fotografía en una vida de colaboración.
Mientras tanto, entre
un proyecto y otro (Bergman se los pensaba bastante), Nykvist comenzó a
colaborar con otros directores de talla mundial. Ahí están sus trabajos para la
estupenda y rodada en España Fuga sin fin,
de Richard Fleischer; o Fuego de paja,
de Volker Schlondorff, o El quimérico
inquilino, de Roman Polanski; o La
pequeña, de Louis Malle, o la fotografía climática y sudorosa de El cartero siempre llama dos veces, de
Bob Rafelson, o Star 80, para Bob
Fosse; o Agnes de Dios, para Norman
Jewison, o La insoportable levedad del
ser, de Philip Kaufman;o el espléndido trabajo que hizo para Sacrificio, de Andrei Tarkovski; u Otra mujer y Delitos y faltas, para Woody Allen, Chaplin, para Richard Attenborough, así hasta 1998, fecha en la que
se retira rodando Llamada a escena,
de Peter Yates, una traslación al cine de una obra de teatro con Michael Caine,
James Spader y Polly Walker.
Además de todo ello,
consiguió ganar dos Oscars, en ambas ocasiones por películas dirigidas por
Ingmar Bergman. El primero fue por esa maravilla en rojo y blanco que es Gritos y susurros. El segundo fue por Fanny y Alexander.
El legado de Sven
Nykvist es enorme, porque él quería fotografiar lo que había más allá del
rostro. Y, en muchas ocasiones, lo consiguió. Sabía que el alma podía ser muy
fotogénica.
Como vídeo, os dejo un
pequeño documental sobre el trabajo de Nykvist con Bergman. Más allá de que
entendáis más o menos el inglés (se entiende muy bien porque son suecos y
hablan con mucho cuidado), fijaos en las imágenes de las películas. Puro
hipnotismo.
Y como mosaico, os dejo
una fotografía con el aspecto que tenía cuando tuve el placer de charlar con él
durante un par de minutos. Un momento para enmarcar.
Comentarios
Claro que en color nos ha regalado esas maravillas de las que hablas. Conviene tener en cuenta que la luz es un bien muy preciado por los escandinavos. Pocas veces he visto un uso de la luz tan prodigioso como en "Fanny y Alexander" (quizá en John Alcott y poco más).
Eso sí, no seré yo quien le discuta al maestro que Madrid es poco fotogénico, pero yo he visto un Madrid precioso a través de las películas.
Grandísimo tu gus. Y emocionante tu encuentro con su protagonista. De esos que marcan toda la vida.
Abrazos iluminados
Siempre aprendiendo, que gusto
Besos
low
Y sí, Madrid tiene una luz especial, un aire peculiar y un algo que la hace diferente al resto de ciudades que conozco. Madrid me encanta, ya estoy buscando una excusa para volver a hacer una escapada a la capital.
Abrazos ignorantes