GUS MORNINS 17/12/19


“Sally Menke hacía arquitectura a través del corte. Yo soy un cineasta que escribe, ella era una directora que montaba”        Quentin Tarantino sobre Sally Menke.
Vamos a despedir el año (volveremos al día siguiente del jefe) con un homenaje a esta mujer que hoy hubiera cumplido 66 años. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, vamos a también a rendir homenaje, a través de su figura, a las mujeres en el cine. No sé por qué no se destaca mucho esto cuando es una verdad empírica. Las mejores montadoras del cine son siempre mujeres. Que se lo pregunten a Martin Scorsese que ha trabajado con la que está considerada la mejor montadora de la historia, Thelma Schoonmaker. Ellas son capaces de organizar la película en su cabeza y meter el corte en el momento justo. O Robert Altman, que en sus películas complicadísimas de editar ha trabajado con Geraldine Fitzgerald. De hecho, Quentin Tarantino, el director con el que más trabajó, decía que “Sally es la responsable del ritmo Tarantino, no yo”.
El caso es que Sally Menke fue una estudiante brillante que se licenció cum laude en Artes. Fue un miembro destacado del Sindicato Americano de Montadores y ha quedado para la posteridad como la montadora de mayor precisión de la historia.
Sally comenzó montando documentales, y eso precisamente fue lo que la forjó como una maestra del ritmo cinematográfico. Su primera incursión en el cine de ficción fue en la película Cold feet, de Bruce Van Dusen, con Griffin Dunne como protagonista, una de esas comedietas algo juveniles de los ochenta que narraba el romance entre un joven presentador de televisión y una científica entregada a su trabajo. Nada del otro jueves.
Siguió con los documentales hasta que, por hacer un favor a un viejo amigo de facultad, Steve Barron, montó su película Tortugas Ninja. La película no hizo mucho en pro del currículum de Sally, pero el trabajo le resultó tan fascinante que decidió dedicarse en cuerpo y alma al cine de ficción antes que al documental. Aún así, aún montó otro documental antes de su decisivo encuentro con Quentin Tarantino. Era un monográfico sobre una actuación en vivo de Lily Tomlin titulado La búsqueda de vida inteligente en el universo. Eso llamó la atención de ese joven que quería hacer cine y que trabajaba en un video-club.
Bien es sabido por todos que Quentin Tarantino era un simple empleado de video club en el que atendía como cliente a Harvey Keitel. El actor, impresionado por la sabiduría de Tarantino, que se lo había visto absolutamente todo, se quedó sorprendido cuando ese empleado con el que hablaba en ocasiones le presentó un guión titulado Reservoir dogs. Después de dos días leyéndolo, Keitel se presentó en la tienda donde trabajaba Quentin y le dijo que si había un papel para él en la película, le pondría el dinero para hacerla. El resto es historia. Evidentemente, Keitel no era un productor al uso y no había mucho dinero para hacerla. Se recurrió a amigos, se habló con otros para que pusieran el vil metal y, desde luego, no había dinero para contratar a un montador de primera línea. Sally Menke se enteró de la búsqueda de Quentin Tarantino y accedió a montarle la película casi gratis, a cambio de un salario simbólico. El entusiasmo de Tarantino es bien conocido y le encomendó la tarea a Sally. La colaboración entre ambos y su entendimiento fue total. Tanto es así que, en todos los rodajes en los que colaboraron, Tarantino obligó al reparto a pasarse por la sala de montaje para saludar a Sally y también a decirle “Hello,Sally” del modo en que ellos quisieran a través de una película que Tarantino hacía en todos y cada uno de los rodajes.
La cuestión es que Sally Menke imprimió un ritmo impresionante a la película, con sus montajes paralelos, con una agilidad inusitada teniendo en cuenta que es una película que, prácticamente, es una obra de teatro filmada. Oliver Stone no tardó en ponerse en contacto con ella para que le montara El cielo y la tierra, el tercer título de su trilogía sobre el Vietnam. Tarantino no dudo en volver a llamarla para la edición de Pulp fiction. Con esta película, Sally Menke ganó el Oscar al mejor montaje de 1994.
Lee Tamahori se sintió privilegiado de contar con ella para el montaje de Mulholland Falls, con Nick Nolte, Chazz Palmintieri y Jennifer Connelly. Y Sally también probó suerte en el género del terror (uno de los más difíciles de montar para crear tensión y angustia) en la más que aceptable La sombra de la noche, de Ole Bornedal, con Ewan McGregor en la piel de ese vigilante de un depósito de cadáveres que tiene que enfrentarse a un asesino en serie.
Volvió a trabajar con Quentin en el episodio que éste dirigió en Four rooms (imitando al pie de la letra el estilo de Alfred Hitchcock), en Jackie Brown (un prodigio de montaje rindiendo homenaje a Stanley Kubrick y su Atraco perfecto), en las dos partes de Kill Bill, en Death proof  (llegado a pisar el original para deteriorarlo y dar la impresión de que era una película de drive-in o cine de verano, con sus rayas y sus saltos por cortes ventilados en la misma sala de proyección), y en Malditos bastardos. Su última película fue El misterio de Peacock, de Michael Lander, una trama de intriga protagonizada por Cillian Murphy.
Desgraciadamente, Sally falleció por un estúpido accidente. Se fue a hacer una pequeña marcha de senderismo por un parque nacional estadounidense. Aquel día, el destino quiso que hiciera más calor que ningún otro día de los que se habían registrado hasta entonces y la temperatura ascendiera hasta los cuarenta y cinco grados. Parece ser que Sally sufrió un desvanecimiento, un golpe de calor, y cayó por un barranco. Quentin Tarantino fue el primero en personarse allí y llorar la muerte de la que había sido su más fiel colaboradora, diciendo que, en realidad, él no había perdido a Sally, que había sido el cine el que la había perdido.
Os dejo un pequeño corte que hizo (ahí podéis apreciar el ritmo de Menke en su propuesta de edición) sólo con las claquetas de Malditos bastardos. Como podréis escuchar la ayudante dice cosas un poco marcianas antes de dar el golpe de claqueta. Era una instrucción precisa de Sally Menke no para hacer gracia, sino para saber desde qué fotograma tenía que empezar a trabajar. Así, en su trabajo de edición, marcaba con un rotulador blanco graso de qué iba la escena y dónde tenía que colocarla. El trabajo de montaje, sí, es uno de los más difíciles del cine y las mujeres lo han hecho siempre de maravilla. De hecho, no es ninguna tontería asegurar que un buen montaje puede hacer mejor una mala película y una mala edición puede arruinarla por completo.


Y como mosaico ahí os dejo a los dos, dándose un abrazo. El mismo que os envía el lobo para estas fiestas.



Comentarios

carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Buenísimo gus e interesantísimo lo que cuentas y el trabajo de Sally. Y un aplauso también al Quentin por reconocer el trabajo de alguien habitualmente en la sombra.

Es apasionante el trabajo del cine y la cantidad de pequeñas tareas que hacen grande una película. Todos estamos muy acostumbrados a ver la historia, a reconocer los rostros de la pantalla. Algunos el sello personal de un director o la música como integrante del todo. Los menos valoran el manejo de la luz con que se fotografían las escenas. Bastantes evalúan el vestuario, el maquillaje o la peluquería. Otros cuantos la ambientación. Y poquísimos la labor de montaje. Todos son piezas fundamentales en un film. Y aun más : Efectos especiales, especialistas, script, regidor, decoradores, el equipo de sonido, cámaras, eléctricos, encargado del casting,...

"Vamos a ver la última de Almodovar" (o de Clooney, o de la Kidman), decimos. Y a la salida. "Vaya rollo, De Niro está muy bien, pero la peli es muy lenta" o "Qué películón, que bien hace de Joker Joaquim Phoenix" o "Woody Allen siempre cuenta las mismas historias"...Y nos quedamos ahí.

Es lo lógico. El peso de lo que vemos lo llevan las caras que aparecen, el guión que se cuenta y la forma en que se hace. Pero es cierto que lo que hay detrás es tan importante que, como bien dices Lobo, se puede mejorar una mala historia o destrozar un buen film...y si nos ponemos, todos encontraríamos más de un ejemplo.

Lo que no sabía (o nunca me puse a pensar) es que hubiese tantas mujeres buenas montadoras. Aunque tampoco es de extrañar ellas esas cosas las hacen muy bien. El otro día, por ejemplo, llegué a casa después de estar con unos amigos un poco perjudicado y mi mujer me montó una....impresionante.

Gran gus.

Abrazos prenavideños.
Anónimo ha dicho que…
Qué interesante todo lo que cuentas y qué gusto seguir aprendiendo cosas sobre el cine que desconocía. Parte de la familia de mi madre se dedicó al mundo del cine, de hecho un sobrino suyo recibió un Goya de honor, el caso es que una de sus primas fue montadora de cine.
Supongo que llevo en los genes mi amor por el séptimo arte.

Besos de cine

low
dexterzgz ha dicho que…
Yo he leído por ahí que la tradición de las montadoras en el cine se remonta a los inicios del séptimo arte, y que tiene mucho que ver con el arte de las mujeres en el arte con el hilo y la aguja. O sea que como sabían de qué iba la cosa las pusieron a enhebrar en lugar de botones, fotogramas. No es broma, ya veis que la cosa tiene hasta su puntín machista.

Es obvio reconocer que las películas de Scorsese no serían lo mismo sin Thelma Schoonmaker por hablar del ejemplo más evidente del cine actual. Y otra cosa no, pero las películas de Tarantino son puro ritmo, con lo que el trabajo de Sally Menke es también relevante. Una pena que nos dejara tan pronto.

Abrazos pegando fotogramas

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