EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LXIX)
Con el repaso a la carrera
del maestro Capra y a la que consideraba su película favorita, despediremos
nuestra sección de los lunes hasta el año que viene. “El cine en cien
películas” volverá el próximo 13 de enero ya de 2020. Aprovecho para desearos
feliz navidad con “la película de la Navidad”
La vida de cada hombre
afecta a muchas vidas. Y cuando él no está, deja un hueco terrible
QUÉ BELLO ES
VIVIR (It´s wonderful life) USA,
1946 Dir: Frank Capra con James Stewart, Dona Reed, Lionel Barrymore, Henry
Traves, Thomas Mitchell, Gloria Grahame. 130 min.
Frank Capra solía decir
siempre que solo los osados deberían dedicarse a hacer cine, solamente aquellas
personas con el coraje suficiente para enfrentarse y mirar cara a cara a sus
conciudadanos durante dos horas en el silencio de una sala oscura. Autodidacta
e inquieto, Capra fue consciente desde el principio del enorme poder que tenían
las películas, y de que su potencial mensaje llegaba a un auditorio infinito
que multiplicaba por mil el de, por ejemplo, cualquier discurso político. Para
él rodar era un gran privilegio, pero sobre todo una responsabilidad. Los
personajes de sus películas eran gente sencilla y anónima que acababa
enfrentándose a la ambición ciega de las élites financieras y políticas. El
espectador podía identificarse plenamente con ellos; En las películas de Capra
asistimos a la eterna lucha entre David y Goliat; el director se benefició
además de que nunca como en la América de los años treinta ir al cine fue tan
sinónimo de evasión y escapismo. Las fábulas caprianas arrancan en la época más
clásica del cine norteamericano y llegan hasta nuestros días. No faltan, claro, los detractores de siempre
para quien su ingenuo idealismo resulta irritante y trasnochado.
Se dice también que la obra
de Capra expone como ninguna otra los valores del llamado sueño americano. Su
La propia biografía del cineasta traza el recorrido característico del hombre
hecho a sí mismo que, partiendo prácticamente desde abajo, consigue a base de
talento, astucia y una pizca de suerte llegar a ser alguien influyente de la
sociedad. En el caso de quien nos ocupa como portavoz además de un oficio al
que llegó casi por casualidad.
Francesco Rosario Capra nace
el 18 de mayo de 1897 en la pequeña localidad siciliana de Bisacquino, a unos
pocos kilómetros de Palermo. Era el menor de los siete hijos de Salvatore Capra
y Rosario Nicolosi, una pareja de granjeros a quien el hambre y la crisis
obligaron a emigrar desde su país a Estados Unidos. El pequeño Frankie cumple
los seis años a bordo del transatlántico que dejará a su familia en un pequeño
guetto siciliano de Los Angeles donde transcurre la infancia del futuro
artista. En esta etapa, Capra se dedica a las más variadas tareas, desde
recolector de fruta hasta vendedor de periódicos, llegando incluso a tocar el
banjo en un club nocturno. Con los ahorros que saca consigue matricularse en el
Instituto Tecnológico de California y completar los estudios como ingeniero
técnico, oficio que incluso ejerció durante algún tiempo.
El primer contacto de Capra
con el cine podría haber servido perfectamente como argumento para una de sus
posteriores películas. El joven leyó en un periódico el anuncio de un casting
que seleccionaba extras para participar en una película en San Francisco. Y
allá que se fue dispuesto a todo. Capra se identificó como un director que
provenía de Hollywood y tenía cierta experiencia en el oficio, cuando en
realidad no tenía ninguna. Así más o menos empezó todo.
Capra comienza como actor
ocasional, pero sobre todo convence como escritor de gags de corte humorístico,
una labor para la que demuestra tener un talento natural. Su debut tras la
cámara tiene lugar en 1922 con la adaptación de un cuento de Rudyard Kiplin, La
pensión de Futltah Fischner, de apenas doce minutos de duración. El director va
aprendiendo poco a poco los trucos de la comedia y los secretos acerca de cómo
hacer reír al público de la mano de grandes figuras del momento como Mack
Senett y Harry Langdom. A este último lo dirige en películas como El hombre cañón (1926) o Sus
primeros pantalones (1927), pero el actor resulta ser todo un divo al que
molesta la forma de trabajar del director. El desencuentro entre ambos provoca
que Capra busque refugio en la Columbia donde trabajará buena parte de de
su carrera.
Allí en los estudios de la
dama de la antorcha, hará buenas migas con Harry Cohn que en esos momentos
preside la compañía, y formará sociedad con el guionista Robert Riskin. Capra
goza de total independencia creativa dentro de la productora, y se aclimata con
facilidad a la llegada del sonoro. Fuera de la comedia también se atreve con
films de aventuras bélicas como Águilas (1929) Dirigible (1931). En esa misma
época descubre a Barbara Stanwyzk que trabajará a sus órdenes hasta en cinco ocasiones, la
primera en Mujeres ligeras(1930), que supone su debut ante las cámaras. En su
anterior etapa, Capra había sido testigo de los primeros pasos de las carreras
de Joan Crawford (Un sportman de ocasión, 1926) y de Claudette Colbert (Los
tres papás, 1927).
Con Dama por un día (1933)
llega la primera nominación al Oscar del director a título individual. Capra
consigue además el hito nunca antes alcanzado por ningún director a sueldo de
que su nombre y apellidos aparezcan en los créditos por delante del título de
la película – naturalmente sí lo hacían los directores que producían sus
propias obras. El nombre delante del título así bautizó Capra sus memorias
publicadas en 1971 y con prólogo nada menos que de John Ford. Una lectura amena
y mucho más que recomendable, por cierto.
Dama por un día cuenta la historia de
una anciana que tiene una hija estudiando en España a la que hace creer en sus
cartas que es miembro de la alta sociedad cuando en realidad es una vagabunda
alcohólica que se dedica a la venta ambulante de manzanas. Cuando la joven
anuncie que viaja a Estados Unidos para presentarle al hombre con quien se va a
casar, la anciana debe recurrir a un gánster que la tiene bajo su protección
para continuar la farsa. El film reproduce un esquema que posteriormente se
repetirá en gran parte de las películas de Capra – y no solo de él; el enredo
se desencadena cuando uno de los personajes asume una identidad que no es la
suya llevando el equívoco hasta sus últimas consecuencias.
Es lo que ocurre en Sucedió
una noche (1934). Aquí, Claudette Colbert es una rica heredera, malcriada y
caprichosa, dispuesta a fugarse con un cazadotes para casarse con él. El padre,
que se opone lógicamente a la boda, la encierra en su lujoso yate, pero la
muchacha consigue escapar y colarse en un autobús nocturno con rumbo a Nueva
York donde se reunirá con su amado. Durante el viaje conoce a un simpático
periodista – con el rostro de Clark Gable, que, al reconocerla, ocultará su
verdadera profesión con el objeto de hacerse con una buena exclusiva. El film se hizo con los cinco Oscars más
importantes de su año, película, director – el primero para Capra a título
individual, actriz y actor principales y guión. Es eso que los americanos
llaman “Grand Slam” y que después solo han podido conseguir dos películas más: Alguien
voló sobre el nido del cuco (1975) y El silencio de los corderos (1990)
Sucedió una noche inaugura
la era de la llamada “screwall comedy”, un género que se perpetuará en el
Hollywood clásico, con momentos inolvidables como la escena del autostop o la
de las murallas de Jericó, que inicialmente no estaba en el guión. El éxito
supuso un espaldarazo para las carreras de Capra y de sus dos protagonistas
centrales, Colbert y Gable, cedidos por la Paramount y la Metro respectivamente
para participar en la película, en una de esas típicas operaciones de cambio de
cromos entre los grandes estudios que tanto se estilaban en aquel tiempo.
En los años siguientes,
Capra se dedica a coleccionar estatuillas de Hollywood, convirtiéndose en el
realizador que más Oscars consigue- tres- en menos tiempo – cuatro años entre
el primer premio y el tercero. Al galardón de Sucedió una noche, le suceden los
conquistados por El secreto de vivir (1936) y por Vive como quieras (1938). Si
la primera supone el inicio de las colaboraciones entre Capra y Gary Cooper, la
segunda reúne también por vez primera al realizador con James Stewart. A pesar
de que solo colaboraron con el director en tres y dos ocasiones respectivamente
,Stewart y Cooper son los dos actores caprianos por excelencia; nadie ha sabido
interpretar en pantalla al americano medio como ellos.
Entre uno y otro Oscar,
Capra dirige un drama algo más exótico, Horizontes lejanos (1937) para el que cuenta
con un elevado presupuesto que acaba casi duplicándose. A consecuencia de ello,
se deteriora la amistad que hasta entonces mantenían el director y Harry Cohn.
La película, cuyo rodaje se pospuso en varias ocasiones, narra el reencuentro
entre los supervivientes de un accidente aéreo en el Himalaya y los miembros de
una comunidad budista que siguen viviendo de acuerdo a sus propias reglas.
En sus dos siguientes
títulos Capra parece retomar el espíritu del roostvelliano New Deal, apuntado
ya en films como El secreto de vivir y Vive como quieras. Tanto Caballero sin
espada (1939) -protagonizada por James Stewart como Juan Nadie (1941) – con
Cooper de estrella- se desarrollan en un
ambiente hostil que plantea la soledad del individuo frente a la masa – con una
actitud activa en el caso del Mr Deeds de Stewart, y totalmente pasiva en el
del John Doe que encarna Cooper. En ambos films, puede leerse entre líneas un
mensaje de defensa de los principios del citado New Deal, pero también un tirón
de orejas a los poderes fácticos (la política, la prensa) por dejar al
ciudadano abandonado a su suerte y no velar por su felicidad.
Es el turno entonces de una
de las cimas no solo en la filmografía capriana sino en la historia del género
cómico. En Arsénico por compasión (1943) nos encontramos con un Gary Grant en
auténtico estado de gracia protagonizando una comedia negra que roza la
perfección. La película se rodó realmente en 1941 pero no pudo estrenarse hasta
que no concluyeron las representaciones en Broadway de la obra teatral que la
inspiraban. Gran parte del elenco del original se trasladó a Hollywood para
participar en la versión filmada cuyo guión fue escrito por los hermanos Julius
y Philip Epstein, coautores de Casablanca. Grant afirmó en más de una ocasión
que el rodaje de Arsénico por compasión fue el más divertido de todos en cuanto
intervino a lo largo de su carrera, y el de Mortimer Brewster el personaje con
el que mejor se lo pasó; no hay más que verle para corroborarlo.
La guerra interrumpe la
carrera artística de Capra que decide participar en la contienda mundial
enrolado en la marina. Al igual que muchos compañeros de oficio, contribuye a
la causa rodando además varios documentales bélicos y de propaganda. En su
caso, las siete piezas que rodó durante el conflicto se agrupan en la serie ¿ Por qué combatimos ? (1943-1945), muy apreciada no solo entre los críticos
cinematográficos sino también entre los historiadores.
Ya de vuelta en casa, ni
siquiera Qué bello es vivir (1946) es capaz de devolver a Capra a la senda del
éxito. Pese a ser considerado hoy en día un clásico indiscutible, el cuento de
navidad cinematográfico por antonomasia pasa sin pena ni gloria en su
presentación en los cines estadounidenses. Dos años después, el siciliano une a
la pareja Tracy- Hepburn en El estado de la Unión (1948), adaptación de una
obra de Russel Crouse y Howard Lindsay ganadora
del Pulitzer. Capra renuncia al tono sarcástico del texto original para cargar
con dureza contra la clase política, más preocupada por sus intereses
particulares y partidistas que por atender sus obligaciones públicas hacia el
ciudadano. Se trata de una película cuyo mensaje, como se ve, no puede estar
más vigente, y que, por cierto, fue la única que Capra dirigió para la Metro
Goldwin Mayer.
Frank Capra rueda a
continuación Lo quiso la suerte (1950), remake de Estrictamente confidencial
que él mismo había dirigido en 1934, justo antes de Sucedió una noche. Bing
Crosby interpreta al personaje al que antaño había dado vida el actor Warner
Baxter dentro de una comedia que vuelve a reunir al director con su antiguo
guionista Robert Riskin. Crosby y Riskin participan también en Aquí viene el
novio (1951), única incursión de Capra en el género musical, recordada
especialmente por la canción In the cool, cool of the evening incluida en la
banda sonora y galardonada con el Oscar.
Tras un periodo sabático que
se prolonga siete años, Capra vuelve a la actividad con Millonario de ilusiones
(1959), comedia protagonizada por Frank Sinatra. Al parecer, el guionista
Alfred Schulman se inspiró en la figura de Walt Disney ya que uno de los personajes
es un hombre que planea montar un parque temático en Florida. El elenco de
secundarios es de lujo con Edward G. Robinson o Thelma Ritter en nómina, y
Sinatra canta High Hopes que un año más tarde será utilizada para la campaña
electoral de John Fitzgerald Kennedy.
Será el penúltimo
largometraje de la carrera de Capra antes de poner el broche de oro a la misma
con Un gánster para un milagro (1961), nuevo remake de una película anterior
suya, Dama por un día. En esta ocasión,
la copia supera al original gracias en parte a un reparto grandioso que
encabezan Bette Davis y Glenn Ford y en el que figuran además Peter Falk, Ann
Magret y Thomas Mitchell en el que será su último papel en el cine.
Apartado ya del cine, Capra
se dedicará a la televisión donde producirá sobre todo programas y documentales
de divulgación científica. En los años ochenta, el director inicia una cruzada
contra el coloreado de películas, pues dos de sus films, Arsénico por compasión
y Qué bello es vivir, son exhibidas en la pequeña pantalla desprovistas de su
original blanco y negro. En esa década, concretamente en 1982, recibirá el
homenaje de todos sus compañeros en una gala especial del American Film
Institute, conducida entre otros por James Stewart.
Frank Capra murió en La Quinta,
California el 3 de septiembre de 1991 a la edad de 94 años. A pesar de que ni
mucho menos todo fueron luces en su biografía – nunca llegó a censurar lo que
hizo Mussolini en su país natal, por ejemplo, y hasta vio con buenos ojos las
actividades del HUAC- su legado es incontestable. Fue el cineasta de los grandes ideales, el
creador del héroe cotidiano y anónimo, y quien devolvió la esperanza y la
ilusión a todo un pueblo cuando más lo necesitaba. Capra creía más que nadie en
la bondad de los desconocidos, y por eso, en su cine la justicia siempre tiende
a imponerse sobre la corrupción y la codicia. Y aunque nada de esto suceda ya
en la vida real, siempre nos quedará el cine para no dejar de perder nunca la
esperanza.
En el pequeño pueblecito de
Bedford Falls, todo el mundo se prepara para celebrar un año más la Nochebuena.
Bueno, en realidad no todo el mundo. Ahí tenemos, por ejemplo, a George Bailey,
uno de los vecinos más queridos, que no tiene mucho que celebrar. Bailey lleva
años al frente de una compañía de empréstitos que heredó de su padre, y que
siempre se caracterizó por velar por los intereses de los más desfavorecidos.
Por eso es tan querido entre sus conciudadanos. Sin embargo, George no
atraviesa por su mejor momento, con su empresa a punto de quebrar y un futuro
nada esperanzador ante él. Esa misma desesperación le ha llevado a plantarse
delante de un puente desde el que baraja poner fin a su vida. Todos los vecinos
de Bedford saben de la situación de George y elevan al cielo sus plegarias para
que sea ayudado.
Y en el cielo esas plegarias
son escuchadas. San José, el encargado de organizar la ayuda a Bailey, confía
la misión a Clarence, un ángel de segunda clase que ni siquiera se ha ganado el
derecho a tener sus propias alas. Clarence ahora tiene la oportunidad de
ganarlas si culmina su cometido con éxito.
Antes de aterrizar en
Bedford, Clarence será testigo de lo que ha sido la vida de George hasta ese
momento. En primer lugar, visualiza a su protegido a la edad de doce años
jugando con sus amigos en la nieve. Los pequeños se divierten bajando por una
pequeña pendiente en una tabla a modo de trineo. El último en hacerlo es Harry,
el hermano pequeño de George, con tan mala suerte de que al llegar abajo cae en
el agua helada al ceder el terreno. Su hermano se apresura a salvarle de morir
ahogado, pero en la operación pierde el oído izquierdo.
George trabaja como ayudante
del señor Gowen en su pequeño “drugstore” que también hace las veces de
farmacia. Un día descubre un telegrama en el que el farmacéutico es informado
de que su hijo ha muerto a causa de una gripe. Gowen ordena al chico llevar unas
medicinas a un niño enfermo, pero en su estado de nerviosismo, confunde la
receta y llena el frasco de veneno. George
simula acudir al encargo, y al volver recibe la reprimenda y los azotes de su
jefe que al caer en su error procede a perdonarle llorando abrazado a él.
Clarence ve también al
George adolescente, justo la noche antes de su partida a la Universidad para
estudiar arquitectura. Tras cenar junto a su familia las viandas preparadas por
Annie, su criada negra, George acude a un baile de fin de curso. Allí encuentra
a Mary Hitch, la hermana de uno de sus amigos, que siempre estuvo enamorada de
él en secreto (incluso le juró amor eterno en los tiempos en los que trabajaba
en el “drugstore”, solo que entre susurros y por su oído malo por lo que no se
enteró). Él no la reconoce mientras baila con ella toda la noche. Al regresar
de la fiesta, la pareja se detiene ante un caserón abandonado que George
siempre ha querido reformar con el objeto de poder vivir algún día en él. La
escena es interrumpida cuando Billy, el tío de George se presenta
precipitadamente en el lugar con su coche para comunicar a este que su padre ha
sufrido un ataque al corazón.
Tres meses después de la
muerte de Peter Bailey, el consejo de administración de la compañía de préstamos
se reúne para dilucidad sobre el futuro de la empresa. Al encuentro también
acude el señor Potter, el hombre más rico del pueblo, dueño del banco, la
prensa, los hoteles y los negocios más importantes. Como accionista de la
empresa, Potter sugiere la disolución de la misma, pues no ve en ella un
negocio rentable. Potter culpa a George de ser un idealista ingenuo tal y como
era también su padre. Sin embargo, los socios acuerdan que George y Billy
dirijan la compañía. George deberá quedarse en Bedford renunciando a su sueño
universitario y empleando el dinero destinado a sus estudios a la carrera de su
hermano Harry.
Sin embargo, al cabo de los
años, Harry vuelve al pueblo casado y con una oferta de trabajo de su suegro,
por lo que George deberá continuar al frente de la empresa familiar. George y
Mary terminan casándose, pero el día en el que van a iniciar el viaje de
novios, Potter cierra el banco local, y la pareja debe destinar el dinero
reservado a la luna de miel, dos mil dólares, a conceder préstamos a los
clientes de la compañía familiar.
Con el tiempo, George crea
Bailey Park, un conjunto de viviendas sociales que convierte a sus inversores
en propietarios y les exime de pagar los alquileres abusivos que imponía Potter
por vivir en míseras chabolas. Frustrado al ver que Bailey sale adelante a
pesar de todo, el cacique del pueblo propone al joven asociarse con él, pero
éste se da cuenta en el último momento de que lo están comprando y rechaza la
oferta. La guerra estalla, y George no puede alistarse a causa de sus problemas
auditivos; sí lo hará Harry, que acabará convirtiéndose en héroe de guerra,
tras derribar un avión kamikaze que se disponía a atacar un vehículo anfibio en
alta mar.
Es Nochebuena y Harry Bailey
va a tener en Bedford un recibimiento como se merece. Esa mañana, Billy acude
al banco para depositar en él ocho mil dólares procedentes de los ahorros de
los inversores. Al encontrarse con Potter, le echa en cara el triunfo de su
sobrino mostrándole el periódico con su foto en la portada, pero al dejarle el
ejemplar no se da cuenta de que en su interior llevaba también el sobre con el
dinero. Potter lo descubrirá y lo ocultará de forma aviesa, sabiendo que ello
supone la ruina de los Bailey.
Al advertir el extravío del
sobre, George y Billy lo buscan como locos por todas partes. Desesperado,
George llega a casa y exhibe una conducta agresiva ante su esposa y sus hijos
(antes ha agarrado por la solapa a su propio tío recriminándole la pérdida del
dinero). Como último recurso, acude a Potter para pedirle que le conceda un
préstamo, pero este no solo se niega sino que se burla de él diciéndole que ni
siquiera con su seguro de vida podrá hacer frente a la deuda. George descubre
que vale más muerto que vivo y se dirige al bar a ahogar sus penas. Allí sigue con su comportamiento grosero que
nadie reconoce, por lo cual es agredido y luego despedido a patadas. Acto
seguido, George se encamina hacia el puente de Bedford dispuesto a arrojarse a
las aguas del río. A punto está de ello
ve que un anciano cae en esos momentos al agua; abandonando por un momento sus
propósitos suicidas George se lanza al río y lo salva.
El anciano resulta ser
Clarence que ha estado aguardando pacientemente el momento de entrar en escena.
Mientras rescatador y rescatado secan sus ropas en una pequeña caseta contigua
al puente, Clarence confiesa que a George que en realidad es su ángel de la
guarda, y que ha llegado a la Tierra con el exclusivo objetivo de salvarle. Por
todo equipaje ha traído un ejemplar de Las aventuras de Tom Sawyer de Marck
Twain.
Bailey se lamenta de su
destino y declara que más le valdría no haber nacido. Su ángel se propone
entonces cómo sería el pueblo de no haber existido. George lo comprobará
pronto, en cuanto salga al exterior y vea poco a poco cómo las cosas ya no son
como antes. De entrada, el pueblo ya no se llama Bedford Falls, sino Poterville
en honor a su dueño. El primer destino de Clarence y George es el bar de su
amigo Nick que no lo reconoce cuando éste le pide le saluda amistosamente.
Acodados en la barra, se oye la campanilla que indica que la puerta se abre y
entra un nuevo cliente. Clarence informa a George que cada vez que uno escucha
el sonido de unas campanillas es porque un nuevo ángel ha conseguido por fin
sus alas. En el establecimiento, aparece Growen, ya anciano, que acaba de salir
de la cárcel tras cumplir condena por haber envenenado a un niño con una
medicina. George, claro, no estaba allí para darse cuenta del error y salvarle
la vida.
Potterville es un lugar muy
distinto a Bedford Falls. Está lleno de cabarets y clubs de mala reputación
donde las redadas de la policía son frecuentes cada noche. En una de ellas,
George reconoce a Violet, una antigua amiga suya. Este le pide a su ángel que
le acompañe a Bailey Park, pero el complejo nunca llegó a edificarse, pues el
señor Potter tuvo siempre claro que la construcción de bloques de vivienda
social no era un negocio rentable. En su lugar se alza el cementerio local
dondeGeorge localiza la tumba de Harry, su hermano menor, que murió ahogado a
la edad de ocho años mientras jugaba en la nieve con sus amigos. Nadie pudo
hacer nada por el pequeño.
George enfila el camino
hacia la casa de su madre convertida ahora en una pensión. La señora Bailey no
conoce a ese chiflado al que ha abierto la puerta y que dice ser su hijo. Duda
cuando el hombre pregunta por Billy, su cuñado, que lleva años recluido en un
sanatorio mental; al parecer, perdió la razón cuando su negocio cayó en la
bancarrota.
¿Y Mary? ¿Qué fue de ella?
Clarence se muestra reacio a mostrarle la verdad a George. Ambos la encuentran
cerrando la puerta de la biblioteca en la que trabaja para marcharse a su casa.
En el trayecto, le sale al paso su marido al que ella toma por un acosador,
buscando refugio en el bar donde George es de nuevo agredido. Bailey huye y
toma el taxi de su amigo Ernie que, por supuesto, también le toma por loco. Aun
así le lleva a la que él dice es su casa y que en realidad es un caserón
abandonado que nadie nunca reformó y que lleva sin ser habitado varias décadas.
La policía atrapa de nuevo a
Clarence y George en el caserón, pero el primero se volatiliza ante el asombro
general, y el segundo logra de nuevo escabullirse. Convencido de que Clarence
es realmente su ángel de la guarda se dirige al puente donde empezó su mal
sueño, y pide al cielo que le devuelva a su vida anterior.
Llega entonces al lugar un
coche policial y de él sale un agente que lo llama por su nombre. George se da
cuenta de que todo ha vuelto a su ser. Corre hacia su casa alborozado y
felicitando las pascuas a todo aquel que se cruza en su camino.
Al llegar a su hogar, sus
hijos le esperan. Mary salió a comprar unas medicinas pero pronto estará de
vuelta. Allí están también el inspector de hacienda y el sheriff para
detenerle, así como varios periodistas para informar de la noticia. George
saluda a todos ellos con una sonrisa de oreja a oreja. Llega Mary y tras ella
el tío Billy con una cesta repleta de billetes. En un segundo la casa se llena
de gente, persona que viene a depositar sus pequeños ahorros para que George
reflote su empresa. Mary lo ha organizado todo, y consciente de lo querido que
es su marido entre los habitantes de Bedford, ha organizado una colecta.
Llega también Harry con su
uniforme y sus medallas. Al enterarse de la llamada de Mary ha dejado el
homenaje público que le habían preparado las autoridades y se ha plantado en su
pueblo. George es feliz tras haber recuperado su vida. Le rodean su familia y
sus amigos. Comienzan todos a corear el Auld Lang Syne, el tradicional himno
navideño con el que se suele dar la bienvenida al Año Nuevo.
Junto al dinero, Bailey
descubre un ejemplar de Las aventuras de Tom Sawyer en cuya primera página lee
una dedicatoria muy especial que reza así: “Querido George, un hombre con
amigos nunca es un fracasado”. Desde el árbol de Navidad se escucha el tintineo
de unas campanillas. La pequeña de los Bailey recuerda en brazos de su padre la
leyenda que oyó en un cuento según la cual cada vez que uno escucha el sonido
de unas campanillas es porque un ángel ha recibido por primera vez sus alas.
Clarence ha conseguido por fin las suyas.
Una vez finalizada la
Segunda Guerra Mundial, Capra vuelve a Hollywood decidido a fundar su propia
productora independiente. Corren nuevos tiempos y por qué no arriesgarse a huir
de la lupa de los grandes estudios. La Liberty Films tiene una vida efímera y
solo auspiciará la financiación de dos películas: Qué bello es vivir y El
estado de la Unión, cuyos trabajos de preproducción comienzan al año siguiente,
justo antes de que la compañía sea vendida definitivamente a Paramount. Los socios de Capra en la Liberty son tres
excombatientes que han coincidido con él en el frente, el productor Samuel
Riskin y los directores George Stevens y William Wyler.
Precisamente, por esas
casualidades de la vida, el primer día de rodaje de Qué bello es vivir, el 6 de
abril de 1946, es también la fecha en la que Wyler se sienta en la silla del
director para dar su primer golpe de claqueta a Los mejores años de nuestra
vida. Como los dos realizadores, además de socios, son buenos amigos, se desean
suerte mutuamente por teléfono, acordando no obstante en broma que el último en
terminar su trabajo será un “huevo podrido”. Qué bello es vivir y Los mejores
años de nuestra vida son los dos títulos del año; el primero arrasa en los
premios de la academia, frustrando así las cinco candidaturas al galardón del
segundo que finalmente se va de vacío de la ceremonia anual (aunque consigue un
reconocimiento especial a los logros técnicos por simular la caída de la nieve
en un set de rodaje). Unos meses antes, eso sí, Capra se había coronado como
mejor director de 1946 en los Globos de Oro.
Su película se basaba en un relato
publicado en 1945 por el escritor Philip Van Doren Stern, El gran regalo, en el
que a su vez estaba muy presente la huella del inmortal Cuento de Navidad de
Charles Dickens. Al igual que en el clásico inglés, el protagonista de la obra
se veía inmerso en una paradoja temporal y era testigo, de cómo hubiese sido la
vida de sus más allegados de no haber existido él. A través de esta imagen, Capra apelaba
a la solidaridad como uno de los valores más nobles del ser humano; la
conclusión parece clara, nunca una vida vivida dignamente y volcada hacia el
prójimo puede ser considerada insignificante.
Capra consideraba Qué bello
es vivir como la mejor película que había rodado. De hecho, siempre soñó con
hacer una película así, no destinada a los críticos ni a los intelectuales,
sino a la gente sencilla y humilde que podía identificarse fácilmente con el
personaje que interpretaba James Stewart. Además, superado el escollo de la
Gran Depresión, el director podía permitirse el lujo de presentar a un
protagonista al que todo le salía mal, y veía cómo una y otra vez sus sueños se
rompían porque siempre surgía un imprevisto más importante. John Lennon lo
diría más claro posteriormente: la vida es lo que te pasa mientras haces otros
planes.
Nadie mejor que James
Stewart para ponerse en la piel de este sufrido y desprendido antihéroe al que
el norteamericano medio podía considerar uno de los suyos. En su tercera y
última colaboración con Capra, el actor descubría que la generosidad y el
altruismo eran los mejores activos para (sobre)vivir. En el otro extremo, un
estupendo Lionel Barrymore encarnado a un villano de manual, personificando los
valores más perniciosos del capitalismo incipiente, y justo a su lado,
soportando y compartiendo los sinsabores del protagonista, la dulce Dona Reed,
cedida por la Metro para cumplir con el papel de Mrs Bailey. Cómo olvidar en
este punto a los maravillosos secundarios que intervienen en el film, cómo no
recordar a Henry Travers (como el voluntarioso Clarence) o a Thomas Mitchell, el
entrañable tío Billy. O a Gloria Grahame en el papel de la provocadora y
sensual Violet Bick.
Clásico entre los clásicos, Qué
bello es vivir sigue siendo un fijo en la programación navideña de las
televisiones de todo el mundo. Durante algún tiempo, los derechos de emisión
fueron totalmente gratuitos, al olvidarse sus propietarios de renovar el
copyright una vez caducado, aunque hoy el tema está resuelto. El episodio
provocó igualmente que en los ochenta se estrenase una versión coloreada del
film, con, como vimos, el consiguiente enfado de su autor, como vimos. La
película es objeto de continuos guiños y homenajes en series y en todo tipo de
producciones. Lo último que sabemos al respecto es que al parecer Paul
McCartney está trabajando en una partitura que servirá de base a una nueva
versión musical del clásico
Pero, al mismo tiempo, este
no deja de ser un título que sigue generando controversia hoy en día, y con el
que se entiende es fácil mantener una relación de amor /odio. Sus detractores
critican el conservadurismo algo paternalista de Capra que, según ellos,
pontifica además de una forma sesgada y obscena los valores del hombre
contemporáneo. Al tiempo, sin esos prejuicios, Capra obliga al espectador a
bucear en lo más profundo de sí mismo buscando tal vez al niño que un día fue.
Sí, quizá la mejor forma de ver Qué bello es vivir sea a través de la mirada de
un niño. Por eso resulta la película de la Navidad por excelencia. Este año,
como cada año por estas fechas, George Bailey volverá a nuestra casa por
Navidad. No lo dudéis. Y quizá volvamos a oír un tintineo de campanas que nos
resulte familiar. Sabremos entonces que otro ángel de segunda clase se ha
ganado el derecho por fin a tener sus alas. Feliz Navidad.
Comentarios
A veces no nos damos cuenta de lo que nuestra presencia supone en la vida de los que nos rodean, al igual que la de ellos en nuestra vida. Cine de sentimientos humanos, que siempre viene bien recordar.
Abrazos con sentimiento
Abrazos con la hermosura de vivir.
Sería buena experienca ver como es la vida sin nostros, sin mí, que diría La Coixet, igual nos llevamos una sorpresa. En cualquier caso para mí os habeis vuelto imprescindibles así que no se os ocurra desaparecer.
He tenido un fin de semana de manta y sofá, he podido ver "Días de Navidad", con una parte final en la que aparecen cinco mosntruos Angela Molina, Veronica Forque, Victoria Abril, Charo Lopez, Susi Fernández un absoluto disfrute.
Tambien he visto "Call me by your name",me encantó, sencillamente.
Y cuando veo pelis, fantaseo sobre mis conversaciones con vosotros sobre ellas.
Gracias Dex, por este Gus y este impresionante trabajo.
Besos peliculeros.
Albanta
A mi me encanta Capra, pocas veces me he sentido mal con alguna de sus películas y con la mayoría he disfrutado y disfruto aun como un enano. Mi película capriana favorita es, sin duda, "Arsénico por compasión" pero "Un gangster para un milagro" también está muy arriba. No obstante y dadas las fechas que son y por el simbolismos y reconocimiento de esta pelí, entiendo que "Que bello es vivir" esté en esta lista en ves de otras. Es una película imprescindible. Expresa cine de Capra como ninguna, la bondad como virtud absoluta, la amistad, la solidaridad, la lucha contra el poder, la corrupción del poderoso, los valores como punto de apoyo social, la justicia final que premia a quien se lo merece...
Y Capra rueda perfecto, en esta época de virtuosismo técnico se valora poco la labor de directores clásicos que situaban la cámara sin que se notase. Los planos largos, cortos, el manejo del plano-contraplano...todo está tan ajustado que te sientes dentro de la escena sin que notes la virguería del director y sin que un encuadre especial tenga que enfatizar demasiado.
El guión, los actores, el montaje, la música...todo forma parte de un perfecto engranaje que nos traslada a ese pequeño pueblecito al que deseas ir y poner tu granito de arena para que George Bailey solucione sus problemas y sea feliz...
Porque las cosas, son como son, todas las fechas son buenas, Navidad, el verano o cualquiera otra...hay que disfrutar porque tenemos que reconocer que lo verdaderamente bello es vivir.
Abrazos con el pomo de la escalera.
Alban, yo también vi este finde Días de Navidad. Me ha encantado y qué alegría me dio ver a la gran Charo López.
Os deseo unas Navidades llenas de momentos bonitos y mucha salud para todo para el Año Nuevo.
Besos
low