FERIA DEL LIBRO III
Determinado al comprender que no tengo, por ahora, otra
opción me encamino hacia la caseta 45 con la esperanza de que Carlos esté
allí. Durante un tiempo la Librería 8 y
medio era uno de los pocos sitios donde se podía encontrar la edición impresa
de nuestra revista. Cortogramas comenzó como revista satírica de cine y pese a
que abundaba el talento, en un país donde el cine se ve pero no se lee, nunca
tuvo demasiadas opciones. Inicialmente hubo una esperanzadora acogida, pero una
financiación poco eficaz y la dispersión de alguno de los participantes en el
proyecto que fueron abandonándolo embarcándose en otros menesteres, sin duda
más importantes al menos para ellos, provocaron que su tirada fuera
espaciándose hasta convertirse en algo completamente irregular. Su directora
dimitió sin estridencias, por no decir directamente que encontró un apuesto
príncipe azul y se marchó sin avisar. Aquello equivalía al fin de la aventura,
pero Dexter, la verdadera estrella de la publicación se hizo con los mandos de
la nave y ahora la pilota con buen tino en formato digital. Mi historia es
paralela a la de revista, en la que estoy desde el inicio. Entusiasmo inicial,
dispersión posterior y ahora intento sobrevivir como puedo, colocando si hay
hueco cualquier articulillo o insertando alguna crítica del cine más comercial.
Para las películas de nivel tienen firmas mucho más cualificadas. El pequeño
reportaje que se me ha encargado sobre la Feria del libro es casi un favor del
director para justificar que siga pagándome una inmerecida nómina.
Sigo caminando por el exterior de la feria. En esta zona el
Parque del Retiro no se diferencia tanto del habitual paisaje de otras
ocasiones salvo por la enorme afluencia. Familias con niños, jóvenes parejas, pensionistas
solos o en compañía, chicos y chicas patinando o en bicicleta, algunas personas
corriendo enfundadas en ajustados maillots. Me descubro mirando hacía uno de
estos atletas con incomprensión. Un tipo de unos 40 años al que no parece que
la naturaleza le haya otorgado un cuerpo especialmente predestinado para el
deporte, y que sin embargo se afana en una lenta carrera hacia ninguna parte
que alterna con pequeñas aceleraciones, me sorprende que pese al a congestión
que denota su rostro sea capaz de aguantar los cambios de ritmo. Tengo varios
amigos como él, la moda de las carreras populares les parece haber llevado a
una segunda juventud y muchos dedican su esfuerzo, su tiempo y también su
dinero ( la ropa y las zapatillas de buena calidad son bastante más caras de lo
que en principio yo podía intuir) a prepararse y participar en casi todos los
eventos de este tipo que se celebran, y aunque la mayoría suelen ser festivos
auspiciados por una buena causa, muchos de los corredores se lo toman como un
verdadero reto competitivo en el que intentan bajar su marca como si hacerlo
les diera una clasificación directa para los Juegos Olímpicos. En algún caso,
el recorrido, la distancia o las condiciones atentan directamente contra el
sentido común. Carreras nocturnas, kilometrajes impensables, etapas que
incluyen la subida a elevados puertos. Todavía no comprendo en qué momento se
pasó del slogan “quien mueve las piernas mueve el corazón”, que advertía de las
bondades que para la salud tenía la practica moderada de algún deporte, al extraño
afán de buscar el límite físico del propio cuerpo. Tal intentemos superar
nuestra aburrida existencia con la aventura de llegar al umbral de la muerte
mediante esfuerzos inhumanos. Extraños divertimentos de una sociedad rica, el
que realmente lo pasa mal en su vida diaria y carece de lo más necesario no
necesita estos esparcimientos.
Encuentro un nuevo acceso a la Feria flanqueado por Espasa
Calpe y una amplísima caseta de la FNAC con el número 31. Un poco más adelante
debe estar la que busco. Efectivamente llego allí en apenas unos minutos. Hay
tres personas atendiendo, una de ellas es Carlos que charla animadamente con un
par de resultonas treintañeras que ríen ante lo que les dice. A primera vista
podría parecer un coqueteo, pero los que le conocemos sabemos que Carlos está ocupado,
incluso demasiado ocupado. Junto con su pareja, otro tipo encantador y muy
concienciado, se hicieron miembros de ACNUR pero no se limitaron a abonar las
periódicas cuotas a las que se habían comprometido sino que además aprovechaban
sus vacaciones para desplazarse a algunos campamentos de refugiados y allí
prestaban su ayuda de manera activa para lo que se necesitase. De uno de sus
viajes se trajeron en acogida a un par de pequeños niños sudaneses que
precisaban atención médica especializada a la que no tenían acceso en el país.
Los niños fueron tratados y curados, pero como eran huérfanos y precisaban
seguimiento médico lograron mantenerlos con ellos durante el tiempo suficiente
hasta que se formalizó la adopción definitiva, pese a ello siguen participando
en acogidas de otros pequeños con dificultades. Aun cuando su historia es para
enorgullecerse cuando la cuentan no lo hacen vanagloriándose sino intentando
convencer a otros para que presten ayudas similares u obviamente menores, pero
fundamentales para los que necesitados beneficiarios.
Las chicas se despiden sonriendo de Carlos que me ve y en su
rostro se dibuja una franca alegría.
-
¡¡Carpet_Wally!!. –Exclama mientras abalanza su
corpachón con sobrepeso sobre el mostrador para darme un fuerte abrazo.
-
Caramba Carlos, cualquiera diría que les has
dicho que se vayan para defenderlas de mi.-Bromeo señalando a las chicas que se
alejan.
-
Defensa innecesaria, una palabra tuya bastará
para ahuyentarlas.- responde divertido con rapidez.- ¿Qué haces por aquí?
-
Teóricamente he venido a tomar unas notas para
un articulillo que me han encargado en la revista. Ya sabes, un relleno sobre
un tema de actualidad para ver si soy capaz de darle la vuelta y encontrar algo
que suene gracioso.-No me minusvaloro, expongo los hechos.
-
Jajaja, espero que lo consigas al menos por una
vez.- Dice sin maldad.- Mientras no me utilices como personaje a ridiculizar.
-
Pues acabas de anticiparte a mis intenciones.-Le
respondo devolviéndole la pelota como en un divertido partido de tenis. Se
acabó la cortés introducción, aunque me parezca simpático el juego, mis
urgencias son otras. Le relato lo sucedido, le comento lo del hombrecillo, su
firma aparentemente angustiada, la pérdida del libro y la caseta cerrada.
-
Vaya.- Responde interesado.- qué misterio más
misterioso. Voy a buscar información sobre el tal Jose Enrique Berzoso.
Se sienta frente a un ordenador portátil y teclea con
rapidez. Mira la pantalla y asiente sin darse cuenta. Vuelve a teclear, ahora
niega con la cabeza. Para el observador externo es curioso comprobar la
silenciosa conversación que mantenemos con las máquinas. Probablemente todos
hagamos gestos similares involuntariamente, pero nos extraña verlos en los
demás. Por fin deja de teclear y observa con detenimiento la pantalla. Toma un
papel y escribe unas notas. Se levanta y me cuenta.
-
No hay gran cosa. – Dice mientras consulta el
papel.- Sólo ha publicado ese libro. Lo editó, en el 2010, una pequeña
editorial hoy ya desaparecida, “Remembranza”. casi todo el fondo editorial que
incluía un buen montón de libros de literatura romántica fue adquirido hace
poco por una de nueva creación “Alabastro” que también se hizo con otros fondos
de alguna otra pequeña empresa obligada a cerrar por la crisis. Han ido
reeditando en reducida tirada algunos títulos adquiridos, entre ellos el que
has perdido. Puedo intentar pedirte directamente alguno dirigiéndome a la
editorial si es lo que quieres, pero lo más normal es que hayan vuelto a abrir
ya y te puedan aclarar algo más en la propia librería. Vuelve y si sigue
cerrado lo intentamos por aquí.
-
Muchas gracias Carlos, eres un bendito. Sí, me
voy a volver a acercar, seguro que el tipo ha vuelto y ya te cuento lo que me
diga.- Me despido pensando sinceramente que es un gran tipo y no sólo porque su
físico lo retrate.
Vuelvo a caminar hacía la dichosa caseta, aunque en un
momento estuve muy interesado me empiezo a cansar de tanta ida y venida. Cada
vez hay más gente (se nota que se acerca la hora del aperitivo y el lugar
invita a aprovechar el paseo) y resulta
algo incómodo el paso irregular al que obligan los distintos ritmos de tanta
gente. De vez en cuando, por delante van algunos distraídos que andan muy
despacio observándolo todo o frenan de manera repentina al descubrir algo que
les llama la atención. Es lo más natural pero interfiere e irrita a quienes
como yo tenemos un destino concreto y no prestamos atención a la oferta del
entorno. Según me acerco diviso una aglomeración, hay gente parada curioseando
que hace que me cueste llegar hasta donde deseo. Me empiezo a abrir paso con
dificultad. Supongo que el famoso presentador ha terminado su baño de
multitudes y está provocando este tumulto. También logro entrever una cámara de
televisión, sin duda la cadena aprovechará como autopromoción el evento y la
participación de su célebre estrella. Finalmente logro ponerme en la primera
fila del grupo de observadores y diviso que el motivo de la aglomeración no es
el que pensaba. La caseta está abierta por fin, pero ahora el joven está afuera
hablando con un par de agentes de policía mientras se toca la cabeza vendada,
hay un par de sanitarios del SAMUR que parecen recoger sus enseres. El cámara
ha aprovechado la coyuntura y graba desde una distancia prudencial a pesar de
que otro policía parece intenta indicarle que deje de hacerlo, otros dos
mantienen un cerco de seguridad e intentan que la gente avance para evitar el
excesivo embotellamiento. También habla con ellos el encargado de la tienda de
comics.
Mientras el joven habla con la policía mira distraídamente a
ninguna parte y finalmente se cruza con mi mirada. Insospechadamente me señala,
los policías se vuelven a mirarme, creo que todo el mundo sigue ese dedo que
parece acusarme, La cámara también lo hace. A mi alrededor la gente se hace a
un lado dejándome aislado. Me siento
como Cary Grant en “Con la muerte en los talones”, un George Kaplan pillado in
fraganti con un cuchillo ensangrentado en la mano. Ni rastro del hombrecillo.
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