GUS MORNINS 23/2/21
“Siempre
trabajo por una suspensión de la susceptibilidad. Visualmente hablando, creo
que mis películas son buenas y creíbles, más que nada porque tengo un buen
sentido de la imagen sin necesidad de filmarla. Odio los trucos visuales. Hacen
que la película se convierta en un larguísimo comercial de televisión”. Terence
Fisher
Hoy vamos a rendir
homenaje a este director, no demasiado conocido para la gran mayoría, que
hubiese cumplido los ciento diecisiete años de edad. Para quien no le suene hay
que decir que este señor fue el gran gurú del cine de terror de la Hammer.
Bebiendo de los clásicos de los años treinta de la Universal, retomó todos los
mitos terroríficos y los reformuló, fotografiándolos en un esplendoroso
technicolor, elevando a la cumbre de la fama a actores como Christopher Lee o
Peter Cushing. Su legado, a pesar de que, obviamente, las propuestas de terror
han sido ampliamente superadas, aún perdura hoy en día.
Terence Fisher fue
criado dentro de un entorno estrictamente cristiano protestante en la
Inglaterra de principios de siglo. Dejó la escuela a edad muy temprana porque
quiso ser marino mercante, pero descubrió que el mar no era lo suyo, así que
dejó el servicio en el océano y vagó por los más diversos oficios. En esa
época, descubrió el cine y consiguió un trabajo dentro de la industria, según
sus propias palabras como “el más viejo
de los chicos de la claqueta”. Era muy disciplinado y observaba todo el
proceso de creación de las películas. Con más entusiasmo que otra cosa, se
plantó en las oficinas del productor Arthur Rank para ofrecerse como montador.
No tenía ninguna esperanza de que le admitieran, pero Rank quedó impresionado
por su desparpajo y su conocimiento de toda la parte técnica, así que le
admitió a prueba. Estuvo trabajando mucho tiempo cortando y montando películas
hasta que le propusieron sustituir al director previsto para dirigir una
comedia llamada Coronel Bogey, sobre
una pareja en la época victoriana que decide mudarse a la casa de la tía de la
esposa porque cree que su marido (el de la tía) todavía está vivo y que su voz
resuena en las paredes de su gran mansión. Esa mezcla de comedia y fantasía
(sin llegar en ningún momento al terror) llamó la atención por su imaginación
en la puesta en escena y comenzaron a encargarle películas de cierta calidad.
La mejor de aquellas de
su primera época puede ser Extraño suceso,
con Jean Simmons y Dirk Bogarde, en un argumento que recuerda mucho a Alarma en el expreso, de Jean Simmons.
Una chica llega con su tía a París con motivo de la Exposición Universal de
1898, se alojan en un hotel y, de repente, la tía desaparece. Cuando la chica
va a denunciar la desaparición a la policía, primero y, después, a la embajada,
resulta que no hay rastro de que la tía llegara con ella a ninguna parte, ni siquiera
la habitación del hotel existe. El propio Alfred Hitchcock adaptó este mismo
relato con su hija, Patricia, para la serie Alfred
Hitchcock presenta.
Con 52 años, diez años
después de su debut en el cine, Terence Fisher rompió moldes. En 1956, la productora
Hammer le encarga hacer un remake de Frankenstein con el título de La maldición de Frankenstein. La
película rompe la taquilla a nivel mundial. Fisher introduce el color en la
historia de terror y deja que la sangre se vea tal cual. El público reacciona
impactado y el uso de la imagen por parte de Fisher hace que, tanto él, como
los protagonistas Christopher Lee y Peter Cushing se vean catapultados hacia
los primeros lugares de la fama. Uno de los secretos de Fisher consistió en
mezclar con suma habilidad el realismo de los personajes con algunos elementos
melodramáticos y vuelve a reformular el mito alejándose de los clásicos de la
Universal, con Boris Karloff. Incluso el diseño de la criatura se aleja
deliberadamente de la imagen más clásica. La Hammer no se lo piensa y le ofrece
una nueva versión de Drácula, de
nuevo con Christopher Lee en el papel del seductor vampiro y Peter Cushing como
el implacable Van Helsing. No cabe duda de que la agilidad que imprime al
relato, lo convierte en una de las mejores versiones del mito y Francis Ford
Coppola no duda en tomar algunos de sus elementos para realizar su propia
versión treinta y cinco años después.
Sin embargo, y
mirándolo fríamente, quizá la mejor película de Fisher sea su aproximación al
personaje de Sherlock Holmes en la que es la más destacable versión de El sabueso de los Baskerville, con Peter
Cushing dándole nervio al inmortal detective secundado con una gran eficacia
por André Morell en la piel de su inseparable Watson. Bordeando el límite del
cine de terror con el de suspense, Fisher consigue una pieza visualmente
memorable, con secuencias realmente prodigiosas y al filo de la más inquieta
sensación.
Por supuesto, la Hammer
no quería renunciar a la gallina de los huevos de oro y le encargó sucesivas
secuelas y revisitaciones de otros mitos del terror. Ahí están La maldición del hombre lobo, con un
juvenil Oliver Reed, o Las dos caras del
Doctor Jekyll introduciendo la novedad de que el doctor del título es un
hombre anciano y, cuando toma su fórmula, se convierte en un hombre joven
extremadamente viril; vuelve a visitar el mito de Holmes, esta vez en blanco y
negro, con El collar de la muerte,
con Christopher Lee en el papel principal, pero una enfermedad le obliga a
dejar el rodaje a medias y es completado de forma mediocre por la parte de
producción alemana que se asocia con la Hammer.
Peor fortuna empieza a
cosechar Fisher a principios de los sesenta con su adaptación de El fantasma de la ópera, con un bastante
inadecuado Herbert Lom en el papel principal. Eso lleva a que la Hammer
comience a desconfiar de él y le tiene dos años inactivo. Se intenta repetir la
fórmula que tanto éxito dio a la productora con La Gorgona dándole de nuevo a Lee y a Cushing, pero vuelve a
cosechar otro sonoro fracaso. Como última oportunidad le encargan una secuela
del Drácula con Drácula, príncipe de las tinieblas, también con Christopher Lee y,
aunque introduce una variante poética muy interesante, tampoco obtiene los
resultados deseados. Parece que el género empieza a cansar entre los jóvenes de
los años sesenta. Hammer ya no le da tanto presupuesto y comienza a notarse en
pantalla. Fisher se concentra en sucesivas secuelas del monstruo de
Frankenstein como Frankenstein creó a la
mujer, El cerebro de Frankenstein y su última película, Frankenstein y el monstruo del infierno,
todas con Peter Cushing. No cabe duda de que son películas imaginativas, que
introducen diversas variantes dentro del mito del monstruo y que, en algún
caso, reciben el beneplácito de la crítica, como es el caso de El cerebro de Frankenstein, pero está
muy lejos de la popularidad que alcanzaron sus versiones de finales de los
cincuenta.
No todo fueron
Frankensteins y Dráculas. Fisher hizo algunos buenos trabajos, siempre dentro
del fantástico y del terror, con películas como La novia del diablo, con Christopher Lee y Charles Gray, dando vida
al mismísimo Satanás intentando captar nuevas víctimas; o una rareza del cine
de extraterrestres como es La Tierra
muere gritando, con Dennis Price luchando contra los alienígenas que
quieren conquistar nuestro planeta soltando un gas letal. Notable alto es para Radiaciones en la noche, otra vez con
Lee y Cushing, poniendo el énfasis en que el terror es paranoia.
También visitó al mito
de La momia, con Lee y Cushing,
obteniendo también otro notable alto y visita el suspense esotérico con
indudable maestría en Los estranguladores
de Bombay, con Allan Cuthbertson y Guy Rolfe, sobre la secta de los estranguladores
de la India con culto a la diosa Kali.
En su cine, se puede
apreciar una cierta obsesión por la confrontación entre el mal más seductor y
los esquemas inamovibles del bien. Su obsesión por la imagen y por la agilidad
en el montaje, son sellos inconfundibles de su estilo. Era un gran maestro del
género, nacido de la nada y que, poco a poco, se va olvidando dentro de un
género que ha sido, tal vez, demasiado prolífico.
Como vídeo os dejo la
escena final de Drácula. Fijaos en la
impresionante agilidad del montaje y en el manejo de la tensión. Eso sólo lo
pueden hacer los que realmente sabían de cine.
Y como mosaico, os dejo
con un fotograma de El perro de
Baskerville que, en mi humilde opinión, es su mejor película.
Comentarios
Así que Lee y Cushing siempre serán para mi, Drácula y Van Helsing. Aunque el primero será conocido por los jóvenes por el Saruman de "El señor de los anillos" o el Conde Doooku de la segunda trilogía de Star Wars. Y Cushing como el gran comandante Moff Tarkin en la primera "Star Wars".
Pero yo estaba muy acostumbrado a ver a los dos juntos (eso no paso en "la guerra de las Galaxias" en numerosas películas de terror de los 60 y 70 (no sólo de Fisher), incluso españolas como "Pánico en el Transiberiano". Pero es cierto que lo de Fisher era otra cosa y efectivamente le metía una poética diferente a los mitos de terror.
De todas formas coincido, para mi su mejor film es "El sabueso de los Baskerville" que reví hace poco tiempo y me sigue pareciendo una gran película.
Abrazos sin cruces ni estacas