GUS MORNINS 17/11/20

 

“Las películas nos tocan en el corazón y engrandecen nuestra visión del mundo. Cambian las maneras en las que se ven todas las cosas. Nos llevan a otros mundos, abren puertas y mentes. Las películas son los recuerdos de nuestra vida y necesitamos mantenerlas vivas”                                                    Martin Scorsese

Felicidades, Martin. Hoy cumples setenta y ocho años y esperamos que cumplas muchos, muchos más. No creo que nadie me pueda echar en cara el hacerme portavoz de este pequeño grupo de amigos y cinéfilos si te digo que nos has proporcionado enormes, largas e inolvidables horas de disfrute en las que, efectivamente, has cambiado por momentos nuestra visión del mundo, has abierto nuestras puertas y mentes y todas ellas se han convertido en los recuerdos de nuestra vida. Tratamos, por todos los medios, de conservarlas y mantenerlas vivas porque, más allá de la lección de cine que se contiene en cada una de ellas, has conseguido hacernos plantear cuestiones como la redención, la catarsis, la violencia, la ambición, la ascensión y caída que toca a todos los seres humanos. Los de arriba y los de abajo. Has acercado mundos que, al no ser notados a primera vista, creíamos que no existían y, sin embargo, nos has llevado en volandas hacia ellos. Y no sólo eso, nos has descubierto músicas y nos has hecho rememorarlas con una sonrisa. Y, por si fuera poco, has estado media vida hablando sobre cine, sobre las grandes películas, aquellas que te han forjado como persona y que también han influido en todo lo que hemos hecho. Alguien dijo una vez que somos lo que recordamos. Yo añadiría que somos las películas que hemos visto.

Así que, con tu permiso, Marty, también te diré que no siempre estuviste acertado, que también metiste la pata en alguna que otra ocasión y que, como buen cinéfilo que eres, tú mismo te diste cuenta de que lo habías hecho mal. Te has colocado en ese pedestal al que sólo acceden unos pocos directores de la historia del cine en el que puedes hacer las películas que quieres realmente hacer y, a la vez, no das la espalda a la taquilla porque sabes que el cine vive de las entradas. Sin público, el cine no es nada. Es un enorme local vacío lleno de butacas orientadas hacia una pantalla blanca. Ahí, en ese lienzo, has pintado un buen montón de inquietudes, de estéticas impresionantes que nos han dejado boquiabiertos y de historias un tanto desquiciadas que no dejan de avisar acerca de los personajes tan poco recomendables de los que nos podemos rodear. Has roto fronteras, has ido siempre un paso más allá. Incluso me atrevería a decir que, en tu más rotunda madurez, has dado unas cuantas lecciones a muchos directores jovenzuelos acerca del modo de rodar y de contar una historia. Hiciste trizas la narración temporal y un tal Quentin aprendió de ti. Por supuesto, tú también absorbiste el conocimiento de Sam, de Stanley, de Alfred, de tus amigos y compañeros de generación y, posiblemente, todos ellos, contigo en uno de los lugares de honor, sois la última hornada de cineastas indiscutiblemente clásicos que ha dado el cine. Aún estáis dando los últimos coletazos y, nosotros, simples mortales, no hacemos más que disfrutar de lo que aún tenéis que decir que, dicho sea de paso, aún es mucho, aún es grande y aún es maravilloso.

Recuerdo, en mi infancia, que tu nombre estaba un poco prohibido. Por edad, has sido más un cineasta descubierto por mi hermano. Te voy a decir la primera secuencia que vi dirigida por ti. Es aquella en la que Robert de Niro hacía ejercicios en Taxi Driver de un modo compulsivo, rabioso, agónico. La televisión en casa aún era en blanco y negro y yo tenía ocho años. Sólo vi unos pocos segundos de esa secuencia y noté enseguida que aquello no era normal, que ese tipo que castigaba su cuerpo no estaba demasiado bien y que no me daba buen rollo, pero, no obstante, sí que, dentro de mí, nacía ese deseo casi incontrolable de querer ver la película. Aquello tenía que ser bueno. Por fuerza.

Unos días después, mi hermano fue a ver la película. Solía ir con mi primo porque tenían edades parecidas y aquella película estaba rigurosamente prohibida para mi edad. Cuando llegó a casa le pregunté qué tal. Y él me dijo que aún estaba un poco impresionado, que iba sobre un taxista que decide hacer algo que estaba mal y que, sin embargo, al final era declarado héroe nacional. Yo no entendía nada, pero tenía el suficiente sentido como para pensar que las cosas se aclararían en cuanto viera la película. No pude verla hasta el año 83, más o menos, que fue cuando entró el vídeo en casa. Corrí al vídeo club a alquilarla. Por supuesto que la entendí a mis diecisiete años, claro que sí. Y recuerdo que la película acabó y yo aún no me podía mover del butacón del cuarto de estar.

Así que, si hago algo de memoria, la primera película completa que llegué a ver de ti fue Toro salvaje en una de esas sesiones de noche que, de vez en cuando, organizaba mi padre. Sería tres años antes de ver Taxi Driver, quizá dos. Fue en el cine Gran Vía de Madrid y aún recuerdo cómo iba yo callado en el asiento del Ford Fiesta porque estaba intentando digerir esa historia de ascensión y fracaso vital. Íbamos todos callados y había división de opiniones. Recuerdo que mi padre dijo algo así como que era un prodigio de dirección, pero que no le había gustado mucho. Mi madre, por supuesto, dio su veredicto inapelable de rechazo. A mi hermano le gustó mucho. A mí…yo no sabía que pensar. Al igual que me había pasado con Apocalypse now, un año antes, tenía plena conciencia de que había visto algo grande, pero que era incapaz de asirlo por todos lados. Me faltaba madurez.

Creo que volví a verla, nuevamente, cuando tuvimos el vídeo y ahí ya me ganaste, cacho cabrón. Me fijé en todo. Desde esa especie de bestia que se mueve en ultra cámara lenta al son de la Cavalleria rusticana, de Mascagni, hasta esa caricatura de hombre que ensaya su monólogo con trozos de diálogo de Marlon Brando en La ley del silencio delante de un espejo de camerino para concluir con un “Esto es espectáculo”. Ahí ya me di cuenta, junto con mi visión de Taxi Driver, que tenías muchas cosas que decir y que había que digerirlas reposadamente porque te adelantabas a mi edad y eso era difícil de conseguir.

Estaba como loco contigo, así que en el video-club también alquilé Malas calles y ahí, tengo que decirlo muy bajito porque me comen, me gustaste bastante menos. Noté una película de aprendizaje sobre unos tipos que me interesaban más bien poco. Arrastré, a continuación, a mi padre al cine Lope de Vega para ver El rey de la comedia y mi padre salió muy decepcionado y yo también, tampoco te cogí el punto. Luego la he vuelto a ver y ahora sí, ahora vuelvo a entenderte. A partir de ahí ya eras cita obligada cada vez que estrenabas algo y, a veces, me llevabas a las estrellas (supongo que ya tenía la edad necesaria para entenderte a la primera) y otras me hacías caer en la decepción. Recuerdo salir en un sueño cuando vi Uno de los nuestros en el Alphaville, o Casino, en el Avenida, o Al límite, en el Conde Duque de Alberto Aguilera (siempre te he defendido ahí) o la decepción profunda que me supuso ver Kundun en el Cid Campeador. Al igual que supe, desde el primer momento, que Gangs of New York (que la vi en el Canci) no era tu gran película, pero que La edad de la inocencia es mucho mejor película de lo que han querido concederte (la vi en el Carlos III). También recuerdo lo satisfecho que salí con ese disparo en plena cara que era Infiltrados y con la psicología descolocada que me supuso una maravilla (ahora está de moda criticarla para mal) como Shutter Island. Es más, algunos dicen (no sé si con razón) que es el mejor artículo que he hecho en mi vida.

También vi Silencio, una de esas películas que han quedado olvidadas porque tampoco muestras lo que se espera de ti y, sin embargo, fuiste capaz de hacerme plantear un buen puñado de preguntas y de tratar de mantener mis ideales ahí, dentro del corazón, aunque sea una época en la que decirlos y expresarlos sea cada vez más difícil. Fui de los listos que pudo ir a ver El irlandés al cine porque estuve muy atento a sacar las entradas y, sí, lo del rejuvenecimiento facial no acababa de convencer, pero la historia era muy tuya, muy de redención, muy de catarsis, muy de Martin Scorsese. Y, de alguna manera, también sentí que fue la despedida definitiva de una forma de hacer cine que, sacándome lágrimas, van a dejar de ver las generaciones futuras de cinéfilos para entregarse a algo que, a buen seguro, no va a ser tan bueno, ni tan impactante, ni tan maravilloso.

Así que, además de desearte un feliz cumpleaños, Marty, déjame darte las gracias por tu trabajo. Tengo que decir, aunque suene un poco raro, que he disfrutado hasta del mejor anuncio de Freixenet de toda la historia con ese homenaje a la película que Hitchcock nunca rodó porque, por unos momentos, me trajiste de nuevo al gran maestro en un corto publicitario de altísima categoría y que se llamó acertadamente La clave reserva. Podría también decirte lo que sentí al ver en vídeo, por ejemplo, El último vals, o cualquiera de tus múltiples documentales. O decirte cuánto me he removido en la butaca con alguna de tus bandas sonoras, o lo impresionado que me dejaste con aquellos planos de El color del dinero en los que parecía que montabas la cámara encima de una bola de billar, pero eso son menudeces de cinéfilo. Lo realmente importante, Marty, es que has honrado al arte de hacer películas, lo has transmitido y ha llegado. Al menos, hasta estos humildes ojos que no quieren dejar de ver tus películas nunca.

Me gustan muchas más y todas han dejado huella (no es normal que yo recuerde dónde vi cada una de sus películas), así que permíteme, Marty, que deje este vídeo en tu homenaje. Está muy bien montado y creo que transmite, casi a la perfección, el magnetismo que emana de todo lo que haces.



Y como mosaico, dejaré esta foto con tres de los actores que han sido parte de la historia viva de tu cine. Estoy seguro de que no te importará que también esté Al Pacino porque, al fin y al cabo, podría haberlo sido sin ningún esfuerzo.



Marty, gracias por todo. Feliz día. Haznos una más.

Comentarios

dexterzgz ha dicho que…
Poco más que añadir a estas palabras tan emotivas y a esta carta tan bonita dirigida al Cejas.

Y es que realmente es muy emocionante cuando la trayectoria de un director en este caso está tan ligada a tu propio curriculum vitae cinéfilo hasta el punto de qué recuerdas dónde y cómo has visto cada una de sus películas. Se podría decir de Marty, lo mismo que de Woody, Clint o el tito Steven.

De Marty además de sus películas (yo también recuerdo que la primera peli suya que vi en la tele fue "Taxi driver" y en el cine "El color del dinero") me quedo con su vehemencia a la hora de defender el cine con mayúsculas. Se nota especialmente en sus documentales como "Una carta a Elia" o "Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano", cuatro horas que se ven sin pestañear y casi de rodillas.

Con Marty hemos compartido sus triunfos y sus fracasos. Como con todos los grandes todos tenemos nuestras favoritas (ahí siempre tendré yo a "Taxi driver"), sus películas sobre o infravaloradas (yo también creo que "Al límite", "La edad de la inocencia" o "Silencio" son muy buenas películas y en cambio "Kundum" o "Gangs" son un ladrillo) nuestros momentos favoritos (en "Taxi driver" o "El lobo de Wall Street" hay unos cuantos de los míos), o sus películas olvidadas que hay que reivindicar (¿qué pasó con "Hugo"?).

Pero si hoy es el cumple de Marty, eso quiere decir que... efectivmente acabo de comprobarlo en la Wikipedia, hoy sopla velitas también su amigo Leo. Anda, hacednos una más por fa.

Gracias por tu gus. Siempre nos quedará Shutter Island.

Abrazos hablándote a ti

carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Pues si había poco más que decir tras el gus, tras el comentario de Dex apenas nos dejáis un resquicio. El de asociar el cine de Marty con nuestra propia vida que es lo que habéis hecho con comprensible pasión.

Y si lo asocio a mi propia historia he de decir que hubo mucho tiempo en que no había mucho paralelismo (o a decir verdad, demasiado, porque eran lineas que parecían que no se tocarían). Yo si recuerdo ver "Malas calles" en su día supongo que también en vídeo y me dejó bastante frío (aunque ahora parezca un pecado). Vi "Taxi Driver" y me pareció incomprensible en cuanto a la propia historia, entonces no entendía que un psicópata terminase siendo ensalzado (ahora podría ser hasta presidente electo), pero si que había una fuerza en las imágenes y en la forma de narrar que te dejaban impactado. Con "Toro salvaje" si me enganchaste, durante un tiempo fui mi película favorita de todos los tiempos. También "Jo, que noche". film que no habéis mencionado y que a mi me parece mucho más que magnífico. Pero luego empezó mi desapego que llegó a su punto culminante con "La edad de la inocencia", que me parece (es un problema mio, lo sé) un truño considerable, magníficamente rodada, preciosa estéticamente, con la Pfeiffer que es una mis absolutas debilidades y sin embargo incapaz de conectarme ni interesarme por nada de lo que sucede en el film.

"El color del dinero" no me apasionó, salvo Newman. "La última tentación de Cristo", también me aburrió, con "El cabo del miedo" me convertí en un bicho raro porque a mi me pareció bastante rutinaria y todo el mundo a mi alrededor la ponía como una película de referencia (aun hoy pienso que lo mejor del film son las interpretaciones), "Casino" tampoco me mató (aunque me gustó un poco más) y a "Kundun" ni me acerqué.

Y diréis ¿y "Goodfellas"? Me la salté. No fui a verla en su momento, no me apetecía nada, que soy yo muy raro. Me dije que tras los padrinos de Coppola cualquier historia de la mafia sería una obra menor y de poco interés. Me pasó algo parecido con las pelis bélicas tras "Apocalipsy Now". Pero en una de estas, pillé "Uno de los nuestros" muy barato en dvd en un Vips. Y a partir de ahí, cambié de opinión, me reví casi todo y a todo le encontré un gusto nuevo (salvo a "La edad de la inocencia", claro) aunque no he visto aun, ni tengo muchas ganas "Kundun" y "Silencio". Pero ya estoy entregado.

Ahora me pueden gustar más o menos (Gangs tampoco me mola), algunas me parecen de un merito artístico maravilloso ("Hugo" aunque se haga un poco tediosa en algún momento), otras mágicas (a mi "El aviador", habitualmente denostada me pareció buenísima) y otras absolutas obras maestras de nuestros días (aunque de la comparación con el cine actual resulte un mérito sencillo): "Infiltrados", "Shutter Island" (en mi casa está considerada en el top ten del siglo XXI por todos los integrantes de la familia). "El lobo...", "El irlandés"....

Y Martin se ha convertido en un gurú del buen cine, del de verdad, de ese cine en el que siempre encontrabas algo más de lo que se contaba, del cine que parece clásico pero es rabiosamente moderno (tecnología, manejos del tiempo, encuadres, ritmos...).

Sólo son 78, vosotros le pedís una más...yo creo que tiene para muchas, otra cosa es que el cine actual no esté por la labor deponer pasta para genios como él...Y ahí, aunque alguno lo critiquéis yo estoy encantado con las plataformas digitales. Sin ellas no habríamos disfrutado de algunas de las mejores películas de los últimos años. No hay mal que por bien no venga.

Abrazos recibiendo golpes en blanco y negro.

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