GUS MORNINS 3/9/19
“Tengo
el rostro de un adolescente y el cuerpo de un alfeñique. Si usted puede
imaginar el por qué de mi éxito, es usted mucho mejor hombre que yo”
Alan Ladd
Gus mornins a todos y
cada uno de los trillones. Ya de vuelta de vacaciones y con el verano dando sus
últimas bocanadas, os mando un beso a todas ellas y un abrazo a todos ellos con
el placer entrañable del reencuentro. En esta ocasión, recordaremos a un actor
que hoy hubiese cumplido ciento seis años y que fue más famoso por su estatura
que por su talento, porque, vamos a ver, ¿qué se os viene a la cabeza lo
primero cuando pensáis en alguien como Alan Ladd? Pues que era muy bajito.
¿Queréis saber cuál era su estatura? Pues yo os lo digo, faltaría más. Era
1,63. Eso, naturalmente, causaba muchos problemas de encuadre y hacía que Ladd
no pudiera ser emparejado con muchas actrices del momento (Audrey Hepburn, por
ejemplo, le daría capones con la barbilla) porque se puede disfrazar un poco
con el truco del cajón, o trucando el suelo del plató (como hizo Hitchcock con
Ingrid Bergman y Claude Rains en Encadenados),
pero no siempre puede funcionar. El caso es que los productores, siempre
avispados, le emparejaron en muchas ocasiones con Veronica Lake que,
casualmente, era aún más bajita que él (iba por el 1,58), lo cual hacía que las
cosas se facilitaran bastante.
Lo más curioso que se
puede decir de Alan Ladd es que, a pesar de que alcanzó el éxito con un físico
que no se prestaba a ello, fue un hombre enormemente infeliz. Su vida estuvo
plagada de desgracias que no hicieron más que minar su moral y entregarle sin
remedio al alcohol y a las drogas. Alan era hijo de un contable y de un ama de
casa. Ya a la edad de cuatro años falleció su padre y su madre se tuvo que
poner a trabajar para mantener al chaval. Eso conllevaba que Alan pasara muchas
horas del día solo en casa y, en una de éstas, de forma accidental, prendió
fuego a la casa. La madre, desesperada, se entregó entonces al alcohol mientras
se liaba con un pintor de brocha gorda. Eso hizo que se mudaran de su Arkansas
natal a California. Allí, Alan trabajó de todo lo imaginable. Recogedor de
fruta, vendedor de periódicos, reponedor de almacén…al mismo tiempo, descubrió
que era un buen nadador (como yo) y, en 1932, estaba en marca olímpica. Iba a
participar en los Juegos Olímpicos de Amsterdam, pero sufrió una lesión dos
meses antes del inicio de la competición debido, también, a un accidente
doméstico. Así que, tratando de sacar la cabeza, puso una hamburguesería, pero
quebró pronto. Entró a trabajar como operario de la Warner Brothers y, cuando
parecía que las cosas empezaban a enderezarse, su madre se suicidó
envenenándose. Tenía una voz muy bien modulada, así que le contrataron como
locutor de radio y allí conoció a un señor que se llamaba Orson Welles.
Orson no le veía en el
cine, pero le gustaba aquel hombre pequeño de buena voz y le dio un pequeño
papel sin acreditar en Ciudadano Kane
(se le puede ver como uno de los periodistas de la escena final cuando hablan
con el investigador que les revela lo que ha averiguado sobre Rosebud). Un año más tarde, Ladd prueba
para que le den un papel en una película basada en una novela de Graham Greene
titulada El cuervo y,
sorpresivamente, le dan el papel protagonista. Su trabajo como asesino
profesional con sentimientos fue un bombazo para la época y, más aún, la enorme
química que desprendía con su pareja en la pantalla, Veronica Lake. Comenzaron
a contratarle para un buen montón de películas junto a ella, de las que caben
destacar dos que pasan por ser sendas auténticas joyas del cine negro: La llave de cristal, basada en una
novela de Dashiell Hammett, y La dalia azul, con un guión de Raymond
Chandler.
Durante los cuarenta,
Ladd se encarama como uno de los actores más taquilleros de toda la industria.
Y en 1950, después de haber probado con cierta fortuna en algún que otro western, George Stevens le reclama para
protagonizar Raíces profundas,
aquella mítica película en la que Ladd encarna a un antiguo pistolero que
quiere encontrar la paz en una granja apartada y las circunstancias le llevan a
volver a encincharse el arma para acabar con Jack Palance en un duelo que se va
presagiando a lo largo de toda la trama. Os contaré un secreto…es una película
que no me encanta. Ya, ya sé, es la leche, es bonita, y todo lo que queráis.
Pero no soporto al niño, no soporto la mansedumbre de su padre, Van Heflin, no
soporto que Shane (Ladd) tarde tanto en reaccionar y, por no soportar, tampoco
soporto la cantidad de tópicos que acumula un personaje como el de Jack
Palance. Pero la película es todo un éxito y Ladd es una estrella con todas las
de la ley.
A partir de aquí, la
carrera de Ladd va decayendo poco a poco, aunque todavía hay algún intento por
revitalizarla. Ahí está el imposible emparejamiento con Sophia Loren en La sirena y el delfín, dirigida por Jean
Negulesco que declararía que “fue una
película solemnemente aburrida porque yo estaba más preocupado por hacer que
Ladd y Loren compartiesen un plano lógico que por la historia en sí misma”.
En la película, se puede apreciar como Sophia Loren, prácticamente, tiene que
actuar sentada porque es una mujer muy alta y no podía compartir un plano
normal con Ladd. Una que sí tiene mucha calidad y que, al mismo tiempo, guarda
una gran idea, es Arizona, prisión
federal, de Delmer Daves, porque me parece brillante el intento de pasar el
argumento de La jungla de asfalto, de
John Huston, al western y Alan Ladd
saca fuerza interpretativa, a pesar de su habitual impasibilidad, al lado de un
imponente Ernest Borgnine.
Hundido en su propia
miseria de alcohol, Alan Ladd se despide del cine y de la vida con dos
películas que no están mal. Una es 13
calle Oeste, al lado de Rod Steiger, un interesante thriller sobre un hombre acosado por unos delincuentes. El propio
Steiger diría después que Ladd “cumplía
con su trabajo y, luego, se iba. Pero parecía cansado, hundido, deseando acabar
con todo”. Su última aparición en el cine fue en Los insaciables haciendo el papel de Nevada Smith que, en sus años
jóvenes, interpretó un año después Steve McQueen. Se dio la circunstancia de
que, para ese papel, Ladd se postuló a sí mismo (a pesar de que ya no daba la
edad) y, naturalmente, fue rechazado. Depresivo y sintiéndose desgraciado,
Ladd, parece ser, se suicidó con una combinación de barbitúricos y alcohol en
1965.
En el apartado
anecdótico destacaremos que, en realidad, era el suegro del ángel de Charlie,
Cheryl Ladd, que se había casado con su hijo Alan Jr., a la sazón, productor de
cine.
En 1961, le preguntaron
qué es lo que cambiaría si volviera a nacer. Su respuesta, lacónica, habla por
sí misma: “Todo”.
Es cierto que Ladd
nunca tuvo una gran aprobación por parte de la crítica especializada, pero era
una de las estrellas preferidas por el público de la época.
Durante tres años
seguidos, del 48 al 50, fue la estrella más taquillera del año.
Era republicano
convencido e, incluso, intervino activamente en la campaña presidencial de
Dwight Eisenhower.
El héroe del cómic
Linterna Verde está inspirado en Alan Ladd. De hecho, el personaje se llama
Alan Scott, de nombre completo Alan Ladd Wellington Scott.
Tenía pánico a volar.
Si tenía que desplazarse a Europa, lo hacía en barco. Y si lo hacía en Estados
Unidos, en tren.
Era un fumador
compulsivo. Parece ser que, sin mediar descanso, apagaba un cigarrillo y
encendía otro.
Lo cierto es que Alan
Ladd marcó una época. Y, a pesar de su inexpresividad, sí que es posible
atisbar la tormenta interior que le removía por dentro de ese rostro de ángel,
ligeramente aniñado y que muchos críticos llegaron a decir que fue el
antecedente más directo del tipo que llegó a representar James Dean.
Os dejo con el duelo
final de Raíces profundas para que
podáis apreciar su maravillosa voz.
Y como mosaico, ahí os
lo dejo con su mejor pareja, Veronica Lake, tal y como aparecían ambos en El cuervo.
Comentarios
Alan Ladd, como decimos en mi tierra, no tenía ni chicha ni limoná. No era uno de mis actores preferidos. Me transmitía más bien poco y me pasa como a ti con Raíces profundas. A veces escucho tertulias de cine y siempre la ponen como una de las mejores pelis, para mí no lo es. Me ha hecho gracia lo de la mansedumbre del crío...
Un placer como siempre leer anécdotas y curiosidades que desconocía.
Espero que vuestras vacaciones hayan servido para disfrutar y desconectar.
Besitos
low
Pero no adelantemos acontecimientos...que parezco Nostradamus Cenicius, y además a vosotros poco os interesan mis cuitas laborales.
Un alegrón el reencuentro, no sabía cuando se reabría este jardín en realidad pero aquí entraba un día si y otro también esperando la nueva joya de Dexter, del Lobo, de Alban o Junior y no llegaban.
Y aquí está ya, esa pequeña joya rubia, en forma de apuesto tapón, que era Allan Ladd. Es cierto que no era un actorazo, pero daba el pego como tipo duro. Yo recuerdo un ciclo de la Tele con sus pelis y especialmente una de caballeros y espadachines que me chifló entonces (creo por lo que he visto en wikipedia que quizá se tratase de "El caballero negro").
Es cierto que "Raíces profundas" no es un peliculón, pero tiene sus bondades, la historia del pistolero que busca la paz pero que al final tiene que volver a lo suyo (la cabra tira al monte) a su pesar, se ha repetido luego en muchas ocasiones y Clint y su "Jinete pálido" le deben mucho. Para mi lo peor, coincido con el Lobo, es lo de Van Heflin, que pena me daba el hombre, prototipo del hombre blandengue que decía El Fary.
Pero lo mejor, como diría Carol Anne en Poltergeist es que :...Ya estais aquíiiii...
Abrazos con altura (por poner algo de Rosalia)