GUUUD MORNINS 06-04-2017
“Él es Woody, él fue mi amigo desde que tengo memoria. Es valiente, como todo buen vaquero. Y listo, y gentil, pero lo que hace especial a Woody es que jamás te va abandonar… jamás. Él estará contigo pase lo que pase.” Andy.
Guuuud
mornins cinéfilos. Jueves 6 de abril. No se vosotros, pero a mí me cuesta
imaginar esta sección sin la participación de Dex. Él es el alma del gus y sin
Dex somos con El Equipo A sin Hannibal Smith (ya se que no es muy cinematográfico
el ejemplo, pero creo que me entendéis). ¿OS imagináis a MA, Murdock, Fenix y
Amy sin Hannibal? Impensable. Pues lo mismo pasa aquí. (Me pido el papel de
Murdock, el resto os los repartís vosotros).
O como los juguetes de Toy Story sin Woody. Por mucho que Buzz y compañía sean geniales, sin Woody no serían lo mismo.
Pero como la esperanza es lo último que se
pierde, sigamos teniendo fe en el regreso del maestro. Hoy el gus va por tí, Dex.
LA GATA ESPERANZA (Microrelato de Salvador Robles)
Todas las mañanas, la primera tarea que la maestra Adela ordenaba a sus alumnos era que dibujasen lo que les sugería la palabra que previamente había escrito en la pizarra.
Aquel día el vocablo elegido fue la esperanza.
Un sol, una flor, una boca sonriente, el ojo de Dios dentro de un triángulo, la cumbre de una montaña, una puerta entreabierta... un gato con botas. ¿Un gato con botas? Qué curioso. Y se le había ocurrido a Dolores, la niña más triste de la clase.
-¿Por qué un gato, Dolores?
-No es un gato, doña Adela, es una gata.
-De nombre Esperanza, ¿no?
-Eso es.
-Y las botas de siete leguas, ¿para qué son?
-Para que no tarde toda una vida en recorrer las miles de leguas que la separan de mí.
CANCIÓN DEL DÍA
HAY UN AMIGO EN MI (Toy Story)
Hay un amigo en mí, hay un amigo en mí
Cuando eches a volar y tal vez
Añores tu dulce hogar
Lo que te digo debes recordar
Porque hay un amigo en mí
Sí, hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Y cuando sufras aquí me tendrás
No dejaré de estar contigo, ya verás
No necesitas a nadie más
Porque hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Otros habrá tal vez mucho más listos que yo
Eso puede ser, tal vez
Mas nunca habrá quien pueda ser
Un amigo fiel y tú lo sabes
El tiempo pasará, lo nuestro no morirá
Lo vas a ver, es mejor saber
Que hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Cuando eches a volar y tal vez
Añores tu dulce hogar
Lo que te digo debes recordar
Porque hay un amigo en mí
Sí, hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Y cuando sufras aquí me tendrás
No dejaré de estar contigo, ya verás
No necesitas a nadie más
Porque hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Otros habrá tal vez mucho más listos que yo
Eso puede ser, tal vez
Mas nunca habrá quien pueda ser
Un amigo fiel y tú lo sabes
El tiempo pasará, lo nuestro no morirá
Lo vas a ver, es mejor saber
Que hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
MOSAICO DE HOY
Comentarios
Y encima, Woody y Cia, otros que tal baila de los que disfrutas a la vez que te enterneces como si fueras un tipo sensible y todo. Mucha imagen de machote para luego venirme abajo con tanta facilidad. Vamos, que del Equipo A me pido Phoenix sin duda, por lo de ligar y eso. Pero a nada que escarbes un mequetrefe, un pusilánime, un llorón...Si es que no se puede ir de duro por la vida con amigos somo estos.
Me voy a jugar con mis juguetes de antaño...dejaré la muñeca hinchable un rato aparcada.
Marvelous Indi.
Abrazos tiernos, tiernos.
Este muchacho, vasco ande los haya, me toca la fibra.
Sin duda Toy Story es mi trilogia favorita del mundo mundial, da la casualidad que Andy tiene la misma edad que mi hija mayor así os podéis imaginar la llorera cuando vi la tercera película de la saga, porque sí porque mi niña se hacia mayor y empezaba a maniferstarse ese periodo de escisión irremediable, aunque he de decir que nunca se llega a la separación absoluta y hay un hilo invisible pero firme que nos ha permanecido en contacto, por lo menos hasta hoy.
El cuento de la gata es conmovedor creo que no hay nada como rascar en el niñ@ que fuimos y detenernos un momento junto a el/ella y quedarnos así un ratito enmimismad@s.
Os dejo una frase de mi adorado Lorenzo Silva de su libro Los Cuerpos extraños:
"Toda Mujer, si sabe conservarla, lleva dentro una niña que la hace hermosa y limpia hasta el final de sus días"
Tuve la ocasión de comentar con el propio Silva esta frase, me confesó que la escribió pensando en su abuela que murió así bella y limpia dejando entrever siempre aquella niña que fué.
Seamos niños, una vez más, pues.
Gracias Indi.
Besos aniñados.
Albanta
A
Tuve un cochecito con el que jugaba de pequeña. No sé qué modelo es. El tamaño era, más o menos, como el de la palma de mi mano. Nunca me fijé en qué modelo era porque tenía nombre propio. Estaba decorado como un coche de "rally" y en la parte de atrás, tenía pintada una inscripción: "Lazy bones", ya sabéis, huesos perezosos, pero entonces creí que era el nombre del coche y siempre lo conocí como "Lazy bones". El caso es que ese coche me acompañó durante toda mi infancia. Luego ya vino la adolescencia y quedó olvidado dentro de algún cajón. Hasta que ya vino mi hijo. Cuando tuvo cuatro o cinco años, mi madre lo rescató del cajón y se lo dio a él. Cuando mi hijo me lo enseñó, casi me vinieron las lágrimas. Allí estaba el viejo "Lazy bones", con su color naranja ya muy descascarillado, pero aún andaba con ligereza empujándolo con la mano. Mi hijo lo incorporó a su colección de coches (tenía unos setenta) y comenzó a hacer unas competiciones basadas en poner una rampa y arrojar los coches por ella. El coche que llegaba más lejos, ganaba. "Lazy bones" se portó como un campeón. Siempre quedaba entre los cinco primeros. Hoy mi hijo ya está en la adolescencia y "Lazy bones" está ahí, en un cajón repleto de juguetes en su habitación. ¿Quién sabe? Lo mismo también llegará de los primeros en alguna carrera que organice mi nieto. Lo cierto es que el viejo "Lazy bones" es parte de mí y parte de mi vida.
Abrazos emocionados.
Mis padres colocaron al muñeco de trapo azul en la almohada al lado de mi cabeza, me dijeron que se llamaba Pelote y que a partir de entonces dormiría siempre conmigo. Supongo que alguien les comentaría que es un buen remedio casero para que los niños duerman mejor, ya que si el niño se despierta durante la noche siempre encontrará, en el muñeco, algo familiar que le hará sentirse seguro y tranquilo y volverá a conciliar el sueño con facilidad.
Desde aquel día, Pelote me acompañaba todas las noches. Cuando íbamos a la playa a algún apartamento alquilado para el verano, después del agotador viaje y cuando iba a acostarme, él ya estaba apoyado en la almohada de una cama que yo percibía como extraña. Pero verle allí me relajaba, no era después de todo una cita a ciegas, puesto que Pelote servía de introductor y acompañante para la velada.
No sé cuando empecé a hablarle. Cuando me acostaba le contaba mis andanzas diurnas. Al fin y al cabo, él permanecía todo el tiempo recostado sobre el cojín con el hipopótamo bordado, encima de la colcha de lana. Vigilaba el lecho que nos acogería durante la noche y no podía disfrutar del mundo que yo, cada día, iba descubriendo.
Le contaba los juegos con los niños de mi clase, el paseo con papá y mamá por el parque de los columpios, la fiesta de cumpleaños de mi primita y todos los aconteceres que cuando niños nos parecen excepcionales. Era una especie de diario no escrito y que tampoco podía ser consultado, al que entregaba todas mis vivencias.
Tampoco recuerdo a que edad decidí, o tal vez lo hicieron mis padres, que ya era mayor para dormir con muñecos, pero sé que seguí durante un tiempo buscándole a los pies de la cama para contarle las experiencias de cada día. Luego deje de contarle mi cotidianeidad y sólo le hacía cómplice de los grandes momentos, buenos o malos. Finalmente, le olvidé.
Hasta hace poco. Leyendo un libro de consejos para que los niños aprendan a dormir bien, el autor recomendaba el remedio del muñeco además de otras técnicas. Mis padres conservaron a Pelote adornando la que antaño había sido mi cama, ahora a disposición de algún invitado. Fui a buscarle convencido de que no habría mejor compañero para el sueño de mi pequeño de 4 meses.
Allí estaba, encima del edredón azul cielo que había sustituido a la vieja colcha. Al cogerle, aunque le veía ajado por el paso de los años, reconocí otra vez la familiaridad de sus formas y sentí la ternura que despierta el reencuentro con un viejo amigo. Incluso se me escapó una lágrima. Fue entonces cuando mi madre me dijo: “ No te preocupes, sabe que tienes un hijo. Ya le he ido contando yo, lo que iba sucediendo en tu vida durante todos estos años “.
Albanta