GUS MORNINS 18/4/17
“La
mejor banda sonora que he hecho ha sido la de Recuerda pero a Alfred Hitchcock nunca le gustó. Dijo que le
estropeaba su dirección. Desde entonces, nunca le volví a hablar”. Miklos Rozsa, compositor
Después de Semanas
Santas, días de las Repúblicas, suplencias más que destacables y demás celebraciones maravillosas y tremendas,
ha dado la casualidad que, para mi regreso y solaz vuestro, hoy es el día en el
que este compositor irrepetible hubiera cumplido ciento diez años. Un hombre al
que ahora, con los nombres gigantescos de John Williams, Jerry Goldsmith o
James Horner, más propios del cine contemporáneo, apenas se le recuerda pero
que es, probablemente, el compositor de cine más escuchado en Semana Santa ya
que a él se debe la banda sonora de una película muy propia para estas fechas
como es Ben-Hur, una enorme partitura
para orquesta sinfónica, con muchísimos temas recordables y que nos ha
acompañado durante todos los años, una vez tras otra, demostrando el enorme
genio de este húngaro de larguísima trayectoria.
Miklos Rozsa, en
realidad, fue un gran genio, un niño prodigio que a los cinco años ya sabía
tocar el violín. Su padre quería que estudiara químico pero él estaba emperrado
en ser músico y llegó a un acuerdo con su padre. Si estudiaba química, también
podría estudiar música. Algo que hizo cuando consiguió una beca en el
Conservatorio musical de Leipzig.
Cuando se gradúa, un
amigo del conservatorio, Arthur Honegger, le introduce en la técnica de la
composición de películas y le convence para que le acompañe a Gran Bretaña
donde conoce al productor Alexander Korda. Allí trabaja para varias películas
para el tándem Michael Powell-Emeric Pressburger destacando, por encima de
todas las demás, la espléndida banda sonora que realiza para El ladrón de Bagdad. En 1941, el propio
Korda le convence para que se traslade a Hollywood donde se instalará ya para
el resto de sus días.
Ahí comenzó la
verdadera gloria del gran Miklos Rozsa. Trabaja en películas para directores
muy interesantes como Henry Hathaway en Cuando
muere el día, Billy Wilder en Cinco
tumbas al Cairo y Perdición
(donde los títulos de crédito de un hombre con muletas en la sombra avanzando
hacia la cámara fue todo un avance con el acompañamiento de la siniestra música
de Rozsa). El primer Oscar, precisamente, llegó con Recuerda, sin duda una de sus mejores bandas sonoras a pesar de la
opinión del tío Alfred que, como todo el mundo sabe, a veces era muy particular
en cuanto a sus gustos. Vuelve con Wilder para la banda sonora de Días sin huella, pone música a Forajidos, de Siodmak; a Fuerza bruta, de Jules Dassin; vuelve a
ganar el Oscar con Doble vida, de
Cukor, realiza un extraordinario trabajo con Madame Bovary, de Minnelli; vuelve con Cukor en un registro muy
ligero como es La costilla de Adán;
trabaja con Huston en La jungla de
asfalto; comienza su especialización en las películas históricas con Quo Vadis?; continúa con la espléndida
adaptación de Mankiewicz del Julio César
shakesperiano que une con La reina virgen
o Los caballeros del Rey Arturo;
realiza otro espléndido trabajo con El
loco del pelo rojo y uno maravilloso con la inolvidable Tiempo de amar, tiempo de morir, de
Douglas Sirk. De ahí da el salto hacia Ben-Hur,
de William Wyler, majestuosa e imponente y punto de partida para muchas otras
bandas sonoras de las que se hizo auténtico especialista y de las que cabe
destacar las que realizó para El Cid
o Rey de reyes e, incluso, el
impresionante concierto para violín que introdujo en algunos de sus fragmentos
en La vida privada de Sherlock Holmes,
de Billy Wilder. Su último gran trabajo fue una banda sonora muy poco conocida
pero que es sencillamente espectacular para Providence,
de Alain Resnais aunque también demostró su sabiduría magistral en esa
estupenda película llamada El ojo de la
aguja, de Richard Marquand.
Miklos Rozsa bebía de
los románticos. Su inspiración más directa es Richard Wagner sin despreciar a
otros compositores clásicos de vanguardia como Bartok o Kodaly. Su estilo
dentro de la música del cine fue, en gran parte, culpable de que muchas
orquestas sinfónicas consideren que las melodías del Séptimo Arte sean
consideradas piezas clásicas a la altura de cualquier otro compositor. Además,
paralelamente, Rozsa desarrolló una carrera como compositor de conciertos para
violín, para viola, para piano y para violoncello (seguro que está en el
repertorio de cierto afamado detective que vive en Viena). En total, atesoró
dieciséis nominaciones al Oscar aunque solo lo ganó en tres ocasiones. Fue
maestro del gran John Williams y cambió conceptualmente la banda sonora para el
cine. Nuestra deuda con él, quizá no se pueda pagar.
Os dejo con su banda
sonora favorita. Relajaos y disfrutad. Es una auténtica maravilla.
Y en el mosaico, como
no podía ser menos, el gran Miklos con su Oscar por Ben-Hur al lado del hombre que se lo entregó. Me hubiese gustado
mucho poneros una foto en la que Rozsa está con John Williams y André Previn
pero no la he encontrado suficientemente grande. Que no pare la música.
Comentarios
Yo no soy una gran entendida como el Lobo pero aun así creo que la reacción química que se produce en nuestra alma al escuchar, por ejemplo, las bandas sonoras que nos has propuesto nos hacen, simplemente, volar.
Gracias Lobo por la música, por los conocimientos.
Gusto en veros de nuevo.
Besos armónicos.
Albanta
Muy interesante,una vez más, tu master clas.
Besitos
low
Yo diría que pasa lo mismo con las de capa y espada, con las pelis medievales, de castillos, reyes, reinas y caballeros valientes que luchan contra la injusticia. No sé si Rosza con "Ivanhoe" fue el primero, pero los clarines, las trompetas y los timbales son una característica ineludible en cualquier película de ese tipo que se precie.
Grande Miklos, grande el gus que ya se echaba de menos...y mañana le toca a Alban, la semana promete.
Abrazos sonoros