GUS MORNINS 12/1/21

 

“Sólo en muy raras ocasiones se permite una tontería y no suele ser precisamente a los más jóvenes”                                                         Ferenc Molnar

Gus mornins y feliz Año Nuevo a todos. Comenzamos nuestra andadura veintiunina rodeados de nieve (yo aún no puedo salir a mi terraza. Es imposible hasta limpiarla y, sí, lo confieso, no tengo pala. Soy tan inútil como Almeida) y con un recuerdo hacia este dramaturgo húngaro que tuvo un enorme éxito en su tiempo y del cual se hicieron espléndidas adaptaciones al cine.

El nombre real de Ferenc Molnar era Ferenc Neumann y nació tal día como hoy en 1878, es decir, conmemoramos su 144 cumpleaños. Ya sé que todavía no os suena mucho, pero esperad un poco y veréis. Nació en el seno de una familia judía de Budapest y su padre era médico. Con notas brillantes, ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Budapest y, para pagarse un complemento para los estudios, comenzó a escribir artículos para diferentes periódicos. Los dos últimos años de carrera decidió hacerlos en Ginebra y ahí es dónde cambio su nombre. Probablemente, Neumann delataba demasiado su origen judío así que decidió cambiarlo por Molnar, que, en húngaro, literalmente, quiere decir “molinero”.

En 1939, ya con 61 años, vio que las cosas en Europa se estaban poniendo muy feas y decidió embarcarse para los Estados Unidos, en donde residió hasta su fallecimiento, en 1952, a los 73 años de edad.

En 1906, consiguió publicar una novela que se llamaba Los muchachos de la calle San Pablo, que se convirtió en un enorme éxito de la literatura juvenil en Hungría. En ella, se cuentan las peleas de dos pandillas de niños en Budapest a principios de siglo, pero su auténtica fama provino de su calidad como dramaturgo porque llegó a escribir cerca de cuarenta obras. La más popular de todas ellas fue Liliom, que se estrenó en 1909, y que fue adaptada unas cuantas veces al cine. La más famosa de todas ellas fue con el musical Carrusel, de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein. La historia de un feriante que fallece y se le da la oportunidad de volver a la Tierra para enmendar todos sus errores con su mujer y su hijo fue un éxito fulgurante en Broadway a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta y fue adaptada al cine por Henry King con el barítono Gordon McRae acompañado de Shirley Jones y Cameron Mitchell. Hay grandes temas musicales que están en la memoria de todos. La obra, sin números musicales, es el tema central de la única película que Fritz Lang rodó en suelo francés con producción del país vecino. Y, de hecho, pudimos verla en Estudio 1 en dos adaptaciones españolas. Una con Carlos Larrañaga y María Massip bajo la dirección de Juan Guerrero Zamora y la otra con Juan Diego y Ana María Vidal con la batuta de Gabriel Ibáñez.

Otra adaptación en clave musical de una de sus obras fue El soldado de chocolate, con Nelson Eddy, que se da cuenta de que su mujer es algo ligera de cascos y decide disfrazarse de apuesto oficial ruso para conquistarla y hacerla ver que su marido es quien tiene realmente encanto.

En 1920, Molnar escribe El cisne. Sí, esa obra que se llevó al cine con David Niven y Grace Kelly bajo la dirección de Charles Vidor y que tanto ha sonado como uno de los paradigmas del cine romántico y elegante. Esta historia sobre la madre dominante de una representante de la realeza que quiere empujar a un príncipe a los brazos de su sobrina inventándose un pretendiente que tiene que rondalla sin enmendalla, no deja de ser simpática y muy agradable de ver.

Ya trasladado a Hollywood, Molnar, como no podía ser menos, fue tentado por la fábrica de sueños para escribir algún guión y le salió algo que era realmente muy bueno. Ferenc Molnar fue el máximo responsable de esa maravillosa historia de un frac fragmentada en siete episodios (no seis) que en España se tituló Seis destinos porque se cortó un episodio entero. La película es una de las mejores que se hayan hecho nunca con este formato y cuenta con un reparto mayúsculo que está a lo largo de todas las historias con Charles Boyer, Thomas Mitchell, Rita Hayworth, Edward G. Robinson, Charles Laughton, W. C. Fields, Paul Robeson y un largo etcétero. De verdad, si no la habéis visto, no dejéis de buscarla.

De su obra, Olympia, también se hizo aquella otra película, que no es muy recordada, que se llamó en España Escándalo en la corte, dirigida por Michael Curtiz y con Sophia Loren y John Gavin enamorándose el uno del otro con el inconveniente de que el personaje de Sophia Loren tiene algo de desenfreno sexual. Todo da lugar a una serie de situaciones divertidas mientras Gavin derrocha toneladas de paciencia. Una película que no estaba nada mal.

Pero, sobre todo y ante todo, Ferenc Molnar es el autor de la obra en la que se basa la obra maestra de Billy Wilder Uno, dos, tres que, por aquellas casualidades de la vida, también se llamaba así en el original. Evidentemente, Billy Wilder potenció los aspectos más satíricos de la obra (que, en realidad, tiene muchos puntos de contacto con Ninotchka), pero la idea del ritmo ya venía en la obra. Toda una obra de arte que, quien no la haya visto, se pierde una de las mayores cumbres del cine.

Como anécdota, podemos contar que Ferenc Molnar se presentó en el teatro durante los ensayos de Carrusel y se mostró muy poco convencido con el final de la obra. Se enfadó muchísimo y Rodgers y Hammerstein hablaron con él para ver cómo podían cambiarlo. Cuando se estrenó, Ferenc Molnar dijo que era el mejor final que podía tener la obra.

Como vídeo os dejo con el famoso Vals del Carrusel de la propia película.



Y como mosaico, os dejo con James Cagney haciendo el ganso en uno de los descansos de Uno, dos, tres al lado de la maravillosa Lilo Pulver, un pedazo de actriz que también nos deleitó como la protagonista de Tiempo de amar, tiempo de morir.



Comentarios

carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Pues muy Feliz año y una genial entrada en el 21 este gus con un personaje (algo desconocido) pero sin embargo tan genial como has señalado en algunas de sus obras.

Es cierto que tanto "Seis destinos" como "Un, dos, tres" son películas de obligada revisión. Obviamente la de Wilder es una obra maestra, pero ese frac pasando por diversos personajes y cambiando, al menos simbólicamente, la vida de cada uno de ellos es una maravilla.

Lo dicho, inmejorable entrada.

Abrazos blancos (y no hay intenciones madridistas...o también)

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