GUS MORNINS 15/12/20
“En
los días en los que trabajé para el MI6, el patriotismo siempre estaba en un
segundo plano. Era extraordinario pensar en lo preparada que estaba la gente en
esos días. En las operaciones especiales, esperabas que en cualquier momento
derribaran la puerta. Y sólo te decían: “Necesitamos que te pongas en aquella
ventana y que mires qué es lo que ocurre en la calle”. Te cogías una baraja de
cartas y contestabas: “Desde luego, ¿puedo llevarme una taza de té?”. John Le Carré
Obligatorio dedicar el
gus de hoy a este insigne escritor, tantas veces adaptado al cine, que bajó de
los pedestales las novelas de super-espías de Ian Fleming y que realizó siempre
un retrato mucho más realista sobre la vida de los que se dedicaban a tan
mediocre función. Para él, los espías no eran personas que tuvieran que jugarse
la vida a cada minuto con ingenios sofisticados y persecuciones espectaculares.
Eran sólo individuos que iban a ganarse el suelo de forma bastante gris y
bastante triste, realizando, en la mayoría de las ocasiones, actos de los que
no estaban nada orgullosos. Más allá de eso, era un escritor excelso, con un
dominio de la narrativa extraordinario y que requería siempre de la
inteligencia del lector para poder seguir las tramas que proponía. Su
fallecimiento a los ochenta y nueve años significa, esta vez, que la Literatura
pierde a uno de sus mejores hombres y que, desgraciadamente, también es un poco
menos inteligente.
Por supuesto,
enfocaremos la carrera de John Le Carré en su vertiente más cinematográfica
porque sus novelas eran tan potentes que, a duras penas, soportaban una versión
mala en cine. Yo he leído unas cuantas de sus novelas: El topo, Un espía perfecto
o El infiltrado por poner algunos
ejemplos y, junto a Graham Greene, es uno de los máximos autores de la
literatura de espías y, al igual que Greene, sonó su nombre varias veces para
el Premio Nobel.
Lo cierto es que la
primera adaptación que se hizo para el cine de una de sus novelas fue El espía que surgió del frío, con
Richard Burton, Claire Bloom, Peter Van Eyck y Oskar Werner en los principales
papeles. Quizá el Alec Leamas que encarna Burton sea uno de los espías más
tristes de la historia. Un hombre que debe autohumillarse continuamente para
poder destruir una red de espías capitaneados desde el otro lado del Muro por
el misterioso Mund, un tipo equívoco que ha estado destapando a todos los
subordinados de Leamas infiltrados en el Berlín Oriental. Burton realiza una
creación como ese espía cansado, harto de mentir, que tiene que fingir cosas
impensables y que, al final, escoge la muerte porque, en realidad, no tiene
nada por lo que luchar. La película, dirigida por Martin Ritt, fue un éxito
inmediato. Y, en un papel secundario, dio a conocer al personaje más famoso
creado por John Le Carré, el inteligente y frío George Smiley.
Dos años después,
Sidney Lumet lleva a cabo la primera novela con Smiley de protagonista, sólo
que hubo que cambiarle el nombre por el de Charles Dobbs porque la productora
de El espía que surgió del frío tuvo
la osadía de registrar el nombre del espía como propio y si Lumet quería
utilizarlo para su película, debía pagar una buena cantidad en concepto de
derechos. Lo cierto es que Llamada para
un muerto fue una de las mejores adaptaciones del universo de Le Carré, con
una interpretación impresionante de James Mason (quizá el mejor Smiley de todos
los tiempos), al lado de Simone Signoret, Maximillian Schell y ese pintoresco inspector Mendel interpretado por
el gran Harry Andrews. En esta ocasión, Smiley-Dobbs debe investigar la muerte
de un funcionario sospechoso de albergar ideas comunistas aunque el día
anterior de su deceso, se habían entrevistado y Smiley había salido altamente
satisfecho de las respuestas del funcionario que confesaba haber sido comunista
en su juventud, pero no ahora. La trama se cruza y se entrecruza y todo acaba
con Smiley pagando un alto precio por las viejas amistades y la indiferencia de
sus superiores.
Una de las más
desconocidas adaptaciones de John Le Carré es El espejo de los espías, dirigida por Frank Pierson y con un
reparto de campanillas que incluía a Christopher Jones (¿os acordáis del
oficial lisiado de La hija de Ryan?),
Ralph Richardson, Anthony Hopkins y Susan George. Siendo una adaptación
bastante inferior a las dos anteriores, no está nada mal esta intriga en la que
el jefe del MI6 recibe unas fotos de un espía infiltrado en el Este de Europa
en la que se ve la instalación de una serie de misiles. Antes de que puedan
entrar en contacto con el espía, éste aparece muerto y entonces obliga a un
tipo que quiere desertar de Polonia a que compruebe la veracidad de las fotos. El
caso es que la película habla, de forma un tanto morosa, acerca de la soledad,
del amor, de la fragilidad, de la traición y de la decepción que causan las
instituciones británicas y no termina de despegar del todo. Aún así, se puede
ver.
A finales de los
setenta, se adapta para miniserie Calderero,
soldado, sastre y espía, la versión de El
topo para televisión con Alec Guinness en el papel de Smiley. Se cuenta que
Le Carré tomó la decisión, desde entonces, de no acudir a ninguno de los
rodajes basados en sus novelas porque el propio Guinness le echó de allí,
diciéndole que, por favor, se fuera porque su presencia era demasiado fuerte
para los actores. Le Carré estuvo de acuerdo con el actor y no volvió a
aparecer nunca más. La serie, por supuesto, es una gozada que debería reponerse
y que tuvo su continuación inmediatamente después con otros seis episodios
titulados La gente de Smiley.
En 1984, George Roy
Hill adaptó La chica del tambor, con
Diane Keaton como protagonista. No tuvo ningún éxito y eso fue algo injusto con
una película que no era mala en absoluto, aunque quizá la elección de la actriz
protagonista no fuera la más indicada. Esta historia de una actriz,
especialmente convincente en sus papeles, que es reclutada por el Mossad para
infiltrarse en una organización terrorista palestina era muy interesante, con
algunas secuencias de especial tensión y con esa sensación muy conseguida de
que están a punto de pillarla continuamente. Sin embargo, fue un desastre en
taquilla y la crítica no la trató demasiado bien.
En 1990, Fred Schepsi
fue el encargado de dirigir La casa Rusia,
con Sean Connery, Michelle Pfeiffer y Roy Scheider en los principales papeles.
La historia de una traición por amor resulta conmovedora aunque siempre he
dicho que esta película tiene un defecto de base. Las escenas de amor entre
Connery y Pfeiffer están tremendamente desaprovechadas. Aún así, la película es
absorbente porque no sólo nos adentra en el mundo de los espías sino también en
la particularidad de que todos ellos son seres humanos y, por tanto, están
sujetos a la pasión y a la mentira. A destacar, sin ningún lugar a dudas, la
increíble banda sonora que Jerry Goldsmith compuso para la ocasión.
Hubo una adaptación
para televisión de Asesinato de calidad,
dirigida por Gavin Millar y con George Smiley asumiendo los rasgos del gran
Denholm Elliott, con Glenda Jackson secundando sus acciones. No está nada mal
para ser un telefilme. Lo curioso de todo esto es que, de repente, con la caída
del Muro, las historias de John Le Carré dejan de estar de moda y se tarda nada
menos que diez años en volver a ver un título suyo en las carteleras. En 2001, John
Boorman se lanza a la adaptación de El
sastre de Panamá, una novela que Le Carré escribe como homenaje al propio
Graham Greene, con un argumento que se parece peligrosamente al que describe
éste último en Nuestro hombre en La
Habana. Con un terceto protagonista difícilmente superable, con Geoffrey
Rush, Jamie Lee Curtis y Pierce Brosnan, la película es un ejercicio de falso
espionaje con el reclutamiento de un afamado sastre en Ciudad de Panamá, Harry
Pendel, por parte de un espía caído en desgracia Andy Osnant. Pendel, en
realidad un granuja que tuvo que salir del Reino Unido por patas, se ve
chantajeado y presionado por Osnant y se inventa todo tipo de información
referida al Canal de Panamá para cobrar y seguir con su vida tranquila y lujosa
en Centroamérica. A partir de ahí, las mentiras crecen y todo se va destapando
de forma incontrolable. Una excelente película.
Otra estupenda
adaptación es la que realiza Fernando Meirelles con El jardinero fiel, con Ralph Fiennes y Rachel Weisz. Aquí, Le Carre
ponía de manifiesto el peligro continuo al que se somete a las organizaciones
activistas en el Tercer Mundo, consideradas como subversivas para los poderes
establecidos y que, desde los propios gobiernos, se auspician asesinatos para
sus integrantes. Todo se complica cuando un diplomático se propone investigar
el asesinato de su propia mujer que, por supuesto, se intenta pasar como un
accidente. Más que el quién, es una novela y una película que gira más en el
por qué, resultando apasionante y con una interpretación maravillosa de la
señora de Daniel Craig, Rachel Weisz que ganó un Oscar a la mejor actriz
secundaria.
Una de las mejores
adaptaciones, quizá justo detrás o, incluso, al mismo nivel que Llamada para un muerto, es la de El topo, de Tomas Alfredson, con un
reparto extraordinario encabezado por Gary Oldman, absolutamente hierático como
George Smiley, y rodeado de nombres estupendos y que están realmente bien como
Colin Firth, Benedict Cumberbatch, Mark Strong, Tom Hardy, Toby Jones, John
Hurt o Ciaran Hinds. La investigación encubierta que se le encomienda a George
Smiley para descubrir quién es el que está pasando información a los rusos
desde la misma cúpula del MI6 es intrigante y genial, con trampas, dobles
sentidos, sentimientos, miradas a través del Telón de Acero y terribles decepciones.
Obtuvo varias nominaciones a los Oscars con mención especial para la banda
sonora de nuestro Alberto Iglesias.
En 2014, llega otra
adaptación que no estaba nada mal. Se trata de El hombre más buscado, con un Philip Seymour Hoffman extraordinario
en su último papel completo para el cine (falleció mientras rodaba la última
parte de Los juegos del hambre) y que
trata sobre la honorabilidad de un hombre sospechoso de terrorismo, que exhibe
muestras de tortura por parte del fundamentalismo islámico y que está defendido
a capa y espada por una abogada (también excelente Rachel McAdams) que se ve
obligada a colaborar con el MI6. Al final, la operación para desarticular una
red financiera árabe que financia directamente al terrorismo se ve frustrada
porque los americanos entran en juego y Günther Bachmann, el agente que lo ha
llevado todo, decide abandonarlo todo porque siente que ha fallado a todos.
A continuación, se hizo
una serie que recomiendo a quien no la haya visto. Se trata de El infiltrado, con unos excelentísimos
Tom Hiddleston y Hugh Laurie. Aquí tenemos de nuevo a un espía que se infiltra
en la banda de un mafioso traficante de armas con un altísimo riesgo de caer
descubierto. La adaptación de la novela es muy buena y es una serie que va de
menos a más con maestría.
La última adaptación
para el cine hasta la fecha, curiosamente, ha pasado muy desapercibida. Se
llama Un traidor como nosotros, de
2016, dirigida por Susanna White e interpretada por Stellan Skarsgard y Ewan
McGregor entre otros. Con un reparto de mayoría ruso, describe los intentos de
una pareja que se ven justo en medio de un conflicto de intereses entre la
Mafia rusa y los Servicios Secretos británicos. Obviamente, no pueden confiar
en ninguno de ellos.
Desde entonces, sólo
una nueva adaptación en formato de miniserie para La chica del tambor y otra anunciada para El espía que surgió del frío. No es un novelista fácil de adaptar,
pero estoy seguro de que tiene unas cuantas novelas que merecerían una mirada
por parte del cine. John Le Carré es posible que haya muerto, pero no sus
historias.
Habría que decir que el
verdadero nombre del escritor es David Cornwell y que estudió un año de
Filología Alemana en la Universidad de Berna y después de licenció en Lenguas
Modernas en Oxford. Posteriormente, fue profesor de Universidad durante un par
de años y desde 1959 hasta 1964 trabajó para el MI6 desempeñando puestos como
segundo secretario en la Embajada inglesa en Bonn y el consulado de Hamburgo.
Renunció al título de Sir porque no estaba nada orgulloso de su país.
Tuvo que abandonar el
servicio porque figuraba en la lista que el famoso desertor inglés Kim Philby
proporcionó a los Servicios Secretos rusos y ya no podía trabajar al
descubierto.
La novela más autobiográfica
suya (escribió su propia autobiografía hace tres o cuatro años, descubriendo a
un hombre plenamente razonable y muy autocrítico) es Un espía perfecto en donde detalla, acercándose mucho a la
realidad, la relación con su padre.
Tuvo que buscarse un pseudónimo
para publicar porque su primera novela es de 1961 y, por entonces, todavía
trabajaba para los Servicios Secretos.
Kim Philby, años
después de denunciarle a los rusos, le invitó a cenar en su casa en una visita
que hizo como escritor a Rusia. Le Carré rehusó categóricamente alegando que
nunca cenaría con un traidor.
Era uno de los amigos
más cercanos de Stanley Kubrick.
Y era uno de los
mejores escritores en su género.
Como vídeo os dejo con
la insuperable banda sonora que Jerry Goldsmith escribió para La casa Rusia.
Y como mosaico, os dejó
una foto de John Le Carré con Colin Firth y Benedict Cumberbatch en el estreno
de El topo.
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