GUS MORNINS 3/5/22

 "El que come del fruto del árbol del conocimiento, siempre es arrojado de algún paraíso"

                                                                                                               William Inge

Hoy rendiremos un homenaje a este escritor, Premio Pulitzer, que, aunque posee una obra corta, tuvo una relación fundamental con el cine a través de la adaptación de sus libretos y de algún que otro guión escrito directamente para el cine. Fue un escritor mayúsculo, que, además, guardaba un enorme miedo al fracaso. Tanto es así que se suicidó en 1973, con apenas sesenta años de edad, porque sus últimas obras habían sido un fiasco en taquilla.

William Inge se educó en el Colegio de la Comunidad Independiente de su propia ciudad, Kansas City, pasando después a la propia Universidad de Kansas y, posteriormente, al George Peabody College para especializarse en magisterio, profesión que ejerció desde 1937, con veinticuatro años, hasta 1949, con treinta y seis. 

En 1943, al tiempo que ejercía la docencia, se convirtió en crítico teatral del St. Louis Start Times y tuvo la oportunidad de conocer a Tennessee Williams, el cual le animó a dedicarse a la dramaturgia. Eso le llevó a escribir su primera obra y estrenarla en Dallas con el título de Más lejos del cielo. Años después, la reescribió y consiguió estrenarla en Broadway con el título de En la escalera oscura. Fue todo un éxito teatral que, lamentablemente, en su paso al cine no tuvo la adaptación que merecía. 

En 1950 consiguió estrenar en Broadway su segunda obra, Vuelve, pequeña Sheba, que conoció su adaptación cinematográfica, realizada por él mismo, en 1952 con Shirley Booth (que consiguió el Oscar a la mejor actriz de aquel año) repitiendo el papel que había hecho sobre las tablas y con Burt Lancaster. La obra trataba sobre un matrimonio totalmente en crisis en el que el alcohol juega un papel importante. Sheba, en la obra, es una perra que se escapa de ese hogar que se hunde.

En 1955, él mismo se encarga de adaptar la versión para su obra Picnic, que dirigió Joshua Logan, con notable éxito. ¿Quién no recuerda esa bajada de escaleras de Kim Novak? En el reparto, insuperable, figuraban William Holden, Rosalind Russell, Arthur O´Connell, Cliff Robertson y Susan Strasberg. La película es mayúscula y trata sobre un vagabundo que vuelve a la ciudad donde nació para intentar establecerse y sólo se encuentra con incomprension y odio porque cae rendidamente enamorado de la hija mayor del matrimonio que le acoge. En su estancia, aflora el deseo reprimido que mantienen muchos de sus personajes. Sudor y deseo. Una obra mayúscula.

En 1956 también adapta otra de sus obras en Bus Stop, con Joshua Logan al frente. Puede que yo esté equivocado, o que esta película se haya visto muy poco, pero siempre he mantenido que es la película en la que se puede apreciar, verdaderamente, lo buena actriz que era Marilyn Monroe, mucho más allá de otra más citada y que, para mí, tiene mucho menos valor como Vidas rebeldes La historia de este vaquero que, en una parada de descanso del autobús en el que viaje, se enamora de una corista de tercera (impresionante Marilyn cantando mal y con sus buenas dosis de dramatismo y de ridículo de lentejuelas) resulta apasionante por ver la evolución tanto de Marilyn como del propio Don Murray en la piel de ese vaquero paleto, acostumbrado a tomar lo que ve sin mayor contemplación, pero siempre delicado en el trato con esta chica que le ha encandilado tanto que apenas puede reprimirse.

En la escalera oscura también pasó por su pluma antes de trasladarse al cine. No tuvo tanta suerte. Posiblemente, sea la peor de sus adaptaciones. Protagonizada por Robert Preston y Dorothy McGuire, la historia narra los problemas de un matrimonio en el que él está despedido y se ahoga en casa, mientras ella ha entrado en la frigidez. Para rematarlo, eso produce una serie de inseguridades en su hija, que acostumbra a ir con unos y con otros sin acabar de retener una pareja estable. Una película que nunca termina de arrancar, a pesar de su vocación de drama de peso.

En 1961, William Inge acomete su primer éxito. Elia Kazan le convence para que escriba un guión especialmente para el cine y así es como nace Esplendor en la hierba. Con una sensibilidad extraordinaria, Inge narra el primer y único amor de unos seres a los que los tiempos y las presiones les obligan a tomar rumbos separadas cuando el mismo destino parecía haber conspirado para que viviesen juntos el resto de sus días. Con esta película, William Inge ganó el Oscar al mejor guión original de aquel año.

En 1962 escribe otro guión original para el cine. Se trata de la más que aceptable Su propio infierno, dirigida por John Frankenheimer e interpretada por Warren Beatty, Eva Marie Saint, Karl Malden y Angela Lansbury. A través de ella, vemos la mirada crítica de un muchacho hacia el mundo de los adultos y, como si quisiera saltarse unos cuantos pasos en su evolución natural, trata de conquistar a una mujer mayor que él mientras su casa es un hervidero de discusiones y desavenencias. No obtuvo mucho éxito, pero hay que reconocer que la película no estaba nada mal.

En 1963 adapta otra obra suya, Rosas perdidas, dirigida por Franklin Schaffner e interpretada por Joanne Woodward, Richard Beymer y Claire Trevor. La película narra la historia de una streaper que conoce a un chico del que se enamora y decide llevar una vida ordenada, con un trabajo normal. Otra vez, las circunstancias se alían para que eso no ocurra y todo se tuerce condenando a la chica a un futuro hundido en la oscuridad de una sala de fiestas bañándose en las babas de los hombres que van allí a observar el espectáculo.

En 1965 adapta para el cine su obra de un sólo acto Brazos de terciopelo, de Harvey Hart, con  Ann Margret y Michael Parks. La historia gira en torno a un marinero que, después de una termporada fuera con su barco, regresa a su ciudad y se encuentra con que su prometida se ha casado con un hombre de mucha mayor edad. Evidentemente, el conflicto está servido. Fue una película sin apenas ningún éxito.

Durante unos cuantos años, Inge se dedicó exclusivamente al teatro, tratando de repetir los éxitos que había tenido a principios de los cincuenta. No hubo ninguna adaptación suya hasta que en 1975, Marvin Chomsky adapta su novela Buena suerte, Miss Wykoff, con Anne Heywood, Donald Pleasance y Robert Vaughn, sobre una complicada trama de abusos sexuales entre un celador de hospital y una maestra de escuela. No fue a verla nadie salvo, tal vez, William Inge y su pareja.

Y esa fue toda su aportación al cine. Un par de años antes de esta última adaptación, Inge se suicidó precisamente porque veía que era incapaz de realizar un éxito similar al que obtuvo con Esplendor en la hierba, así de devorador, a veces, es ocupar la cima. Sin embargo, Inge fue un dramaturgo estupendo, con una cuidada construcción dramática en sus tramas, siempre atormentadas y muy poco felices, aunque con un cierto regusto maravilloso por ese aire evocador de tiempos de aventura, no siempre acertada, pero que resultan únicos y, a menudo, trágicos, para sus protagonistas. Por eso me he decidido a dedicarle unas líneas.

Como vídeo os dejo con ese encuentro tan rítmico como sensual entre Kim Novak y William Holden en Picnic.



Y como mosaico, aquí os dejo el intercambio de opiniones entre Warren Beatty y el propio Inge para Esplendor en la hierba.



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