GUS MORNINS 17/5/22

 "No me gustan las historias de amor en el cine. Siempre es el mismo y triste triángulo amoroso".

                                                                                                                         Jean Gabin


Vamos a homenajear hoy a este excelso actor francés que hoy hubiera cumplido los ciento dieciocho años. Duro como pocos, tierno como un pastel, de extenso repertorio aunque muy especializado en esos papeles de hombres de verdad, destinados a luchar por lo que quieren,ya sea una mujer, un botín o una victoria, Jean Gabin fue la primera generación de actores duros del cine francés. Un actor al que siempre es agradable volver.

Nació en París y fue un niño bien, estudió en el Liceo porque él, lo que quería realmente, era convertirse en militar. Sólo había un problema y es que sus padres eran artistas de cabaret, así que, ya desde pequeño, estuvo trasteando entre las bambalinas del Folies Bergere. En el ejército se dieron cuenta de sus enorme dotes actorales y entró a formar parte de una compañía de repertorio castrense que, por lo que se ve, debía de ser bastante bueno porque llegaron a hacer giras a nivel mundial. Cansado después de una gira por Sudamérica, deja el ejército con el grado de Sargento y se integra en la compañía estable del Moulin Rouge llegando incluso a formar parte del elenco que estrena en la capital parisina una obra del Maestro Padilla. Sus dotes eran tan impresionantes que con veinticinco años ya recibe ofertas del cine y entra a hacer algún pequeño papel dentro de la era del cine mudo.

Su reconocimiento viene después de actuar unos cuantos años en papeles muy secundarios, a las órdenes de directores de cierta fama como Jacques Tourneur. En 1934 alcanza un éxito considerable con Marie Chapdelaine, que dirigió Julien Duvivier y repite con él en su siguiente película, La bandera en donde encarna a un héroe de la Primera Guerra Mundial. Al año siguiente, otra vez con Duvivier, consigue uno de sus grandes papeles, Pepe Le Moko, un ladrón en Argelia que se las ve y se las desea para salvar a la mujer que ama. Su popularidad (el personaje llegó a ser un icono de la Resistencia algunos años después), que Jean Renoir no duda en darle el papel protagonista de esa maravilla que es La gran ilusión: "Un campo de golf, sirve para jugar al golf. Una cancha de tenis, sirve para jugar al tenis. Un campo de concentración, sirve para evadirse".

Tal y como iban las cosas en la guerra, Jean Gabin optó por unirse a sus amigos Julien Duvivier y Jean Renoir y se marchó con ellos a los Estados Unidos, a intentar triunfar allende los mares. Hizo un par de películas por allí, pero sirvieron de poco. Ningún éxito. Eso sí, encontró al gran amor de su vida que no fue otra que Marlene Dietrich. El colmo llegó cuando quiso incluir a Marlene como coprotagonista suya en una película y los estudios americanos le dijeron que no. Él, con un ego incomparable, les dijo: "O Marlene o yo me voy". Los estudios se buscaron otro actor. 

Este hecho le animó a unirse a las fuerzas de la Francia Libre comandadas por el General de Gaulle. Luchó en el Norte de África y formó parte de la división de Leclerc cuando entraron en París. Fue condecorado con la Cruz de Guerra, la más alta condecoración militar francesa.

Aún así, Gabin mantuvo la relación con Marlene. Y después de obtener un sonoro éxito en 1946 con Las puertas de la noche, de Marcel Carné, Gabin convenció a Marlene para trasladarse a Europa y rodar con él Martin Roumagnac, pero fue un desastre de tal calibre, que Marlene decidió irse con Billy Wilder a rodar Berlín Occidente y acabaron la relación. A partir de este momento, Jean Gabin encadenó fracaso tras fracaso, haciéndose evidente que estaba harto del negocio. Sí, había sido el actor que había protagonizado obras tan inolvidables como La bestia humana, de Renoir, o El muelle de las brumas de Marcel Carné, pero ya nadie quería verle en pantalla. Fue una larga travesía de siete años, interviniendo en películas de escasa entidad, pero Jacques Becker le ofreció el ladrón experimentado de No toquéis la pasta y ya Gabin comenzó a construir un personaje de duro, a uno y otro lado de la ley, que le acompañaría el resto de su carrera.

Vuelve con Renoir para interpretar al creador del Moulin Rouge en French Can Can, una película sencillamente maravillosa y, hoy por hoy (a la espera de lo que haga Depardieu en una película de próximo estreno) es el actor que mejor ha dado en pantalla al Inspector Jules Maigret, mítico personaje de Georges Simenon, al que llegó a interpretar en tres películas, superando al mísmísimo Charles Laughton. También fue Jean Valjean en Los miserables, o fue el cerebro principal de grandes golpes cinematográficos como Gran jugada en la Costa Azul. En 1969 se produjo, bajo la dirección de Henri Verneuil, un gran encuentro entre tres generaciones del cine francés con él mismo, Lino Ventura y Alain Delon en la excelente El clan de los sicilianos. Su última película también fue un golpe en pleno Año Santo en Roma en la muy apreciable Gran golpe en el Año Santo, interpretando a un falso cura que quiere llevarse un tesoro del Vaticano y, claro, se ve envuelto en situaciones difíciles. Siempre me acordaré de su último plano. Vestido de cura y habiendo perdido el botín, se le acercan unos postulantes y él dice con cajas destempladas: "A la mierda. Ya he dado bastante". Fueron sus últimas palabras en el cine.

Como vídeo os dejo con una antología de momentos con Alain Delon, al que siempre consideró su legítimo sucesor (aunque yo creo que estaba más cerca de Belmondo). Por cierto, atentos a la melancolía de la banda sonora de Ennio Morricone para El clan de los sicilianos.


Como mosaico os dejo con la mujer que más amó. Ella también decía que el gran amor de su vida fue Jean Gabin.



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Totalmente de acuerdo contigo

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