GUS MORNINS 29/6/21

 

“Alfred Hitchcock sólo terminaba sus películas en un sesenta por ciento. El resto tenía que concluirlo yo”.                                          Bernard Herrman

Ciento diez años hubiera cumplido hoy este señor, uno de los más grandes compositores que ha podido dar el cine. Alguien que, en realidad, ha sido siempre inimitable, a pesar de que ha habido intentos (uno de ellos, por ejemplo, ha sido la banda sonora que compuso James Newton Howard para Señales, de Night Shyamalan). Sería un pecado no rendirle homenaje.

Bernard Herrman era neoyorquino de nacimiento. Su afición musical le vino de su padre, que era un apasionado de la música sinfónica, y en su casa nunca dejaba de sonar un viejo gramófono que siempre ofrecía música clásica y ópera. A los ocho años, el padre de Bernie le regaló un violín y le puso un profesor de música particular. El bueno de Bernie, ya a esa temprana edad, tenía un genio de cuidado y el niño rompió el violín en la cabeza del profesor. A los trece años escucha la Sinfonía Fantástica, de Hector Berlioz y Bernie es cuando decide hacerse compositor. A los 16 años se matricula en la DeWitt School de Música, donde le enseñan composición y a los veinte años, recién graduado, decide formar la New Chamber Orchestra, formación que aún perdura hoy en día.

Dos años después, en 1933, conoce a un jovencísimo Orson Welles y comienza a ponerle banda sonora a sus programas de radio. Cuando Welles da el salto al cine, no duda en querer a Bernie para componer la banda sonora de Ciudadano Kane. Al año siguiente, Bernard Herrman tiene ya su Oscar por la banda sonora de El diablo y Daniel Webster, de Archie Mayo, una estupenda película con Claude Rains y Paul Muni.

Uno de los problemas de Bernard Herrman era su carácter. Era bastante antisocial, muy agresivo verbalmente y con tendencia a la soledad. Tenía el convencimiento de que todo lo que le rodeaba era mediocre. A pesar de ello, se hace cargo de bandas sonoras muy importantes como las de Alma rebelde, El fantasma y la Señora Muir o Las nieves del Kilimanjaro. En 1955 comienza a colaborar con Alfred Hitchcock en Pero… ¿quién mató a Harry? A partir de ahí, el nombre de Bernard Herrman es historia viva del cine. Su personalidad maníaco depresiva iba como anillo al dedo a las composiciones que realizaba para el maestro del suspense, como ocurre con el lirismo de Vértigo, el fandango de Con la muerte en los talones y la violencia de la cuerda en la impresionante Psicosis. Con estas composiciones, Herrman demuestra una clara influencia de Stravinsky y un dominio de la orquestación que era, prácticamente, su marca de la casa. La ruptura con Hitchcock, bien conocida, es a raíz de la banda sonora de Cortina rasgada en la que el director rechaza su partitura porque prefiere a un compositor más comercial en una época en la que la venta de vinilos con bandas sonoras de las películas era un negocio de grandes beneficios.

Herrman, desengañado y enfadado, se marcha a Europa. Está unos años sin trabajar, pero François Truffaut lo saca del ostracismo para que realice las bandas sonoras de Fahrenheit 451 y La novia vestía de negro. Dos muestras más de que el viejo genio aún seguía plenamente inspirado.

En 1973 regresa a los Estados Unidos para aceptar la oferta de Brian de Palma que le quiere para hacer la banda sonora de Hermanas y, a continuación, su particular homenaje al cine de Hitchcock con Fascinación. En 1975, Martin Scorsese cree que es la única opción posible para realizar la partitura de Taxi Driver. Herrman, cuando recibió la propuesta, se mostró reacio a aceptar. “No sé nada sobre taxistas”, decía. Sin embargo, cuando leyó el guión quedó fascinado con el personaje de Travis Bickle y accedió a hacer la música. El resultado es una maravillosa partitura jazzística que culmina con la misma explosión de violencia que contiene la misma película. Curiosamente, a las pocas horas de terminar la grabación de esta banda sonora, Bernard Herrman fallecía repentinamente en su hotel de Nueva York.

Al margen del cine, Bernard Herrman tuvo una larga retahíla de composiciones clásicas grabadas de las que cabe destacar la cantata Moby Dick, el ballet Americana o la ópera Cumbres borrascosas.

Como vídeo, os dejo una de sus mejores composiciones acompañado de los créditos insuperables de Saul Bass.


Y como mosaico, su famosa siestecita.



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