GUS MORNINS 27/4/21
“Actuar
es muy divertido, pero ya no me quedan demasiados desafíos para realizar.
Ninguno en absoluto. Me interesa mucho más pintar y componer música en estos
últimos años. Me he convertido en lo que siempre quise ser, un actor
trabajador. Estoy encantado de haberlo conseguido y he trabajado muy duro para
llegar a eso, pero ya no voy a invertir toda mi vida en eso. Me esforzaré
cuando tenga a un buen director detrás de las cámaras y un buen guión y me
paguen por ello. Así me divertiré. Y eso es todo” Anthony Hopkins
Vamos a homenajear a
este pedazo de actor, uno de los últimos más grandes que ha tenido el cine y el
teatro, porque una de las alegrías que nos ha dejado la gala de los Oscars (a
la espera de la crónica de Cortogramas) es, precisamente, que se le haya dado a
sus 83 años su segundo calvo de oro y se hayan dejado de tontadas con otros
candidatos más políticamente correctos. Hopkins es uno de los más grandes y no
hay más que decir.
Empezaré con una
anécdota que supe de primera mano. Conocí, algunos lo sabéis, a Jorge de Juan,
al que recordaréis, por ejemplo, por su Lucas en Beltenebros, de Pilar Miró. Lo conocía desde hace tiempo porque
fuimos al mismo colegio y él estaba en otra clase, pero era del mismo año que
mi hermano. Posteriormente, ya coincidimos por otras circunstancias e, incluso,
dimos una conferencia juntos en el colegio. El caso es que ese mismo día, Jorge
me contó que él había estudiado en la Real Academía de Artes Dramáticas de Londres
y que uno de sus profesores era Anthony Hopkins. Me contó que le daba mucha
pena porque estaba completamente alcoholizado y que era frecuente encontrarle
tirado en la calle, completamente borracho y sin conocimiento y que solía ser
su gran amigo Richard Attenborough el que iba a buscarlo para llevarle a casa.
Me dijo que, además de la costumbre de beber de la gran mayoría de los actores
británicos, parece ser que Hopkins, en la época (estamos hablando de principios
de los años ochenta), llevaba consigo una gran frustración porque, sí, actuaba,
tenía cierto prestigio, pero nunca estuvo considerado como un actor de
primerísima fila como lo era Olivier, o Burton, o Scofield. Y eso le empujaba a
beber aún más. Según parece, después de que Jorge se licenciara, aún mantuvieron
algún contacto (Jorge viajaba frecuentemente a Londres y hoy, de hecho, vive
allí) y sabe a ciencia cierta que el papel de Hannibal Lecter salvó la vida a
Anthony Hopkins. Después de que Gene Hackman y Jack Nicholson no pudieron hacer
el papel por diferentes razones, se le ofreció a él y enseguida vio que esa era
su gran oportunidad. Se preparó a conciencia, decidió asumir para el papel los
movimientos y las formas de una cobra, dejó de beber…y la jugada resultó.
Anthony Hopkins se convirtió en un referente y dejó definitivamente el alcohol
desde entonces.
Siguiendo con las
curiosidades, os diré que su madre era prima del poeta irlandés William Butler
Yeats y que, aunque extremadamente inteligente, fue un mal estudiante. De niño
era muy solitario y padecía dislexia y parecía tener una algo ridícula
inclinación por la pintura, el dibujo o el piano. Para meterle en cintura, sus
padres le enviaron a un internado.
A la salida de una
representación teatral, se quedó en la puerta de bastidores para conocer
personalmente a Richard Burton. Charlaron brevemente, y Burton se quedó
impresionado con la fuerza de su mirada. Le animó a dedicarse a la
interpretación. Dicho y hecho, ilusionado con las palabras de Burton, se
matriculó en música y drama en la Academia de Arte Dramático de Cardiff, donde
se graduó con veinte años. Posteriormente, fue a cumplir con sus deberes con la
patria durante dos años (el servicio militar en el Reino Unido en esa época fue
obligatorio) y cuando se licenció, se marchó a Londres para continuar sus
estudios en la Real Academia de Arte Dramático.
Con talento y trabajo,
Hopkins consiguió debutar en el cine en un papel maravilloso. Trabajó al lado
de Katharine Hepburn y Peter O´Toole en El
león en invierno, de Anthony Harvey. Obtuvo muy buenas críticas y se vio,
claramente, que tenía un talento difícilmente inigualable dominando la escena.
El teatro inglés no se hizo esperar y, apenas un par de años después, ya estaba
interpretando al bardo en Coriolano y
Macbeth. A partir de ahí, después de
labrarse un nombre de cierto prestigio en la escena, comenzó a interesarse por
el cine.
En 1967, un año antes
de su aparición en El león en invierno,
se casó con la actriz Petronella Barker, con quien tuvo una hija. Hoy en día,
Anthony Hopkins no tiene ninguna relación con su hija. No se hablan y no se
ven. Actualmente está casado con una colombiana, Stella Arroyave, razón por la
cual el actor domina razonablemente bien el español. Esto está corroborado
también por una amiga de mi familia que se lo encontró en el aeropuerto con su
mujer y se dirigieron a él para hacerse unas fotos y él contestó con exquisita
educación en español, haciendo bromas e, incluso, se animó a hacer él mismo
fotografías del grupo.
También habría que
decir que sufre síntomas leves del síndrome de Asperger, razón por la que le
gusta la soledad y relacionarse más bien poco.
Me imagino que tenéis,
más o menos, conocimiento de la anécdota de Hopkins alrededor de Espartaco. Cuando el productor Jim Katz
quiso hacer una restauración de la película, por supuesto, pensó en introducir
la famosa escena de las ostras y los caracoles que protagonizaban Laurence
Olivier y Tony Curtis y que había sido cortada por la censura. El negativo,
afortunadamente, estaba en casa de Kirk Douglas y fue restaurado, pero había un
problema: no tenía sonido. Había que doblar la escena y no había ningún
impedimento con Tony Curtis que, por entonces, estaba vivo, pero Olivier ya
había fallecido. Katz se dirigió a la viuda, Joan Plowright, a ver si por
casualidad tenía alguna grabación o algo así. Plowright dijo que no, pero que
tenía la solución. El único actor que imitaba a la perfección la voz de
Laurence Olivier era Anthony Hopkins. Y así fue, esa escena, que está
prácticamente ya en todas las copias de la película, si se ve en versión
original, está doblada por Tony Curtis y por Anthony Hopkins…y no se nota nada.
Uno de sus grandes placeres
en la vida ha sido cogerse un coche y recorrerse todo Estados Unidos. Le
encantaba viajar solo y ampararse en el anonimato para visitar todos los
paisajes del país. Ha hecho muchísimos kilómetros.
En Estados Unidos, se
ha ofrecido voluntariamente en una escuela de Santa Mónica para enseñar,
totalmente gratis, la actuación en el teatro de Shakespeare.
Estuvo a punto de morir
durante el rodaje de El desafío, de
Lee Tamahori porque cayó al agua y sufrió hipotermia. El rápido traslado al
hospital le salvó la vida.
El Teniente Coronel
John Frost, personaje que él interpreta en Un
puente lejano, lloró al verle cuando fue a visitar el plató de rodaje
porque era su vivo retrato veintidós años antes.
Concibió su personaje
de Abraham Van Helsing en Drácula como
lo más lejano posible a Hannibal Lecter para demostrar a todos que podía hacer
cualquier tipo de papel.
Después de graduarse en
la Real Academia de Arte Dramático, pasó tres veranos haciendo prácticas en la
Royal Shakespeare Company. Siempre ha declarado que fue una de las épocas más
felices de su vida.
A pesar de su Asperger
y de su dislexia temprana, es famoso en la profesión por su capacidad
memorística. Sus líneas son exactamente las escritas y es capaz de hacer largos
parlamentos frente a la cámara sin saltarse una sola coma.
Como pintor, ha
expuesto varias veces. En concreto se realizó una exposición en San Antonio, en
Texas, que vendió todos sus cuadros a precios astronómicos.
Sorprendió al mismísimo
Steven Spielberg cuando le insistió en que su largo parlamento de Amistad se hiciera en una sola toma. Eso
suponía que decía, de una sentada, siete páginas de guión. Lo hizo sin cometer
ni un solo fallo y una sola vez. Desde ese momento, Spielberg dejó de llamarle “Tony”
y se dirigió a él siempre como “Sir Anthony”.
Ha destinado más de un
millón seiscientas mil libras para la preservación del pico más alto de Gales,
para conservar su entorno natural y su medio ambiente.
Una de sus mayores
frustraciones es que nunca le han ofrecido ser el villano de una de las
películas de James Bond.
Richard Attenborough le
ofreció el papel protagonista de Gandhi
y él aceptó inmediatamente. A continuación, llamó a su padre para darle la
noticia. El padre le dijo: “Ah…es una
comedia ¿no?”. En cuanto colgó, llamó a Attenborough para decirle que no lo
iba a hacer.
Compuso un vals llamado
And the waltz goes on que André Rieu
estrenó en Viena en 2011 en su presencia.
Intenta superar su
trastorno de Asperger con una meditación juntando sus manos.
Con respecto a Gary
Oldman decía: “Él es como yo era a su
edad”.
Con respecto a su
alcoholismo: “Me gustaba beber tequila
como si estuviera en una piscina llena de ella. Pasé unos años muy malos porque
también tomaba ácido. En mis alucinaciones, tuve experiencias cuasi-religiosas
y llegué a creer que era Juan el Bautista”.
También con respecto a
Hannibal Lecter: “Creo que sería una
persona apasionante con la que compartir un almuerzo…siempre que no seas tú el
almuerzo, claro”.
Admira enormemente el
trabajo de Russell Crowe.
Acompañó en un viaje de
placer al Presidente Clinton. Dijo que fue una experiencia exhaustiva porque
Clinton era un compulsivo jugador de golf y de cartas y quería compartirlo todo
con Hopkins.
Escribió una carta a
David Lynch muchos años después de rodar El
hombre elefante porque reconoció que en ese rodaje estaba completamente
ebrio y que no quería hacer nada de lo que el director le pedía. Su
comportamiento fue inaceptable y quería pedirle disculpas.
“Está
muy bien tener un Oscar. Y también está muy bien sentirse Caballero de la Orden
del Imperio Británico. Pero al día siguiente te das cuenta de que la realidad
sigue ahí y que no ha cambiado nada”.
“Cualquiera
puede interpretar a Hannibal Lecter. Simplemente, no te muevas y habla sin
pestañear. La gente tiene miedo de lo que no se mueve”.
Veintitrés años después
de su encuentro con Richard Burton, coincidió de nuevo con él porque Hopkins
dejaba su papel en las tablas en la obra Equus.
Charlaron brevemente entre bastidores. Burton se acordaba de él perfectamente y
le preguntó: “¿Por qué diablos no hemos
trabajado juntos? Sabía que había talento en esa mirada”.
Consideraba a Shirley
McLaine la actriz con la que más a disgusto había trabajado.
También creía que
Marlon Brando es uno de los mejores actores que ha habido nunca. Decía que era
uno de los pocos que podía hacer cualquier cosa y que sus decisiones
interpretativas eran extremadamente valientes.
Lo cierto es que me
llevé un alegrón. Hopkins tiene su merecidísimo segundo Oscar y se ha hecho
justicia.
Os dejo con su vals.
Comentarios
He visto más de una vez ese vídeo, me gusta muchísimo, bastante más que sus pinturas.
Un placer tu homenaje
low