GUS MORNINS 17/1/23

 "Hollywood se ha vuelto algo muy diferente. Yo creo que en otros tiempos era mejor. Sí, en esos tiempos de supuesta esclavitud del Studio System. Era más glamuroso. Ahora, de mayor, casi nunca voy al cine. No me gusta cómo son tratadas las mujeres en el cine. Me gustaría verlas en papeles algo mejores".

                                                                                                                   Virginia Mayo


Hoy hace diecisiete años que nos dejó esta actriz. Quizá, durante algún tiempo, la etiquetaron de rubia tonta, de algo bizca, pero no se puede negar que era muy, muy sensual para la época que le tocó vivir y que, además, nos dejó un par o tres de interpretaciones de cierta entidad dramática. Fue una mujer muy particular.

Hija de un periodista y de una ama de casa, su tía regentaba una escuela de baile y a ella le encantaba bailar, así que a los siete años empezó con las clases en la escuela de su tía. Tenía talento, porque a los diecisiete años ya formaba parte del cuerpo de baile estable de la Ópera de San Luis con su formación en danza clásica. Samuel Goldwyn asistió a una representación y se fijó inmediatamente en ella. Para su sorpresa, después de las clásicas pruebas, le dijeron que no estaba dotada para ser una buena actriz, pero Goldwyn creyó en ella y, después de hacerla pasar por delante de la cámara como extra en un par de películas, le dio un pequeño papel en Aventuras de Jack London, de Alfred Santell.

Fue suficiente como para que Goldwyn se diese cuenta de su fotogenia, así que no dudó en emparejarla con Bob Hope en la comedia La princesa y el pirata donde demostró que era una gran comediante, manejando muy bien los tiempos en el humor. Se la emparejó habitualmente con Danny Kaye en una serie de comedias de muchísimo éxito como Un hombre fenómeno, El asombro de Brooklyn o La vida secreta de Walter Mitty. En 1944 peleó con uñas y dientes por el papel de esa esposa frívola, deseosa de diversión, que desprecia lo que ha hecho su marido en la guerra en la maravillosa Los mejores años de nuestra vida, de William Wyler. El director no la quería ver ni en pintura y ella tuvo que rogarle que, de acuerdo, que si ella no daba la talla dramática, renunciaba a su sueldo y aceptaría ser sustituida para que Wyler pudiera rodar toda su parte con otra actriz. Al final del trabajo, Wyler le pidió perdón porque el trabajo de Virginia Mayo había sido excepcional y, desde luego, le pagó su sueldo íntegro.

Vuelve con Danny Kaye para esa joya del jazz que es Nace una canción de Howard Hawks y vuelve a cuajar una fantástica actuación como la esposa de Cody Jarrett, el neurótico atracador y asesino, enfermizamente enamorado de su madre en Al rojo vivo, de Raoul Walsh, al lado de un tifón llamado James Cagney. También se empareja con Burt Lancaster en El halcón y la flecha, de Jacques Tourneur, una de las más refrescantes películas de aventuras que se han hecho nunca. Continúa con Gregory Peck al lado en El hidalgo de los mares. Ella se quejaba de que, a pesar de que su formación había sido de bailarina y que era bastante buena, apenas apareció en musicales. Más aún teniendo en cuenta que se hallaba en la nómina de la casa que hacía los musicales más grandes y más lujosos como la Metro Goldwyn Mayer. Uno de los trabajos que ella siempre prefirió fue el que realizó en un musical al lado de Ronald Reagan y que jamás se ha estrenado en España con el título de She´s working her way through college, de Bruce Humberstone. 

Ella misma fue recluyéndose en películas de poco presupuesto sin demasiada difusión a finales de los cincuenta, cuando la madurez ya llamaba a su rostro de terciopelo. Aún así hizo dos westerns bastante notables como Quince balas, con Clint Walker y Brian Keith, dirigida competentemente por Gordon Douglas; y Nacida para el Oeste, de Budd Boetticher, con Randolph Scott, una de las afamadas películas del llamado "ciclo Ranown", llamado así porque fueron siete películas producidas por el actor Randolph Scott y el productor Harry Joe Brown, a cada cual mejor.

Fue espaciando sus actuaciones y apareciendo como estrella invitada en series a lo largo de los sesenta hasta su última aparición en cine en 1997, a la edad de setenta y siete años, siempre muy celosa de su aspecto físico.

Se casó felizmente con el actor Michael O´Shea, en una unión que duró veintiséis años hasta el fallecimiento de él. Tuvieron una hija, Catherine Mary.

Fue militante del Partido republicano y realizó campaña activa por el candidato Barry Goldwater que se enfrentó a Lyndon Johnson en las presidenciales de 1964.

El Sultán de Marruecos llegó a decir que era tan bella que era la prueba tangible de la existencia de Dios.

Sobre Jack Palance decía: "Era un hombre ridículo. Trabajamos juntos en El cáliz de plata, la primera película de Paul Newman y su trabajo era de lo más extraño. Era un hombre muy extraño y me consideré afortunada por no volver a trabajar con él".

Sobre Doris Day: "Me encantó trabajar con ella. Era vivaracha. Me encantaba"

Sobre James Cagney: "El hombre más dinámico con el que he compartido escena. Debería haber ganado cinco Oscars. Me estimuló mucho para conseguir sacar lo mejor de mí. Con él, prácticamente, no tenía que actuar, sólo tenía que reaccionar a su intensidad".

Sobre Alan Ladd: "Me gustó mucho trabajar con Alan Ladd, al igual que con Gregory Peck. Era un hombre maravilloso, encantador y gentil y creo que los dos han sido los actores con los que mejor he trabajado".

Sobre Burt Lancaster: "Era muy intenso, mucho más agradable que Kirk Douglas.  Era muy inteligente y leía muchísimo. Era un gran acróbata e hizo todas las piruetas de El halcón y la flecha sin usar ningún doble. Teníamos una escena de amor y se supone que estaba enfadado conmigo. Me agarró y me besó tan violentamente que pensé que me iba a romper los dientes. Acabé con moratones en los brazos. Trabajaría con él otra vez, pero no dejaría que me besara de nuevo".

Sobre Joel McCrea: "Maravilloso y divertido. Estupendo trabajar con él. Le encantaba contar chistes y su forma de cabalgar era como escuchar una sinfonía. Lo hacía maravillosamente".

Sobre Kirk Douglas: "Demasiado intenso para mí. Lo hacía muy bien, pero era demasiado intenso".

Sobre Gregory Peck: "Ése sí que era un hombre. Fantástico, maravilloso y encantador. Él y Ronald Reagan son los hombres más encantadores que he conocido. Peck era mejor actor porque se lo tomaba más en serio que Reagan. Peck era extraordinario en las escenas de amor. Tierno, sensible y besaba como nadie. Las escenas de amor con él eran realmente divertidas".

Lo cierto es que Virginia Mayo dejó un rastro de belleza que no ha sido fácil de igualar. Y efectivamente, tenía un ligero defecto en la vista que hacía que los directores de fotografía tuvieran que buscar los ángulos más favorecedores para que no saliera mal en las películas. 

Como vídeo os dejo con la canción A song is born de Nace una canción, de Howard Hawks. Dentro del tema podréis ver y escuchar no solo a Virginia, sino también al  Golden Gate Quartet (los vi en directo), a Lionel Hampton al vibráfono (lo vi dos veces en directo), a Louis Armstrong a la trompeta, a Tommy Dorsey al trombón, a Benny Goodman al clarinete, a Mel Powell al piano, a Ben Webster al saxo y a Louie Bellson a la batería. Pura historia del jazz en apenas seis minutos.


Y como mosaico os dejo con ella, compartiendo la escena con dos pedazos de monstruo como James Cagney y Edmond O´Brien en la extraordinaria Al rojo vivo de Raoul Walsh.



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