GUS MORNINS 10/1/23

 "Ningún director es modesto. Somos auténticas maquinarias de egoísmo y de ambición y lo único que hacemos es disfrazarnos para que la gente pueda vernos como normales"      Walter Hill

Empezamos con marchita este 2023. Ya alejados de los fastos y las fiestas, volvemos a la dura realidad diaria de un largo trimestre que se va a hacer más largo de lo normal, y no hay nada mejor que empezar homenajeando a este director, Walter Hill, uno de la camarilla de Spielberg, Coppola, Milius, Scorsese, de Palma, Kaufman, Lucas y Kasdan, que, quizá, no ha sido tan famoso como ellos, pero que tiene algunas películas que merece la pena salvar y hoy cumple los ochenta años. 

Walter fue un niño enfermizo, con asma de nacimiento. Eso le perjudicó muchísimo en los estudios porque se hallaba frecuentemente tan enfermo que no podía asistir a clase. Aún así, una de las características de Hill ha sido su perseverancia, siempre ha sabido esperar y, en esta ocasión, fue fundamental. Siguió intentándolo y finalmente se graduó en Arte en la Universidad de la Ciudad de México, ya que pasó gran parte de su infancia allí porque su padre era ingeniero de pozos de petróleo. Con el título bajo el brazo, trabó amistad con Steve McQueen y éste le quiso como ayudante de dirección para dos de sus películas: El caso Thomas Crown y Bullitt. También trabajó como ayudante para Woody Allen en su primera incursión tras las cámaras con Toma el dinero y corre.

El caso es que Hill siempre ha tenido una especial predilección por el cine del Oeste y su cineasta de referencia ha sido John Ford. Eso no quiere decir que todo lo que dirigiese posteriormente o escribiese fuese del Oeste. De hecho, casi ninguno lo es. Pero sí que todos sus guiones tienen elementos de películas del Oeste. Debuta en la dirección con un vehículo a mayor gloria de Charles Bronson en El luchador pero se le ven sus enormes cualidades con una excelente película titulada Driver, con Ryan O´Neal siendo perseguido por Bruce Dern. Con un aire de misterio maravilloso y con espléndidas escenas de acción, Hill consigue su primer éxito.

Después de intentar convertir en una especie de cumbre de la delincuencia el encuentro entre los hermanos James en Forajidos de leyenda, dirige una espléndida película, muy desconocida, pero muy inquietante, titulada La presa, con Keith Carradine y Powers Boothe, sobre unos individuos que se marchan de maniobras un fin de semana al año porque pertenecen a la Guardia Nacional y acaban siendo las presas de una partida de caza de algunos lugareños. Espléndida.

Límite 48 horas tuvo un éxito extraordinario por la química entre sus protagonistas, Nick Nolte y el debut de un entonces desconocido Eddie Murphy. Fue todo un taquillazo que hizo que Hill se aupase al Olimpo de los directores que podían hacer lo que quisieran porque iban a tener financiación. Hill se pasó al culto e hizo una película que acaba por ser emblemática de la juventud de los años ochenta como es Calles de fuego, con Michael Paré, pero agota su crédito con sus siguientes películas como El gran despilfarro a mayor gloria de Richard Pryor o la extrañísima Cruce de caminos un cuento country con Ralph Macchio de protagonista recién salido de la saga de Karate Kid.

Con la notable Traición sin límites, con Nick Nolte, parece que Hill vuelve a encontrar su rumbo en lo que es un western contemporáneo con la rivalidad de un sheriff y un narcotraficante con los amores de María Conchita Alonso por en medio, y realiza una simpática película con Arnold Schwarzenegger y Jim Belushi como es Danko: Calor rojo, una película que se enmarca en el producto fácil de acción pero que acaba por ser resultona. Vuelve con la pareja de Límite 48 horas para hacer 48 horas más y consigue una película más que notable que no tuvo ningún éxito con Jeff Bridges de protagonista en Wild Bill, sobre la vida del pistolero Wild Bill Hickok, asesinado por la espalda cobardemente, pero que fue una leyenda por su defensa de la ley y de la justicia en el Oeste. Decide hacer una versión un poco rara, entre rural y negra en un pueblo polvoriente (y muy poco realista), muy en plan ensalada de tiros y acciones un tanto grotescas de Yojimbo, de Kurosawa con el título de El último hombre, con Bruce Willis y Christopher Walken que resulta un fracaso enorme y es uno de los responsables del fracaso de Supernova junto con su amigo Francis Ford Coppola que, entre unos y otros, se cargan una buena historia que iba a suponer un buen vehículo para Angela Bassett, por entonces muy de moda por la biografía de Tina Turner que le supuso una nominación para el Oscar.

Pero no queda sólo ahí la contribución de Walter Hill al cine. Hill casi ha sido mejor guionista que director y es el responsable de películas tan estupendas como El ladrón que vino a cenar, con Ryan O´Neal y Jacqueline Bisset, su mejor guión,posiblemente, sea el de La huida, de Sam Peckinpah, con Steve McQueen y Ali McGraw; El hombre de Mackintosh de John Huston, con Paul Newman; Con el agua al cuello, de Stuart Rosenberg, con Newman y Joanne Woodward; Alien, de Ridley Scott y su segunda parte con Cameron a los mandos y, por supuesto, es el director de otra película señera para los jóvenes de los ochenta que aún se recuerda por su violencia y gamberrismo como es Los Warriors. Una de las espinas que tiene es que no le dejaron dirigir la versión con Alec Baldwin y Kim Basinger de su propio guión La huida. Según él porque a nadie le interesa saber cuál es su punto de vista con respecto a esa historia.

Como vídeo os dejo con un pequeño clip de su mejor guíón, basado en la novela de Jim Thompson, La huida

Y como mosaico os dejo a Walter Hill en plena acción dirigiendo La presa. Es el de la izquierda con chubasquero azul. 




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