GUS MORNINS 26/4/22

 "En el cine es importante que, de ninguna manera, se note la presencia del hombre y de su obra. Ya está allí un país maravilloso, entregado por la naturaleza. El país puesto bajo la tutela del cielo y de la influencia del mar"                                                                          Jean Vigo

Tal día como hoy, hace ciento diecisete años nació este cineasta, desconocido para muchos, pero que, con sólo tres obras, llegó a asombrar los ojos de los espectadores. No deja de ser un ejercicio de especulación ensalzarlo hasta los altares porque su temprano fallecimiento, a los treinta y cuatro años, cortó cualquier posibilidad de contemplar lo que nos hubiera regalado. Sus condiciones, siempre con una salud precaria, resultan increíbles para un cineasta que, como he dicho, sólo nos regaló tres películas y no se sabe hasta dónde hubiera podido progresar. En todo caso, en 1995, se concedió un prestigioso premio otorgado por un jurado que valora la disidencia con el comunismo, que recogió su nieto de manos de Jon Voight y tras leer una carta de Martin Scorsese que dice cuánto aportó al cine este director que se quedó en promesa cuando pudo ser toda una realidad.

Jean Vigo fue hijo de un militante anarquista, Eugene Vigo, director de un periódico de activismo político. Debió de traspasar muchas líneas porque en 1917 fue arrestado y hallado muerto en su celda. Al año siguiente, Jean ingresa en un internado. En 1930, con veinticinco años, Jean creó un cine-club llamado Los amigos del cine, con una especial atención a las películas de procedencia soviética. Aún así, Vigo investiga a uno de sus más admirados cineastas, Sergei Eisenstein. Cuando se da cuenta de que, a pesar de lo hecho, Eisenstein empieza a ser considerado como un cineasta no grato al régimen, Jean Vigo comienza a renegar del comunismo. 

Aún así, el éxito del cine-club le permite rodar su primera película, apenas con una cámara y cargado de entusiasmo. Se traslada a Niza y rueda A propósito de Niza, que no es más que una sucesión de imágenes del verano en la Costa Azul. Son estampas que inciden mucho en el surrealismo de unas actitudes que, cogidas sin el contexto necesario, no son más que absurdas. Evidentemente, Vigo bebe muchísimo de Un perro andaluz, de Luis Buñuel, y de Entreacto, de René Clair. La película sorprende allá por donde pasa porque, sin un hilo argumental, sin tesis, siguiendo a pie juntillas la máxima con la que hemos empezado el gus de hoy, realiza todo un retrato del ocio, de la vida disipada, de la frugalidad del lujo.

Tiene un éxito considerable y Vigo, nuevamente, y a pesar de que se le empieza a manifestar, además de sus múltiples dolencias, la tuberculosis que acabaría llevándole a la tumba, se pone de nuevo detrás de la cámara para hacer un guión que escribió inspirándose en sus vivencias en el internado. Así es cómo nace esa obra maestra que es Cero en conducta, una maravillosa película, sin pretensiones documentales, pero prácticamente sin argumento. Sólo se trata de hacer un retrato de la anarquía de la adolescencia dentro de un internado francés que llega a su máxima expresión en una monumental batalla de almohadas en el dormitorio. Estéticamente maravillosa, es evidente que Vigo realiza un homenaje a la edad, a la ingenuidad, al absurdo de las actitudes y esa maravillosa sensación de no tener límites.

Cosecha un enorme éxito de crítica y de público y Vigo, lamentablemente, comienza a estar muy enfermo. Con apenas un hilillo de salud, tres años después, realiza la obra por la que más se le conoce: L´Atalante, la historia de amor entre el patrón de un barco y su mujer que resulta enturbiada por la lascivia de su piloto. La película tiene imágenes imborrables (esa novia en la popa del barco, con su vestido blanco sobre un fondo totalmente oscuro mientras el navío navega con lentitud dejando un río de espuma) que, incluso, se elevan por encima de un argumento claramente melodramático. En esta película, Vigo habla de la indolencia del hombre, del motor imprescindible que es la mujer y de los malvados de moral que acaban por emponzoñarlo todo.

Apenas terminado el montaje de la película, Jean Vigo falleció. En 1951, la Filmoteca Francesa creó el Premio Jean Vigo destinado a galardonar a los nuevos cineastas que destacan con su primera película. Quizá el propio Vigo hubiera aprobado el motivo por el que se creó un premio con su nombre. Estuvo casado con Elizabeth Verinska, con la que tuvo un hijo. Hoy en día, su nieto, Luca Vigo, es crítico de cine, pobre.

Os dejo con un vídeo que habla sobre ese realismo poético que Jean Vigo tanto cultivó en su L´Atalante y que, de alguna manera, también recogió Jean Renoir.


Y como mosaico, os dejo con una imagen de la monumental batalla de almohadas de Cero en conducta



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