GUS MORNINS 8/2/22

 "He trabajado mucho al modo de la vieja escuela, enfrente del piano, con papel y lápiz. El piano es mi instrumento favorito. A través de los años ha habido grandes cambios tecnológicos en el ámbito musical y, sin duda, han sido maravillosos, lo que pasa es que yo he estado tan ocupado trabajando que nunca he tenido tiempo de cambiar mi forma de trabajar"                          John Williams


Bueno, pues vamos a homenajear a este señor que hoy cumple la respetable edad de 89 años. Nos queda poco tiempo para disfrutar de él porque ya ha anunciado de que va a hacer una última gira por Europa para despedirse y que ya se va a retirar porque se encuentra sin demasiadas fuerzas para continuar. El día que se vaya, el cine se va a quedar sin melodía porque, quizá, y no digo ninguna tontería, sea el más grande los compositores.

Su filmografía es extremadamente larga, os conocéis de sobra sus composiciones, así que tratará de echar una mirada rápida sobre su vida (seguro que estábais pensando que os iba a inundar de anécdotas).

Nace en Nueva York en el seno de una familia de músicos. Su padre era percusionista de una banda de jazz. Cuando cuenta con dieciséis años, la familia al completo se muda a Los Ángeles. El joven Johnny era un buen estudiante y con dieciocho años consigue entrar en la Universidad de California para estudiar piano y composición al mismo tiempo que recibe clases del compositor Mario Castelnuovo-Tedesco y del pianista Bobby Van Epps. En 1952 fue reclutado para el servicio militar y allí Johnny demuestra sus dotes musicales al entrar en la banda de música de la Fuerza Aérea para dirigir y arreglar la música que interpretaban en desfiles y conciertos.

Después de tres años de servicio militar, consigue entrar en la prestigiosa Julliard School, donde estudia piano con Rosinna Lhevinne. Para pagarse los estudios, toca el piano en diversos clubs de jazz por las noches y Elmer Bernstein le llama para interpretar el solo de piano de la banda sonora de Matar a un ruiseñor, al igual que Henry Mancini lo quiere para el piano que suena en algunos momentos de Charada y de Días de vino y rosas. En esta época, en una producción independiente, ya aparece el nombre de Johnny Williams como el compositor de la banda sonora de una película de espías, muy apreciable y muy desconocida, titulada Caminos secretos, con Richard Widmark como actor, productor e, incluso, director de algunas escenas.

Inquieto por naturaleza, Johnny aprende a tocar, además del piano, el trombón, la trompeta y el clarinete. Su estilo está muy cercano al neorromanticismo con influencias del romanticismo alemán de Richard Wagner y de Gustav Holst, en especial, su obra magna Los planetas.

Durante diez años está componiendo música para películas que no son megaéxitos aunque dan una buena prueba de su genio. El éxito, la película con la que empieza a ser conocido en todo el mundo como un compositor de innegable talento, le vino con la partitura de La aventura del Poseidón.

Aquel mismo año, adapta con singular tino la banda sonora del musical El violinista en el tejado. Por entonces, existía el premio a la mejor banda sonora adaptada y Johnny Williams ganó su primero premio. Desde entonces ha tenido la friolera de cincuenta y cinco nominaciones al Oscar (habéis leido bien, cincuenta y cinco nominaciones) y ha ganado en cinco ocasiones. 

Sus colaboraciones con Spielberg, haciendo todas sus bandas sonoras a excepción de tres películas de la filmografía del gran Steven, su idea de grabar la música que había compuesto para La guerra de las galaxias con la Orquesta Sinfónica de Londres recuperando una costumbre que se había extinguido en los años cuarenta, su continuo avance en la música clásica (tiene una extensa obra meramente clásica), su dirección de los Boston Pops (nombre que se da a la Orquesta Sinfónica de Boston cuando deciden sacar la música clásica a la calle y hacerla accesible a las clases más populares), hacen de él uno de los mejores compositores de la historia a cualquier nivel. Siempre he creído que la música de cine es la gran música clásica impresionista del siglo XX y John Williams ha sido su máximo representante. 

Como vídeo os voy a dejar algo que no se escucha música aunque todos recordamos su soniquete. Se trata del himno olímpico que John Williams compuso para las Olimpiadas de Los Ángeles de 1984. Imaginaos ser un atleta, seleccionado para competir en las Olimpiadas, representando a vuestro país, cualquier que sea, con esta música acompañando vuestro desfile inaugural. A mí se me saltan las lágrimas.


Y como mosaico ahí os lo dejo, recibiendo el agradecimiento de Leonard Bernstein después de que Williams dirigiera a la Sinfónica de Boston con motivo del 72 cumpleaños de Lenny. Dos monstruos.



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