GUS MORNINS 1/2/22

 "No me habléis de mis películas como si fueran arte, las uso para pagar el alquiler"

                                                                                                                          John Ford

Demos un somero repaso a la vida de este señor ya que hoy hubiera cumplido la más que respetable edad de ciento veintiocho años y creo que se lo merece. Muy rápido y muy somero porque no le gustaba hablar de sus películas, ni de lo que hacía. Sólo lo hacía y punto.

John Martin Feeney nace en un pueblecito costero de Maine hijo de dos inmigrantes irlandeses que le transmitieron el gaélico y el amor a Irlanda. A él le gustaba cambiar la pronunciación de su nombre al gaélico y decía que realmente se llamaba Sean Aloysius O´Fearna, añadiendo el Aloysius de su propia cosecha. Eso provoco múltiples confusiones en sus biógrafos. 

Fue el menor de once hermanos y no demostró grandes habilidades para el estudio salvo un talento natural para realizar caricaturas. Eso le llevó a trabajar en el departamento comercial de una fábrica de zapatos e, incluso, intentó realizar el examen de ingreso en la Academia de Marina de Annapolis. Le suspendieron.

En 1911, uno de sus hermanos, Frank, se desplazó a Hollywood para trabajar en lo que fuera en la industria del cine. Dos años después, cuando John contaba con diecinueve años, le convenció para que fuera a trabajar allí porque había campo más que de sobra si estaba dispuesto a hacerlo bien. Allí, siempre bajo la tutela de su hermano, trabajó como regidor, atrezzista, doble, asistente e, incluso, hizo algunos pequeños papeles delante de las cámaras. Ese meritoriaje lo almacenó John para saber cómo se hacían las películas.

En 1917, con sólo veintitrés años, John consiguió ponerse tras las cámaras por primera vez. La película fue The Tornado, un western que protagonizó su hermano Frank. Lamentablemente,como la mayor parte de las películas mudas que Ford rodó, está perdida y no se puede ver. Parece ser que era un western de trepidante acción,con muchas acciones para los dobles. De sus sesenta películas mudas, sólo se conservan dieciocho y algunas de éstas mutiladas y deterioradas, imposibles de ver.

Sin embargo, su asociación con el actor Harry Carey fue fundamental. Por entonces, el género del western era considerado de segunda categoría, pero todos los grandes estudios que se estaban formando tenían a su propio héroe para los grandes seriales (películas que se rodaban en una semana con el mismo protagonista dando continuidad a las historias). Harry Carey, en la Universal, era la respuesta a Tom Mix y, en este contexto, John Ford comenzó a aprender a manejar una cámara y a confiar en sus posibilidades narrativas.

En 1920, Ford dirige su primera película ajena al western, lo cual significaba un escalón más en su progreso profesional. Se trata de El príncipe de la Avenida, una fábula política sobre elecciones amañadas que contaba en su reparto con Jim Corbett, el famoso boxeador profesional que inmortalizó Errol Flynn años después en Gentleman Jim.

Aquel mismo año se casa con la que fue su mujer de toda la vida, Mary. Con ella tuvo dos hijos: Patrick y Barbara. Ambos se dedicaron al cine. Patrick fue productor y Barbara, montadora.

Después de firmar contrato con la Twentieth Century Fox, Ford consiguió dirigir su primera película de gran presupuesto en 1923, Sota, caballo y rey, aquí, por primera vez, sale acreditado con el que fue su nombre para siempre: John Ford. Hasta el momento había firmado con el nombre de Jack Ford.

Al año siguiente, Ford rueda una gran superproducción para la época: El caballo de hierro, una descripción de la expansión del ferrocarril por el territorio salvaje de los Estados Unidos. El esfuerzo de producción fue notable y, tal vez, si atendemos a las críticas de la época, es la mejor película de la época silente de John Ford. Fue todo un éxito de taquilla.

Debido al éxito de esta película, Ford consigue diversificar un poco más los géneros que toca. Después de un melodrama de ambiente marítimo como Corazones de roble, Ford se acerca a la comedia sin pretensiones de Don Pancho o a las carreras de caballos con Sangre de pista, además de un drama sobre el alcoholismo como es Corazón intrépido que marca su primera colaboración con Victor McLaglen.

No deja de lado el western y vuelve a él con Tres hombres malos y, de esta época, también es Cuatro hijos considerada por muchos como uno de los mejores dramas rodados por Ford, porque ya introduce algunos temas característicos de su obra posterior como la nostalgia por la patria, el núcleo familiar y la aparición de circunstancias que sobrepasan la individualidad.

Su primera colaboración con John Wayne viene en una película muda como es El legado trágico, una vuelta a Irlanda desde la perspectiva del IRA con el que Ford desarrolló bastantes simpatías.

La llegada del sonoro lo trastocó todo. John Ford tuvo que adaptarse al nuevo medio. Su primera película sonora fue El barbero de Napoleón, una comedia dialogada de corta duración sobre un barbero que afeita a Napoleón en una posada por el camino que hace el Emperador y no le reconoce. Mientras le afeita, va diciendo lo que le haría a Napoleón en caso de que estuviera en sus manos hasta que, al final, claro, lo reconoce. Ese es el primer experimento que realiza Ford con el sonido.

Sigue experimentando con el sonido con Shari, la hechicera , una película de colonialismo británico que trataba de competir con el éxito que había tenido recientemente Las cuatro plumas. A pesar de contar con Victor McLaglen y con Myrna Loy en su reparto, se nota la exhibición del sonido con abundante música, órdenes militares dadas con alaridos, marchas y demás trucos para maravillar al público. Sin embargo, la película obtuvo un razonable éxito y Ford se dispuso a disfrutar como un enano (si se puede decir esta palabra ya que sabéis que la nueva versión de Blancanieves y los siete enanitos se llamará Blancanieves y los siete seres mágicos para no ofender) con El triunfo de la audacia, una comedia sobre la rivalidad entre cadetes de la Marina y del Ejército que culmina con la celebración de un partido de fútbol americano. Naturalmente, John Wayne era uno de esos cadetes.

Su primera colaboración con uno de sus guionista habituales, el gran Dudley Nichols, fue en Tragedia submarina que pasa por ser, no una película bélica, sino la primera película que se desarrolla en un submarino. Aunque se acerca más a las películas de catástrofes que a las de aventuras. A continuación rueda una comedia muy divertida llamada Río Arriba con dos actores prácticamente desconocidos como protagonistas. Se llamaban Spencer Tracy y Humphrey Bogart y trataba sobre dos reclusos que se fugaban continuamente de la cárcel y volvían a entrar porque les cogían rápido fuera. La crítica se deshizo en elogios.

El problema de la bebida de John Ford aumentó durante esta época y llegó a un punto culminante con el rodaje de El doctor Arrowsmith, primera de sus películas que alcanzó una nominación a la mejor película. La Fox incluyó en el contrato que, durante el rodaje, el director no podía beber ni una gota de alcohol. Naturalmente, Ford lo incumplió y, al terminar, fue fulminantemente despedido después de una larga relación contractual. 

Como agente libre, Ford comienza a rodar para la competencia. Una de ellas, para Universal, fue Hombres sin miedo que es un claro antecedente de Sólo los ángeles tienen alas, de Howard Hawks, aunque la película de Ford es notoriamente más fría. 

En 1934, Ford rueda La patrulla perdida y aquí ya podemos ver muestras de lo que es un director genial con la historia de esta patrulla de soldados ingleses refugiados en un oasis en el desierto y sitiados por un enemigo que no se ve en ningún momento pero en todo momento se siente. 

La película tiene tanto éxito que Ford da el salto a la producción de sus propias películas y se compra su famoso yate, escenario de grandes fiestas y travesías vacacionales: el Araner, que conservó hasta 1970, casi treinta y seis años después.

En 1935, al año siguiente, consigue su primer Oscar al mejor director con El delator, otra historia ambientada en Irlanda y en el IRA en la que Ford acude al expresionismo para narrar el sentimiento de culpa de un hombre que ha delatado a sus compañeros ante las autoridades inglesas.

Conoce a Katharine Hepburn en el rodaje de una de sus peores películas, María Estuardo y con la que mantiene una historia de amor. De hecho, se dice que el personaje de Maureen O´Hara en El hombre tranquilo, se llama Mary Kate en homenaje a los dos amores de la vida de Ford. Su mujer, Mary, y Katharine Hepburn.

En 1937 forma parte del Comité Cinematográfico de Ayuda a la República Española (mira, el facha),  y fue el encargado de llevar a cabo las gestiones necesarias para enviar al frente republicano una ambulancia donada por el Comité.

Volviendo al cine rueda en 1939, La diligencia y nace uno de los mejores directores de la historia. Más allá del género que aborda, esta película representa una novedad en la época porque no trata sólo de dividir a los personajes en buenos y malos y establecer una rivalidad entre ellos. Se preocupa de establecer toda una historia detrás de cada uno de ellos para saber cuál es el por qué de sus actitudes. Durante muchos años, fue considerado el mejor western de toda la historia.

Las uvas de la ira  es, posiblemente, la película más a favor del pobre y del trabajador que se haya hecho nunca. Nuevamente consiguió el Oscar a la mejor dirección. 

Antes de alistarse en la Marina para combatir en la Segunda Guerra Mundial, John Ford rueda ¡Qué verde era mi valle!, radiografía, a través de los ojos de un niño, de la vida de una comunidad minera de Irlanda. Consigue su tercer Oscar a la mejor dirección.

Se puso al frente de la Unidad Naval Fotográfica en el Pacífico. Consiguió otros dos Oscars al mejor documental: 7 de diciembre donde narró el ataque japonés a Pearl Harbor, y La batalla de Midway en la que estuvo presente rodando todo desde el techo de un hangar y donde fue herido en un brazo.

Cuando regresa a Hollywood rueda su única película bélica sobre la Segunda Guerra Mundial: No eran imprescindibles, su acercamiento al hombre que expandió el uso de las lanchas torpederas y la descripción de la  retirada de Filipinas.

Luego ya vino su particular mirada al duelo de O.K. Corral con Pasión de los fuertes, con un gran Henry Fonda en la piel de Wyatt Earp y Victor Mature como Doc Holliday. 

Después del fracaso que supuso una de sus películas favoritas como es El fugitivo, basada en El poder y la gloria, de Graham Greene, Ford entró en su época de mayor creatividad (entre otras cosas para poder pagar las deudas que le había dejado El fugitivo). Ahí están Fort Apache ("ya sólo veo las banderas"), La legión invencible ("No puedo enfadarme con él, le vitorearía"), El hombre tranquilo, que significó su último Oscar ("¿Mary Kate? Es una pelirroja con todas las consecuencias"), Mogambo, Cuna de héroes, la ruptura de relaciones con Henry Fonda, al que llegó a dar un puñetazo durante el rodaje de Escala en Hawai, Centauros del desierto (posiblemente, la película mejor planteada de la historia), Escrito bajo el sol (donde permite a Ward Bond que interprete a un trasunto de sí mismo), la maravillosa Un crimen por hora, El último hurra ("¿Cómo darte las gracias por un millón de carcajadas?"), Misión de audaces ("Ding, dong...ding, dong..."), El sargento negro (todo un reconocimiento a los soldados de color), Dos cabalgan juntos (y esa conversación a la orilla del río aún no superada), El hombre que mató a Liberty Valance ("Inténtalo, Liberty...sólo inténtalo"), La taberna del irlandés (o escena tras escena de las peleas más salvajes de la historia del cine), El gran combate (o un testimonio de amor hacia los indios y al maltrato que sufrieron por parte del gobierno de los Estados Unidos) y, por último, Siete mujeres (o una de las películas más feministas que se hayan visto nunca)

Ford me deja sin palabras. No puedo más que extasiarme ante los tesoros que nos ha dejado. Su carácter irascible, huraño e inaguantable no me importan en absoluto. Era un hombre que hacía arte, por mucho que le molestase que le dijeran eso. Era un maldito tuerto irlandés genial.

Os dejo este maravilloso vídeo de diez minutos. Merece mucho la pena si tenéis un ratito.


Y como mosaico ahí le tenéis en una pausa del rodaje de Dos cabalgan juntos al lado de James Stewart y de Linda Cristal.




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