GUS MORNINS 30/11/21

 "Me he pasado toda la vida entre Archie Leach y Cary Grant. Ninguno de ellos ha estado seguro del otro. Los dos han sido sospechosos habituales"                                               Cary Grant

Pues sí, hoy toca echarle una mirada al caballero por excelencia, al actor más elegante que ha pisado jamás un escenario. Hoy hace treinta y cinco años que nos dejó y, seguramente, está en alguna fiesta por ahí arriba, buscando una llave, sonriendo socarronamente o diciendo algo inconveniente con inusitado estilo.

Le vamos a rendir homenaje a través de algunas anécdotas que de sus películas, además de muchas, ya sabemos casi todo.

Fue padre a la provecta edad de 62 años. Tuvo una hija, Jennifer, con su entonces esposa, la joven Dyan Cannon.

Ian Fleming modeló su personaje de James Bond a partir de la imagen de Cary Grant.

Curiosamente, falleció justo cuando planeaba retornar a la actuación. Estaba a punto de estrenar un show con sólo él mismo en escena que se iba a estrenar en previo en Iowa. Tuvo una hemorragia cerebral.

Durante doce años compartió residencia con el actor Randolph Scott. Jocosamente, Grant se refería a él como su esposa y circuló el rumor de que ambos convivían como pareja. Los estudios, de hecho, evitaban a toda costa emparejarles en la misma película para no alimentar el rumor. Estuvieron juntos en una película, Mi mujer favorita y, en 1942, el matrimonio de Gran con la millonaria Barbara Hutton deshizo todos los rumores.

Donó todo el sueldo que había cobrado en Historias de Filadelfia para los esfuerzos de guerra británicos. Hizo lo mismo para los Estados Unidos con sus honorarios por Arsénico por compasión.

Fue un gran fan de Elvis Presley.

Aunque no era hijo suyo, siempre consideró a Lance Reventlow como tal. Era hijo de su esposa Barbara Hutton y se comportó con él como si fuera su padre. Cuando el chico falleció en un accidente de aviación no dudó en acudir de inmediato al lado de su madre para preparar todo lo necesario para su entierro y consolarla.

Aunque dejó de estudiar a los catorce años, fue un lector voraz y extremadamente culto.

Siempre se ha dicho que el verdadero amor de su vida fue Sophia Loren.

Estaba todavía enamorado de Sophia Loren cuando ella fue a rodar con él a los Estados Unidos la película Cintia. A pesar de que mantenían el romance, fue en pleno rodaje cuando ella le hizo saber su intención de casarse con el productor Carlo Ponti. Cary Grant no se lo tomó en serio. 

A pesar de haberse casado con Carlo Ponti, cada vez que él tenía noticia de que Sophia Loren visitaba los Estados Unidos la inundaba de flores allí donde estuviera hospedada.

Se enganchó al LSD como terapia para superar sus fracasos sentimentales. Acudió a esa terapia animado por una de sus esposas, la actriz Betsy Drake. A pesar de que declaró que su adicción al LSD le ayudó personalmente, también dijo que no lo hubiera tomado de saber sus efectos secundarios.

Le encantaba asistir a partidos de béisbol.

Siempre llevaba al cuello una cadena con cuatro colgantes. Uno era un San Cristóbal, en homenaje a la religión católica de su primera esposa, Virginia Cherrill (la ciega de Luces en la ciudad, de Chaplin), dos eran unas pequeñas cruces por Barbara Hutton, su segunda esposa, y Betsy Drake, la tercera, ambas protestantes. Por último, llevaba una estrella de David por Dyan Cannon, que era judía.

El trabajo que más odió siempre fue el que realizó en Arsénico por compasión. Le parecía que estaba horrible.

EL trabajo que más le gustaba de cuantos hizo fue el de Un corazón en peligro que supuso para él una de sus dos nominaciones al Oscar.

La película que más le gustaba de todas las que hizo fue Indiscreta, de Stanley Donen.

Cuando estalló el fenómeno de Marlon Brando consideró seriamente la posibilidad de retirarse porque creía que era incapaz de competir con un actor como él.

Era un fumador empedernido que liquidaba sesenta cigarrillos diarios. Dejó de fumar después de someterse a un tratamiento de hipnosis.

Decía que la mujer con la que más le había gustado trabajar era Grace Kelly. La mujer con la que mejor había congeniado fue Ingrid Bergman.

Su herencia fue de sesenta millones de dólares.

Declaró que el personaje que hizo en Operación Whisky era lo más cercano a cómo era él realmente.

Atendió a una cena en el 10 de Downing Street junto a Charlton Heston y su mujer por invitación de Margaret Thatcher. Cuando terminaron Heston le dijo a su esposa: "He tenido suerte. Me he sentado al lado de Margaret Thatcher". La mujer le dijo: "Menuda cosa. Yo me he sentado al lado de Cary Grant".

Nunca interpretó a un villano, a pesar de que le hubiera gustado hacerlo.

Al contrario que otras grandes estrellas como James Stewart, Gary Cooper o John Wayne, Grant nunca necesitó un peluquín.

Tenía un punto débil en sus interpretaciones. Era muy malo intentando imitar acentos de diversas zonas. Algunas de sus actuaciones fueron muy criticadas por ello.

Profesaba simpatías por el partido republicano y llegó a hacer campaña en favor de Richard Nixon.

Sobre Katharine Hepburn decía: "Ella es el tipo de mujer en el que nunca me fijaría. Pero ella tiene algo, una especie de aire que es totalmente magnético. Es la más atractiva de las mujeres que he conocido porque, cuando la miras, la tienes que escuchar, no puedes escaparte".

Sobre los nuevos actores: "Yo creo que algún avispado productor debería meter en la misma película a Marlon Brando, a Montgomery Clift y a James Dean. Y a continuación, hacer otra película conmigo, con James Stewart  y con Spencer Tracy. Que el público decida con quién se lo pasan mejor".

Sobre Marilyn Monroe: "Ella era muy tímida. Cuando los trabajadores del estudio la silbaban, ella se ponía colorada".

Lo cierto es que Cary Grant fue inimitable, único e irrepetible. No importa cuánto se escriba sobre él. Siempre será insuficiente.

Os dejo con esta divertida secuencia en la que Cary Grant está muy animado en una fiesta en Indiscreta mientras Ingrid Bergman está muy enfadada con él porque se ha enterado de que la ha mentido diciendo que está casado cuando no es así.


Por último, y a modo anecdótico, os cuento mi propia experiencia personal con Cary Grant. Corría el año 1980, creo que era septiembre y es una de las últimas veces que recuerdo haber ido al cine los cuatro. Padre, madre, hermano y yo. Sí que recuerdo que fue al cine Amaya, situado en la calle General Martínez Campos y que enfrente, un poco más abajo, había una pastelería. Al salir del cine, mis padres quisieron comprarnos algo para merendar (yo trece, mi hermano dieciocho) y fuimos todos a la pastelería a por unas palmeras de chocolate. Cuando salimos con nuestro botín, mi madre soltó un grito sobrehumano:

- ¡¡¡¡Pero si es Cary Graaaaaaaaaaaaaaaaaaant!!!!

Nos volvimos y él también se volvió, asustado por el berrido que había dado mi madre. De hecho, miró a mi padre como si le conociera. Nos acercamos y, hay que reconocerlo, fue muy amable. El único que chapurreaba algo de inglés era mi hermano y, por supuesto, le pedimos un autógrafo. Fuimos a por unas servilletas de la pastelería y allí, con el bolígrafo de oro de mi padre, nos lo firmó. Hoy lo tiene mi madre guardado como oro en paño en su mesilla de noche. "Nice to meet you" y se fue. Alto como una torre, con una camisa blanca y un pantalón negro (hacía calor en Madrid). Al día siguiente o un par de días después, salió la noticia de que Cary Grant estaba en Madrid como representante de la empresa de cosméticos Fabergé para cerrar unos negocios.

Como mosaico os lo dejo descansando.




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