GUS MORNINS 23/11/21

 "Solamente cuando la imaginación es filtrada por la memoria es cuando las películas realmente cobran vida"                                                                                                     Louis Malle

¡Qué gran cineasta! Resulta imposible no rendirle homenaje tal día como hoy, vigésimo sexto aniversario de su fallecimiento. Es verdad que su "ego" parece ser que era tan grande como su talento y que, sin ruborizarse, llegó a decir "La Nouvelle Vague soy yo" y, sí, en parte lo fue, en parte lo era, pero no lo era toda. 

Louis Malle proviene de una familia muy acomodada. Es descendiente de un gran empresario del azúcar, Henri Beghin, que hizo su fortuna en la guerras napoleónicas con el comercio del mismo. Pasó por distintos internados católicos (uno de ellos es el que evoca en su maravillosa Adiós,muchachos). A los catorce años, su tío le regala una cámara de ocho milímetros y el joven Louis comienza a experimentar. Aún así, a pesar de anunciar su deseo de estudiar cine, la familia se opone y le manda a estudiar Ciencias Políticas a la Sorbona. Louis se licencia y comienza a buscar trabajo. Un compañero suyo había sido contratado para ser ayudante de dirección en el documental de Jacques Yves Cousteau El mundo del silencio y, en el último momento, cae enfermo. Se lo dice a Louis para que le sustituya y allá que va el joven Malle, con su cámara de ocho milímetros para grabar off the record y para ayudar en todo lo que pueda a bordo del Calypso, el barco del famoso oceanógrafo. Por aquellas casualidades, la película obtuvo un gran éxito,además del Oscar al mejor documental del año 1955. Eso anima a Louis Malle a querer ponerse detrás de las cámaras.

En 1957 dirige su primera película que, en realidad, es la primera de toda la Nouvelle Vague aunque, como ya sabéis, ese movimiento no obtendría su carta de naturaleza hasta la aparición de François Truffaut con Los cuatrocientos golpes. Sin embargo, mucha gente se olvida de que Malle fue el primero en poner los principios del movimiento en esta espléndida película de suspense que se llamó Ascensor para el cadalso, sobre un hombre que planea el asesinato del marido de su amante y, después de cometerlo, se queda atrapado en el ascensor. Además de lo extraordinaria que es la película, cuenta con una banda sonora de Miles Davis que ha quedado para siempre en la memoria de los aficionados del jazz. Como anécdota habrá que decir que el sonido de la trompeta de Miles Davis es muy particular en esta película porque en las sesiones de grabación (Davis improvisaba según veía las imágenes en una estancia de dos días en París) al trompetista se le quedó pegado a la boquilla un trozo del labio y, en todo momento, exhibe un sonido como velado, íntimo, muy diferente a lo normal.

Se adentra en el territorio de lo escandaloso con Los amantes, con unas atrevidas escenas de sexo a finales de los cincuenta para narrar una relación adúltera y poner en solfa a la burguesía acomodada (de la que, por cierto,él mismo formaba parte). La película contiene una estupenda interpretación de Jeanne Moreau, al igual que en su primera colaboración, Ascensor para el cadalso.

Se atreve a adaptar con entusiasmo a Raymond Queneau en Zazie en el metro, una película estupenda, muy divertida, jovial y alegre, aunque muy controlada, y, a continuación,cambiando totalmente de registro, estrena Fuego fatuo, una reflexión sobre la depresión y el suicidio. En 1968, con treinta y cinco años, se da cuenta de que su vida necesita un cambio y se marcha a la India a rodar un documental, Calcuta

La estancia en la India surte su efecto y Malle regresa con ganas de escándalo. Su primer proyecto es la maravillosa Un soplo al corazón en la que narra una relación incestuosa entre madre e hijo, pero desde una perspectiva absolutamente entrañable. En el viaje al aprendizaje al sexo de un adolescente...¿quién mejor para enseñarle que su propia madre? En ningún momento, Malle aborda el tema con suciedad y rechazo, sino como algo cariñoso, sin enjuiciar la relación, comprendiendo a los personajes y sin rencores, ni traumas. La crítica se divide ante su osadía.

Y la crítica le azotaría aún más cuando se atreve a hacer una película sobre el colaboracionismo con los nazis en Lacombe Lucien, retratando los motivos y la personalidad de un joven que colabora con los nazis en las cercanías de Toulouse. La película es dura y tremenda y Francia se escandaliza porque Malle derriba los mitos de que todo el mundo perteneció a la Resistencia. Había colaboracionismo, y lo había en abundancia. Y la condena estaba ahí.

En medio de la polémica, Malle se traslada a Estados Unidos a rodar, no sin sus dosis de escándalo, La pequeña, una película cuidadísima en su puesta en escena y que trata sobre la prostitución de menores. Además de significar el descubrimiento de Brooke Shields, también marcó el inicio de una larga relación con la actriz Susan Sarandon.

Su relación se fortaleció con su siguiente proyecto en Estados Unidos con Atlantic City, con Burt Lancaster acompañando a Susan. La historia de ese viejo que nunca fue nada dentro del negocio de la Mafia del juego en la ciudad y que desea un último golpe para morir rico resulta maravillosa, aunque triste y melancólica en todo momento. Triste y melancólica, sí, pero tierna y hermosa. Es imposible no dejarse enamorar por Burt, por Susan y por la historia.

En la cresta de la ola de su fama (consigue una nominación al Oscar por la dirección), Malle regresa a Francia para realizar su película más personal y autobiográfico como es Adiós, muchachos, su experiencia en un internado de muchachos en el que se confunde un chico judío huyendo de la búsqueda de los nazis. Malle siempre dijo que fue su película más personal y más dolorosa porque fue una historia que le persiguió durante toda su vida y necesitaba hacerla. La película no puede ser mejor. Consiguió una nominación a la mejor película extranjera y otra al mejor guión original, ambas para Malle y, en su tristeza, también tiene un encanto y una ternura que es difícil pasar por alto.

Filma Milou en mayo una de esas películas "de campiña francesa" que tan buen cuerpo suelen dejar y, a continuación, la discutible Herida, con Jeremy Irons y Juliette Binoche para narrar una relación destructiva y difícil entre un hombre y la novia de su hijo. En 1994 estrena su última película, Vanya en la calle 42, deliciosa adaptación del texto de Chejov sobre las tablas de un escenario de Broadway.

Su relación con Susan Sarandon duró justo hasta después del rodaje de Atlantic City porque él conoció a Candice Bergen, el verdadero amor de su vida, con quien se casó inmediatamente hasta el final de sus días, a los 63 años víctima de un linfoma.

Como vídeo os dejo con el homenaje que le tributó Días de cine el año pasado y que explica mucho mejor que yo sus obsesiones y su carrera.


Y como mosaico, ahí os lo dejo con su mujer.



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