GUS MORNINS 30/05/23

 "La razón por la que no hubo retrasos en el rodaje fue Franklin Schaffner. Se levantaba a las cinco de la mañana con el trabajo del día cuidadosamente escrito en un papel, trabajando con cientos de extras e innumerables piezas de equipo y sabía todos los días dónde estábamos y qué estábamos haciendo. Él fue el responsable de que la película funcionara como lo hizo"              Fred Koenekamp, director de fotografía de "Patton", de Franklin J. Schaffner.


No sólo no consigo que os enganchéis, sino que, todo lo contrario. A las cinco visitas habituales, se quita una y ya sólo entran cuatro. Mejor, así me costará menos dejar este sitio que fue de encuentro y ahora no es nada.

El caso es que Franklin J. Schaffner, director de varias películas muy buenas, aunque de corta filmografía (si os fijáis estoy cogiendo efemérides referidas a personalidades que tengan pocas películas para que no me lleve el disgusto de haber currado mucho para nada), cumpliría hoy los ciento tres años. Hombre de inteligencia comprobada, es uno de los máximos representantes de lo que se dio en llamar "la segunda generacion de la televisión" al lado de nombres tan ilustres como los de Sidney Pollack, Stuart Rosenberg, Alan Pakula o Robert Altman. 

Lo curioso es que Schaffner no era americano, sino japonés. Nació en Tokyo porque sus padres eran misioneros. Sus padres le enviaron a Estados Unidos en cuanto tuvo edad escolar y fue allí, ya en la primaria, donde le entró el veneno del espectáculo porque participó en cuantas representaciones escolares pudo. Luego entró en Derecho en la Universidad de Pennsylvania, pero tuvo que interrumpir los estudios porque fue reclutado para la Segunda Guerra Mundial. Estuvo destinado en equipos anfibios tanto en Europa como en el Norte de África y, casi al final de la guerra, fue destinado a la OSS, precursora de la CIA, debido a su conocimiento del idioma japonés.

De vuelta en Estados Unidos, comenzó a trabajar en unos estudios de televisión y se fijó en absolutamente todo para tener la capacidad de dirigir para la pequeña pantalla. Consiguió ir ascendiendo en el escalafón televisivo hasta que le pusieron al frente de la realización de algunos de los programas de una serie llamada March of time.  Luego pasa a dirigir múltiples programas, muchos de ellos de obras de teatro al estilo de nuestro Estudio 1 y, en 1954, gana un Emmy por su versión para la televisión de Doce hombres sin piedad. ¿Con quién? Pues con Robert Cummings enfrentado a Franchot Tone, con Edward Arnold, Walter Abel y con dos de los que luego hicieron la versión cinematográfica de Lumet, George Voskovec y Joseph Sweeney. Las malas lenguas dicen que Lumet copió bastante de Schaffner a la hora de su realizar su adaptación al cine.

Al año siguiente vuelve a ganar otro Emmy por su adaptación de la obra teatral de Herman Wouk El motín del Caine, con Lloyd Nolan en el papel que hizo Bogart y Barry Sullivan en el que hizo José Ferrer. Con estos dos premios bajo el brazo, el prestigio de Schaffner fue creciendo y se dispuso a dar el salto a la dirección cinematográfica. Su primera intentona fue un fracaso en Rosas perdidas con Joanne Woodward en la piel de una chica de striptease que intenta regenerar su vida. Sin embargo, Frank Capra se retira de un proyecto que ya está en marcha y llaman a Schaffner de urgencia para dirigir a Henry Fonda y a Cliff Robertson en la estupenda El mejor hombre una fábula política en la que se pone en juego el chantaje y la doble moral dejando bien claro que el mejor hombre es aquel que no se presenta a las elecciones.

Crece exponencialmente de presupuesto con El señor de la guerra, una historia medieval con Charlton Heston de protagonista y que Steven Spielberg considera como un referente porque dice que aprendió a dirigir una película yendo al plató de rodaje. Después de eso, una estupenda y muy aceptable película de espías y acción con Yul Brynner, Mi doble en los Alpes y ya el salto al prestigio definitivo con el estruendoso éxito que consigue con El planeta de los simios

A partir de ahí, Schaffner es considerado uno de los mejores directores del momento y se hace cargo del guión más codiciado del momento en Patton, que le reporta su único Oscar al mejor director. Más tarde, retrata el auge y caída del imperio zarista con Nicolás y Alejandra y nos coloca en medio de un personaje indomable en la Guayana francesa de Papillón con memorables interpretaciones de Steve McQueen y Dustin Hoffman. 

Fracasa a continuación estrepitosamente adaptando la novela póstuma de Ernest Hemingway La isla del adiós, con George C. Scott y vuelve a dar en la diana con la adaptación de Ira Levin en Los niños del Brasil con Gregory Peck y Laurence Olivier. Aún realiza otra película más que aceptable en 1980, La esfinge con Lesley Ann Down y Frank Langella, pero se hunde con el intento de lanzar a Pavarotti en el cine con Sí, Giorgio. Sólo vuelve cinco años después para rodar un producto indigno de su categoría a mayor gloria de Jean Claude Van Damme, Lionheart y se retira en 1989 completamente después del enorme fracaso que cosecha con una película llamada Bienvenido a casa con Kris Kristofferson y Jobeth Williams que no está tan mal, aunque no deja de ser algo que no cuadra demasiado con toda su valía.

Os dejo con un brevísimo homenaje a Franklin J. Schaffner en vídeo.


Y como mosaico os dejo con ese potentísimo inicio de Patton. Por cierto, la idea para esta secuencia partió de nuestro Gil Parrondo, responsable de poner esa gigantesca bandera detrás del personaje.



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