GUS MORNINS 7/3/23

 "Kubrick me parece un gigante"

                                                                                                           Orson Welles

Y es que llevamos la friolera de veinticuatro años sin Kubrick. A veces pienso que este intervalo de tiempo es debido a que está preparando su próxima película. Sé que a Carpet es un director que no le convence y soy muy consciente de que a mucha gente tampoco. A mí me ha parecido siempre un maestro, un tío que, sin apenas formación, llegó a lo más alto, a ser uno de los más respetados, a marcar siempre nuevas fronteras con cada nuevo proyecto, a llegar un poco más allá en la narración. Nunca quiso descifrar los significados de sus películas porque consideraba al espectador lo suficientemente inteligente como para que ellos mismos llegaran a sus conclusiones. Era un fotógrafo espectacular (a pesar de que hay operadores de fotografía acreditados en sus películas, él mismo diseñaba la fotografía y, en muchas ocasiones, los mandaba sentarse para que vieran como trabajaba dando lecciones a verdaderos monstruos de la fotografía cinematográfica como Lucien Ballard, Russell Metty o John Alcott). Sentía verdadera pasión por la música, de ahí que sus bandas sonoras estén cuidadosamente seleccionadas (aunque, es verdad, es discutible su gusto por la música electrónica que tanto utilizó para La naranja mecánica o para El resplandor). Era un escritor excepcional a pesar de que todas sus películas son adaptaciones literarias porque creía que era mejor tratar de superar al original literario de una novela mediocre, salvo la excepción de Lolita. No conservaba su metraje excedente, por eso en sus ediciones de DVD no hay ni una escena adicional. Se definía como "un simple servidor del arte" y era partidario de hacer películas artísticas que llegaran al gran público (quizá el único que pensaba así junto con Hitchcock). 

Es verdad, era un maníaco de la perfección. Él se ofendía muchísimo cuando le decían eso porque consideraba que él trataba de hacer su trabajo lo mejor posible y que eso lo convirtieran en un arma para atacarle no entraba dentro de sus parámetros de comprensión. Se dejó encima de la mesa unos cuantos proyectos sin realizar. Su fastuoso Napoleón, que no pudo llevar a cabo porque significaba una financiación mastodóntica, diseñando escenas con cuarenta mil extras, por ejemplo (Spielberg acaba de anunciar que va a coger el trabajo de Kubrick y lo va a convertir en mini-serie. Dudo mucho que eso lo aprobara Kubrick)., A.I., que el propio Spielberg lo pasó a celuloide añadiendo lo que le vino en gana (para aclararnos, lo de Kubrick es hasta que el niño es abandonado. El resto es sólo una amalgama de ideas que Kubrick ya había deshechado, todo según su biógrafo John Baxter). Los Papeles arios, que abandonó cuando Spielberg se puso a rodar La lista de Schindler y que a él le pareció que sacar otra película sobre el Holocausto no iba a ser conveniente...

Polémico y tremendo, hay que decir que no todo es malo alrededor de la leyenda que se ha tejido de un cineasta como él. Michael Herr, que fue uno de sus guionistas en La chaqueta metálica, ha escrito un libro en el que se acerca mucho a su personalidad real:

"A Stanley le incomodaba el contacto físico, era de natural afectuoso, de trato fraternal, habla fluida y con una voz muy melodiosa. A Stanley le excitaba el ruido de las hélices cuando la pasta revoloteaba a su alrededor, circulando y ramificándose para ir a parar a bolsillos cada vez menores pero de mayor tamaño. incluso aunque esos bolsillos no fueran suyos. Simplemente le gustaba saber que el dinero estaba circulando por ahí. Le encantaba el negocio, la industria y la acción que observaba día y noche desde su atalaya. Le encantaba formar parte de ello desde la distancia y como participante en el juego, no se consideraba ni mejor ni peor, ni superior ni inferior a ninguno de los demás. Todos jugaban juntos, jugaban al comercio y al arte, un arte importante y caro. Y el arte siempre va unido a la caja registradora.

Era un buen amigo y era maravilloso trabajar con él, pero para hacer negocios era un tipo terrible, terrible. Su tacañería era proverbial y tenía cierta obsesión patológica con el dinero. Era calculador, pero sus cálculos más exactos eran los artísticos. 

Siempre se refería a sus películas como sueños. Sueños acerca de sueños, incluyendo las ensoñaciones diurnas y las pesadillas. Nunca hizo distinción y eso caracteriza su peculiar materialismo entre sueño y visión.

Alguna vez llegaba a perder la paciencia con él. Mientras le escribía el guión de La chaqueta metálica para él recibía de tres a treinta llamadas suyas, generalmente después de las diez de la noche y me sometía a largos interrogatorios nocturnos, monólogos y, también, a ciertos alardes de sabiduría. Yo creía que no se cansaba nunca".

Su propia ama de llaves, Betty Compton, decía de él que "siempre que no le trataras con condescendencia, era estupendo trabajar con él".

El actor Matthew Modine, que trabajó con él en La chaqueta metálica decía de él: "Era ambicioso, con talento, con un cerebro acerado y unas enormes pelotas de latón. Es la persona más sincera que he conocido. Debajo de esa apariencia de frialdad, hay un hombre muy cariñoso, concienzudo, al que no le gusta el dolor, ver sufrir a los animales o a los seres humanos".

Ante las frecuentes acusaciones de misoginia que se han vertido sobre él, Nicole Kidman decía que "Nunca he aparecido tan guapa en una película y ha sentido tanto respeto por las mujeres que las convirtió en seres tan peligrosos como sus oponentes masculinos".

Lo que sí es cierto es que, debido a su carácter obsesivo y perfeccionista y talentosamente brillante, se ha barajado la posibilidad de que tuviera Síndrome de Asperger en un grado leve. 

Se adelantó en su falta de prejuicios en varios años al contratar a Walter Carlos para la banda sonora de La naranja mecánica y, ya convertido en mujer, a Wendy Carlos para la banda sonora de El resplandor.

Una de las constantes de su obra era la visión y notoriedad sobre el mal universal, en todas sus acepciones. Sus películas, sin ser del todo pesimistas, sí que tienen un rasgo pesimista porque, en el fondo, Kubrick creía que el mundo no merecía mucho la pena porque el mal siempre ha existido y siempre existirá.

Se podrían decir muchas más cosas de él y darle vuelta y poner más testimonios de gente que le conoció y demás ( ya se sabe que Kirk Douglas le pone de vuelta y media en sus libros El hijo del trapero y en Yo soy Espartaco) pero se ve que no pensaba lo mismo cuando le llamó para sustituir a Anthony Mann en el rodaje de Espartaco después de que le dirigiera en Senderos de gloria.

Como vídeo os dejo con este vídeo que incide en la perspectiva de punto alejado que ponía en práctica de forma matemática en todas sus películas. Un plano recurrente que llega a desvelar su impresionante cuidado en la puesta en escena, hoy en día no igualada.



Y como mosaico, un pequeño dibujo



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