GUS MORNINS 19/10/21

 "El patriotismo, en la época en la que yo servía en la Inteligencia Británica, era muy fácil de esconder. Era siempre extraordinario ver lo preparada que estaba la gente que trabajaba allí. Cuando había alguna operación especial, llamaban a la puerta de un superior y le decían: "Necesitamos abrir esa ventana y ver lo que pasa en la calle. Ah, por cierto, soy de tal departamento del MI5". Luego, les enseñabas un trozo de una carta interceptada o de una clave arrebatada al supuesto enemigo y ellos decían "Oh, sí, estupendo. ¿Quiere una taza de té?"                                      John Le Carré

Hoy vamos a rendir homenaje a este escritor, al cual admiro enormemente, y a las adaptaciones cinematográficas de sus novelas porque hubiese cumplido noventa años. Sus argumentos siempre eran intrincados, difíciles de seguir, pero, posiblemente, junto a Graham Greene, ha sido el escritor que más se ha acercado al gris y difícil mundo del espionaje desde una perspectiva realista. Lejos, muy lejos del mucho más comercial y conocido James Bond. 

John Le Carré provenía de muy buena familia y fue un estudiante fuera de serie. Fue licenciado en filología alemana por la Universidad de Berna y, posteriormente, se licenció en Lenguas Modernas en Oxford. De 1956 a 1958 enseñó en el elitista Colegio de Eton y en 1959 fue reclutado por el MI5 para realizar labores de espionaje para el Foreign Office como segundo secretario de la Embajada británica en Bonn y,posteriormente, como cónsul en Hamburgo. Su verdadero nombre era David Moore y, todavía en el servicio, se le ocurrió comenzar a publicar historias de espionaje desde una perspectiva netamente realista, es decir,posible. El mundo de los espías, para él, no era nada atractivo. Sólo eran funcionarios grises, con vidas muy condenadas, muy lejos de la acción, que, a menudo, tenían que hacer cosas desagradables y moverse en planos de inteligencia muy complejos. No podía publicar con su nombre verdadero porque había muchos elementos verdaderos en sus novelas así que se le ocurrió hacerlo con el seudónimo de John Le Carré. En la época de su servicio se dio la famosa deserción a la Unión Soviética del espía Kim Philby, que delató a cuantos compañeros pudo a los rusos. Uno de ellos fue John Le Carré. Una vez descubierta su identidad, después de seis años de espionaje, a David Moore no le quedó otro remedio que abandonar el espionaje y dedicarse a la Literatura, un campo en el cual, sorpresivamente para él, estaba teniendo un gran éxito.

Curiosamente, años después, en una gira promocional para uno de sus libros, el propio Kim Philby le invitó a cenar a su apartamento de Moscú. Le Carré rechazó la invitación porque jamás compartiría mesa con un traidor.

La primera de sus novelas que fue adaptada al cine fue El espía que surgió del frío, con Martin Ritt a los mandos y con Richard Burton, Claire Bloom y Oskar Werner de protagonistas. Sorprendente en el retrato triste y amargado que hace del espía Alec Leamas, capaz de vender su identidad para infiltrarse en ambientes comunistas y cazar al hombre que está desmantelando la red de espías en centroeuropa en beneficio de la Alemania Oriental, la película me parece más interesante con el tiempo. Ahí, ya en un papel secundario, se puede apreciar la presencia del personaje más famoso descrito por John Le Carré, que no es otro que George Smiley, el listísimo espía que siempre maneja a todos desde la distancia. En esta ocasión fue interpretado por Rupert Davies y el rol que desempeña el personaje es claramente secundario y apenas descrito. 

Dos años después, en 1967, Sidney Lumet se anima con una estupenda película que es Llamada para un muerto, con James Mason en el papel de Smiley acompañado de Maximillian Schell y Simone Signoret. Sólo se topó con un problema. El nombre de Smiley no se podía utilizar porque el productor de El espía que surgió del frío ya lo había registrado como propio y se tuvo que cambiar al de Charles Dobbs. Aquí ya vemos todas las características de Smiley interpretado soberbiamente por James Mason. Inteligente, tortuoso, con una vida privada muy desordenada porque está totalmente enamorado de una ninfómana y que debe destapar a unos espías a raíz del suicidio de un funcionario sospechoso de comunista.

El primer fracaso cinematográfico de una de sus novelas fue tres años después, con El espejo de los espías, de Frank Pierson, protagonizada por Anthony Hopkins y Susan George. Esta historia de un británico que envía a un espía polaco para comprobar el emplazamiento de misiles soviéticos en la Europa del Este, resulta plomiza y prescindible. Era algo muy común en el cine de espías de corte realista en la época. Parecía que, para dar la imagen gris del espionaje, había que ser lento y moroso en la narración y así es en esta ocasión.

John Le Carré comenzó a ser muy conocido porque, durante un largo paréntesis en la adaptación de sus obras en el cine, se adaptaron dos de sus novelas como mini-series con Alec Guinness en la piel de su protagonista George Smiley. Fueron Calderero, soldado, sastre y espía y La gente de Smiley, apasionantes novelas en las que Guinness, por supuesto, encarna al espía con especial tino. Así que no volvemos a tener otra adaptación de Le Carré hasta 1984, casi catorce años después de la última, con Diane Keaton haciendo un estupendo trabajo en La chica del tambor, de George Roy Hill. Habitualmente, ha sido una película muy despreciada y a mí no me parece tan mala. Además de Keaton, que hace un esfuerzo muy bueno saliéndose de cualquier papel al que nos tiene acostumbrados, la trama resulta apasionante. Los servicios secretos británicos reclutan a una competente actriz para ser entrenada y enviada a Palestina a trabajar para el Mossad. Por supuesto, el halo de tristeza en todo está presente (ella se enamora de su control israelí), pero fue muy incomprendida. Recientemente, han realizado una serie con esta misma historia.

Seis años después, Connery y Pfeiffer se unen para hacer La casa Rusia, de Fred Schepsi. Posiblemente la historia más romántica salida de la pluma de John Le Carre. Una traición por amor con la CIA y el MI6 de por medio para sacar de la Unión Soviética a un físico nuclear. Una película que, es verdad,desaprovecha las escenas de amor entre los dos protagonistas, pero que también resulta apasionante en sus planteamientos.

En 2001 llegó El sastre de Panamá, con Geoffrey Rush, Jamie Lee Curtis y Pierce Brosnan. Una estupenda película cuyo argumento recuerda cercanamente a Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene (llevada al cine por Carol Reed y protagonizada por Alec Guinness y Maureen O´Hara) acerca de un simple sastre que viste a las élites panameñas y el control del Canal se hace objetivo preferente de las grandes potencias. Por allí aparece un espía desterrado por un error que quiere reivindicarse...aunque sea con grandes mentiras. Una película muy apreciable.

En 2005, cuatro años después, Fernando Meirelles se atreve con El jardinero fiel, quizá la más reivindicativa de las novelas de Le Carré, con Ralph Fiennes y Rachel Weisz de protagonistas (ella ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria). La investigación de un marido, funcionario de embajada, en la muerte en extrañas circunstancias de su esposa, le lleva a una conspiración para mantener en la pobreza a, prácticamente, todo el continente africano. Otra estupenda película aunque el estilo nervioso de Meirelles no la beneficia.

En 2011, seis años después, Thomas Alfredson dirige con especial acierto El topo, con Gary Oldman, Colin Firth, Benedict Cumberbatch, Tom Hardy, Toby Jones, Mark Strong y John Hurt. Basada en la misma novela en la que se inspiraron para la serie Calderero, soldado, sastre y espia, quizá sea la mejor de todas las adaptaciones que se le han hecho a Le Carré. Oldman incorpora a un George Smiley creíble, terriblemente gris y abrumadoramente inteligente en una enrevesada trama que pretende destapar la infiltración de un traidor en la cúpula del MI6. Apasionante, verdadera y muy, muy buena.

En 2014, El hombre más buscado, de Anton Corbijn, con una interpretación maravillosa de Philip Seymour Hoffman en la piel de un espía de vuelta de todo que tiene una última oportunidad para salvar a un posible hilo conductor que le lleve a destapar un entramado de espionaje de una organización terrorista. Con Rachel McAdams y Robin Wright a sus espaldas, la película resulta notable, con una crítica bastante ácida de la coordinación existente entre los distintos servicios de espionaje y contraespionaje.

La última adaptación de una novela de John Le Carré que se ha hecho para el cine es de 2016 y se trata de Un traidor como los nuestros, con Ewan McGregor arrastrado a la deserción de un espía ruso y dejándolo atrapado entre la Mafia Rusa y los servicios secretos británicos de los cuales tampoco se fía para ayudar al desertor, al que tiene verdadero aprecio según va transcurriendo la trama. Susanna White está detrás de las cámaras y la película, sin ser ninguna obra maestra, no está mal. Quizá algo demasiado diseñada, pero eso es un defecto menor. La trama es eficaz y, realmente, deseas que ese ruso algo tosco consiga salvarse con los esfuerzos de un simple ciudadano que se ve enredado en pleno viaje con su mujer.

Por cierto, como recomendación al margen del cine, la serie El infiltrado, con Tom Hiddleston y Hugh Laurie es de lo mejorcito que he visto en televisión. La pluma de Le Carré está presente en toda la trama de un espía dormido que se introduce en una red de narcotráfico que financia a los árabes. De las mejores series que he visto.

Muchas novelas siguen sin adaptarse de este gran escritor. Posiblemente no sea tarea fácil, habida cuenta de que sus tramas no son fáciles de seguir y son sólo para espectadores inteligentes. Yo, en cualquier caso, lo espero con ilusión. Siempre me ha hecho disfrutar en sus letras y en lo que han hecho con él en este medio de nuestros pecados que es el cine.

Como vídeo os dejo con una pequeña entrevista que El País le hizo a John Le Carré. En ella se descubre lo inteligente que era.


Y como mosaico ahí os lo dejo en el estreno de El topo al lado de Gary Oldman y del director Thomas Alfredson.



Por cierto, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ayer mismo salió a la venta el libro de Notorious Ediciones El universo de Bette Davis en el que colaboro con firmas de enorme prestigio como Espido Freire, Gerardo Sánchez u Oti Rodríguez Marchante. Son 40 euros, eso sí, caro.


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