GUS MORNINS 25/5/21

 

“No creo que yo sea la mejor opción. Quizá en teatro, y siempre que se trate de Shakespeare, estoy cerca de serlo. Pero Steven Spielberg, Quentin Tarantino y Sam Mendes nunca me han ofrecido ningún trabajo. Hay muchas películas que he rechazado, es cierto, pero también hay muchas otras en las que me hubiera gustado participar y no han querido que estuviese. Esa es la verdad”         Ian McKellen

Muchas felicidades a este actorazo que, a lo mejor con cierta parte de razón, el cine no ha tratado tan bien como hubiera debido. Hoy nos cumple 82 años y esperemos que sean muchos más, Sir McKellen.

Los cuatro primeros años de vida de Ian McKellen transcurrieron en la ciudad de Wigan, cerca de Londres, bajo la amenaza continua de los bombardeos nazis. Siempre ha declarado que eso tuvo un fuerte impacto psicológico en su propia personalidad. La fe cristiana fue algo que estuvo presente en la convivencia familiar en el hogar de los McKellen y fue un trauma importante que, cuando el chaval tenía 12 años, la madre falleció. El padre se casó de nuevo y McKellen desarrolló una estupenda relación con la madrastra. Tanto es así que, una vez fallecido el padre, McKellen decidió que la primera persona que se iba a enterar de que él mismo era homosexual fue su madrastra.

El caso es que Ian McKellen fue un excelente estudiante y pudo entrar en la Universidad de Cambridge para graduarse en Arte Dramático. Ya en la Universidad hizo unas interpretaciones extraordinarias que ganaron la atención de una buena parte de la crítica teatral. Así que, cuando ya se graduó, y después de 21 obras llevadas a las tablas siempre a nivel universitario, McKellen no tuvo ningún problema en ingresar en el Teatro Coventry Belgrade como miembro fijo. De su época universitaria, por cierto, McKellen recuerda con cariño a un compañero de clase que se llamaba Derek Jacobi.

Estuvo un par de años fogueándose en las representaciones por provincias del Coventry Belgrade. En 1963 es cuando consigue su gran éxito interpretando, por primera vez en Londres, al protagonista del Eduardo II, de Christopher Marlowe. A partir de aquí, su reputación como actor teatral no hizo más que crecer. Él mismo fue el principal fundador del Sindicato de Actores Británico y entró, con todos los honores, en la Royal Shakespeare Company obteniendo enormes éxitos en los papeles principales de Romeo y Julieta, realizó un Macbeth  colosal y reforzó su prestigio con su protagonismo en El alquimista, de Ben Johnson.

En 1979 debuta en Broadway con la adaptación del musical Bent, en donde interpreta a un homosexual antes de declarar públicamente su propia condición de tal. Al año siguiente, nuevamente en Broadway, hace historia con la interpretación que realiza del personaje de Salieri en el Amadeus, de Peter Shaffer, consiguiendo el Tony a la mejor interpretación teatral del año. Entre sus éxitos teatrales, tanto en Broadway como Londres, se pueden encontrar interpretaciones míticas de obras como Ricardo III, Hamlet, Las tres hermanas, de Chejov, Otelo, El tío Vania, Un enemigo del pueblo, de Ibsen o Esperando a Godot, de Samuel Beckett.

Aunque hizo pequeños papeles en el cine como en Plenty, al lado de Meryl Streep, o Seis grados de separación, con Donald Sutherland, Will Smith y Stockard Channing, no saltó a la fama mundial hasta que no adaptó personalmente la obra Ricardo III, interpretando al personaje principal con una ambientación en la Segunda Guerra Mundial. Su interpretación le valió una nominación al Oscar y empezó a ser conocido en todo el mundo. Ese trabajo fue refrendado poco después con la encarnación que realizó del director James Whale en la estupenda Dioses y monstruos, con otra nueva nominación al Oscar.

Por supuesto, todo el mundo le recordará para siempre y por siempre por ser el mago Gandalf en las trilogías de El señor de los anillos y El Hobbit, papel por el que siempre se ha sentido muy orgulloso a pesar de quejarse amargamente de que primero fue ofrecido a Sean Connery y, después, a Anthony Hopkins. Aún así, no nos engañemos, es lo mejor de la función.

Posteriormente ya ha aparecido en películas haciendo del viejo Magneto en la saga de los X-Men, o interpretando a ese inolvidable vecino de pasado oscuro en Verano de corrupción, o en el papel del millonario Leigh Tebing de El código da Vinci, de Ron Howard.

Hay que decir que, tras el fallecimiento de Richard Harris, se le ofreció coger el relevo como el Profesor Dumbledore en la saga de Harry Potter. Lo rechazó porque temía que la gente mezclara al personaje del Profesor con el de Gandalf, así que el papel pasó a Michael Gambon.

Declaró públicamente a la BBC su homosexualidad en directo y en un programa de radio. Sin embargo, es muy claro en su militancia. “Una cosa es ser homosexual, sentirse homosexual y vivir como un homosexual y, otra, es ir alardeando de ello. Eso es tan estúpido como el heterosexual que vive presumiendo de lo mucho que liga con unas y con otras”.

Aún así, por supuesto, Ian McKellen ha participado en movimiento en pro de los derechos de los homosexuales y, de hecho y de alguna manera, es un símbolo del movimiento gay en el Reino Unido.

Como vídeo, os dejo el maravilloso material de promoción que él y Anthony Hopkins hicieron para su película The dresser, versión de aquella otra La sombra del actor que, en su día, hicieron Albert Finney y Tom Courtenay.



Y como mosaico, McKellen de joven, más maduro y más mayor. Eso, señores, es actuar.




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