GUS MORNINS 2/3/21
“Una de las cosas más destructivas de mi vida es la clase de papeles que me han ofrecido en el cine. He estudiado a Shakespeare y a los clásicos, y he acabado disparando a Joan Crawford y matando a un caballo que le encantaba a Elizabeth Taylor. Soy una actriz muy seria. Y he interpretado a las peores putas, a las mujeres más amargadas, a los plomos más absolutos y eso es todo lo que me ofrecían”.
Mercedes McCambridge
Vamos a rendir homenaje
a esta pedazo de actriz, que, a pesar de sus palabras, ha interpretado todo
tipo de papeles y todo lo ha hecho bien. Quizá no sea un rostro conocido para
el gran público, pero veréis que enseguida os acordaréis de ella y de su
capacidad interpretativa detrás de un rostro que era irremisiblemente bello,
pero que, dada la naturaleza de sus papeles, siempre se esforzó por esconder.
Hoy hace dieciocho años que nos dejó, a la edad de 88.
McCambridge nació en el
seno de una familia inmigrante irlandesa y se graduó con notas brillantes en
Chicago. Sus primeros pasos los dio en la radio, porque poseía una voz áspera,
muy sensual, muy reconocible e interpretó varios seriales radiofónicos. Sin
duda, eso llamó la atención de Broadway y enseguida se hizo con varios papeles
importantes en las tablas. Compartió cartel en papeles muy importantes con
actores como Kevin Spacey, Mercedes Ruhl, Kirk Douglas, E.G. Marshall, Julie
Harris o Robert Montgomery. Sus interpretaciones eran siempre muy sólidas, sin
fisuras, con una seguridad aplastante y eso, naturalmente llamó la atención de
Hollywood. Su primer papel fue el de Sadie Burke, la responsable de la creación
y caída de un monstruo en las artes del engaño y del populismo en El político, de Robert Rossen, con
Broderick Crawford y John Ireland. Su interpretación tuvo tal fuerza que se
llevó en 1949 y en su primera aparición en la pantalla el Oscar a la mejor
actriz secundaria de aquel año y el Globo de Oro en la misma categoría.
En 1954, realizó otro
papel memorable: el de la odiosa Emma Small de Johnny Guitar, como contrincante insidiosa y absolutamente
despreciable de Joan Crawford. Era tan buena que la misma Crawford tuvo miedo
de que Mercedes le quitara protagonismo y famosa es la anécdota en la que
McCambridge, después de una toma, fue ovacionada por todo el equipo y la
Crawford fue a vestuario y rompió todos los vestidos de ella presa de rabia.
Cuando terminó la película, se ocupó de expandir el rumor, falso, de que
Mercedes McCambridge era miembro del Partido Comunista, lo que hizo que no
consiguiera mucho trabajo.
La salida de
McCambridge fue irse a televisión y allí realizó una prolífica labor
interviniendo en toda clase de espacios dramáticos. En 1955, dada su amistad
con Elizabeth Taylor, interviene en Gigante
y consigue una nueva nominación a la mejor actriz secundaria. En 1959,
interviene como la madre de la Taylor en De
repente, el último verano en un papel que demostraba su versatilidad como
esa mujer que accede a la operación de lobotomía de su hija a cambio de dinero
y que, sin embargo, se muestra como la típica cotorra de vecindario, que se
justifica a cada paso y que no hace más que dar muestras de dolor por la
decisión que ha tenido que tomar.
En 1958, come con un
buen amigo, Orson Welles, y en ese mismo momento el director le propone que
haga una aparición especial en Sed de
mal. “Ve a casa, coge una chaqueta de
cuero y te espero en el plató”. Aquella misma tarde, McCambridge, sin decir
ni una sola palabra, aparece como una lesbiana que disfruta viendo cómo violan
en el motel a Janet Leigh.
Sin embargo, una de las
aportaciones más importantes que ha realizado nunca Mercedes McCambridge al
cine fue a través de su voz. Se trató de doblar a Linda Blair en las secuencias
en las que estaba poseída por el Diablo en El
exorcista. Su interpretación con la voz fue tan escandalosamente buena que,
incluso, se formó un Comité para que pudiera ser nominada a la mejor actriz
secundaria en los Oscars, pero las reglas de la competición lo impidieron. Se
cuenta que, cuando fue a grabar la voz, dejó de dormir durante dos días, fumó
más de lo bebido e ingirió yemas de huevo crudas.
Intervino en muchas
series de televisión y volvió al teatro de forma esporádica. Hay que decir que
interpretó papeles muy secundarios en Aeropuerto
80 e, incluso, se avino a protagonizar una de las películas del famoso
director español Jesús Franco, 99
mujeres, con producción alemana y al lado de Maria Schell, Herbert Lom y
Luciana Paluzzi, en el papel de una sádica supervisora de un penal de mujeres.
Os podéis imaginar.
Mercedes McCambridge
también aparece en películas de mucho más prestigio como Cimarrón, de Anthony Mann, o Adiós
a las armas, de Charles Vidor (aunque fue empezada por John Huston y
seleccionó personalmente a una actriz de su tremenda capacidad). El caso es
que, posiblemente, sea uno de los talentos más desaprovechados y, sin embargo,
cada vez que se la ve en cualquiera de sus papeles, uno descubre a una actriz
entregada, maravillosa, de recursos casi ilimitados y capacidad sideral.
Os dejo con el video de
su Oscar, recibido de las manos de Ray Milland y en la que ella hace gala de
una estupenda simpatía. Hasta Paul Douglas, maestro de ceremonias, le da las
gracias por su discurso de aceptación.
Y como mosaico, os la
dejo de cerca, con su rara belleza.
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