GUS MORNINS 16/3/21
“En
contra de lo que pueda parecer, la composición que más dinero me ha dado ha
sido la banda sonora de la serie Se ha
escrito un crimen. Tanto, que se ha convertido en mi pensión de
jubilación”
John Addison
Hoy vamos a homenajear
a este compositor de cine, que, tal vez, no sea demasiado conocido, pero que
fue enormemente comercial en esa época de los sesenta en la que se empezaron a
vender los discos de bandas sonoras como rosquillas. De hecho, Alfred Hitchcock
desechó la banda sonora que Bernard Herrman le había compuesto para Cortina rasgada porque “no era un compositor demasiado comercial”
y lo sustituyó por John Addison, que era éxito seguro en ventas. Hoy hubiera
cumplido los 101 años.
Eso no quiere decir que
sus composiciones fueran facilonas. En absoluto. Era un estupendo compositor,
con bandas sonoras memorables y con un trabajo muy serio y, lo que es más, muy
reconocible.
John Addison nació en
una familia con tradición militar y aristocrática. Era hijo del Coronel de
Artillería de Campo John Mervyn Addison. El pequeño John asistió al Wellington
College, un colegio militar, con el fin de continuar la tradición familiar
castrense. Sin embargo, al chico le encantaba lo de formar parte de la banda de
música de la escuela y puso las cartas boca arriba con su padre que,
naturalmente, se llevó una decepción, pero no dejó de apoyarle. Le conminó a
que estudiara música de forma muy seria, no como un pasatiempo y le matriculó
en el Royal College de Música. Sin embargo, estalla la guerra y John, por
entonces un jovenzuelo de diecinueve años, tiene muy claro que quiere servir a
su país. Abandona sus estudios de música y resulta destinado a la Unidad de
Tanques del 22 Regimiento de Húsares, siendo herido en Normandía y ascendido al
rango de Capitán.
Acabada la guerra,
regresa al Royal College y se gradúa en composición, clarinete y oboe. A los
treinta años, es decir, en 1950, accede a una plaza de profesor de composición
después de ganar un premio a nivel nacional. Compuso una amplia variedad de
conciertos, música de cámara y ballets. Había realizado un intento en el cine,
con una pequeña contribución melódica a una película de Roy Boulting llamada Thunder Rock, pero fue cortada del
montaje final, lo cual le llevó a jurar y perjurar que no volvería a trabajar
para el cine. En compensación, una vez había ganado su plaza de profesor y su
premio, el propio director, Roy Boulting le ofrece hacerse cargo de una banda
sonora completa y, un poco a regañadientes, Addison acepta. Se trata de Ultimátum, una película británica de
ritmo trepidante sobre un científico loco que fabrica una bomba atómica casera
y pretende detonarla en el centro de Londres dando siete días a Scotland Yard
para encontrarle. Sin ser ninguna obra maestra, la película está bastante bien
y es una rara avis dentro del cine
inglés de principios de los cincuenta.
Tres años después el
gran Carol Reed le encarga la banda sonora de una de sus mejores películas. Se interpone un hombre, con James Mason
y Claire Bloom en los principales papeles, es una memorable historia donde se
mezcla peligrosamente el melodrama, el espionaje, el contrabando y la huida,
con un suspense estupendo y unas interpretaciones casi mágicas. Trabajando
mayoritariamente en la industria del cine inglesa, Addison va dando verdaderos
avisos de talento con, por ejemplo, Yo
fui el doble de Montgomery, curiosísima película sobre el intento de los
británicos de despistar a los nazis a través de un doble de su general más
estratégico con el fin de distraer la posibilidad de desembarcar en Normandía
con John Mills en el papel del espía que urde todo el plan. También está El animador, a mayor gloria de Laurence
Olivier y, de alguna manera, John Addison se convierte en el compositor oficial
del free cinema británico, poniendo
música a las inquietudes de aquellos jóvenes airados que no estaban nada
contentos con la realidad que les rodeaba. Ahí están los trabajos de Addison
para Sabor a miel (memorable banda
sonora), La soledad del corredor de fondo
y, sobre todo, la banda sonora que le abre las puertas del mercado
internacional, Tom Jones, de Tony
Richardson.
A partir de aquí, le
llueven los encargos en el cine de todo el mundo a John Addison. Ahí están sus
trabajos para Vittorio de Sica en Moll
Flanders, o para Irvin Kirshner en Un
loco maravilloso, la ya relatada colaboración con Hitchcock saliendo más
que airoso del envite, con Joe Mankiewicz para Mujeres en Venecia, para la segunda versión de La carga de la Brigada Ligera, que se tituló La última carga, también para Tony Richardson en plan
desmitificador, y, por supuesto, para esa obra maestra suya que es la banda
sonora de La huella, de Joe
Mankiewicz.
En los setenta aún da
un par de aldabonazos fuertes con la banda sonora de Un puente lejano, de Richard Attenborough (muy reconocible hoy en
día) o esa delicada pieza de inteligencia que es su composición para Elemental, Doctor Freud, de Herbert
Ross. Sin embargo, la estrella de John Addison se apaga en el cine y se
enciende con luminosidad en el medio televisivo con su trabajo para Se ha escrito un crimen y así se hace
cargo de la música de muchas series de la época como Cuentos asombrosos o La isla
de Ellis.
Su último trabajo para
el cine, atípico a más no poder, fue esa extraña película que Katharine Hepburn
hizo al lado de Nick Nolte con el título de La
última solución de Grace Quigley y que constituyó todo un fracaso en las
salas de todo el mundo.
Hoy, todo su legado,
partituras, documentos personales y grabaciones master están depositados en el
Archivo de Música de Cine de la Universidad Brigham Young, de Utah.
Como vídeo os dejo con
los créditos de La huella que dejan
una buena evidencia de su talento.
Y como mosaico, os dejo
con una foto preciosa del propio John Addison, posiblemente meditando sobre su
próxima composición.
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